7 de julio de 2010

Cientos de miles de libaneses lloran en el entierro del padre espiritual de Hezbolá

EL PAIS

Cientos de miles de libaneses lloran en el entierro del padre espiritual de Hezbolá

Fadlalá escapó en los años ochenta a un atentado de la CIA

JAVIER VALENZUELA - Madrid - 06/07/2010

Cientos de miles de personas, según informa Reuters, han participado hoy en el entierro en Beirut del gran ayatolá Sayed Mohamed Husein Fadlalá. Así lo describe la agencia británica: "Un mar de hombres y mujeres llegados de todo Líbano, vestidos de negro, caminaron por las calles de los suburbios meridionales de Beirut llevando retratos del clérigo de la barba blanca y el turbante negro, y también banderas negras y estandartes con frases de duelo. Muchos iban llorando".

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En los años ochenta del pasado siglo Fadlalá fue objetivo prioritario de los servicios de espionaje estadounidenses e israelíes. Le querían muerto, bien muerto. Así que la entrevista que le hice para EL PAÍS [ver en PDF] en el verano de 1987 fue una de las más peliculeras de mi vida. Dos año antes, la CIA de William Casey había organizado un atentado destinado a asesinar al que todo el mundo consideraba como líder espiritual del naciente movimiento chií Hezbolá y representante personal de Jomeini en Líbano. El coche bomba había estallado en una encrucijada de los laberínticos suburbios meridionales de Beirut, y, aunque Fadlalá había sobrevivido, 80 civiles que pasaban por allí habían quedado hechos papilla.

Fadlalá falleció el pasado domingo en Beirut a causa de una prolongada enfermedad diabética. Tenía 75 años. No solo no habían logrado matarle los sicarios de la CIA y el Mossad, sino que con el tiempo su figura se había convertido en ampliamente venerada en Líbano. El primer ministro Saad Hariri, un suní pro occidental, declaró el mismo domingo: "El país ha perdido a una importante autoridad nacional y espiritual. Contribuyó a la consolidación de los valores del bien y la justicia así como a la resistencia contra la injusticia".

Mi entrevista de 1987 con Fadlalá se desarrolló en una casa de los suburbios meridionales y, cuando los milicianos de Hezbolá me devolvieron al centro de Beirut, mis amigos corresponsales me preguntaron si había podido escuchar los gritos de los rehenes occidentales que supuestamente estaban allí secuestrados. Más tarde, algunos agentes de servicios secretos intentaron sonsacarme información sobre el cómo y, sobre todo, dónde se había desarrollado el encuentro.

Por aquel entonces se atribuían a Yihad Islámica, una rama particularmente sañuda y clandestina de Hezbolá, los secuestros de occidentales en Líbano, al igual que los atentados suicidas que en 1983 habían hecho huir de Beirut a los soldados norteamericanos y franceses.

Fadlalá, por supuesto, me negó tener la menor relación con esas cosas. Había nacido en 1935 en el santuario iraquí de Nayaf, hijo de un libanés que allí estudiaba teología. Ya mayor, se había instalado en Líbano, destacando por una interpretación justiciera del islam muy en línea con la de Jomeini. Los refugiados palestinos y los desheredados chiís eran su gran preocupación.

El ayatolá libanés fue uno de los grandes cerebros del islamismo moderno, el que combina la pureza coránica con las últimas tecnologías. Me citó a Mahoma diciendo que los musulmanes tenían que buscar el saber "aunque fuera en China". Y fue pionero de esa combinación de activismo político, actividad guerrillera y hasta terrorista y obras sociales -ambulatorios, hospitales, escuelas, orfanatos, pensiones- que es la base del éxito de Hezbolá y Hamás.

Con los años Fadlalá se fue distanciando de Hezbolá y de la teocracia en el poder en Teherán, a la par que liberalizaba sus posiciones en cuestiones de la vida cotidiana. Varias de sus fatuas fueron favorables a la ampliación de derechos de las musulmanas. Otras señalaron que el islam no tiene nada contra los cristianos y judíos, hermanos en el credo monoteísta. Y condenó el 11-S, haciendo una distinción entre la resistencia a los soldados ocupantes y la acción terrorista contra civiles.

Cuando le entrevisté expresó su admiración por la ciencia y la tecnología de Estados Unidos, criticando, eso sí, que la política de ese país en Oriente Próximo fuera "vasalla de los intereses israelíes". Y en su último sermón, el pasado 1 de julio, denunció la "judeización" de Jerusalén oriental, la tradicional zona árabe de la Ciudad Santa. Con él desaparece el último de los grandes teólogos chiís de la era de Jomeini.