23 de julio de 2010

¿Hay algo que celebrar?

ABC

Editoriales

¿Hay algo que celebrar?

En el seno del PSOE, Rodríguez Zapatero ha pasado de ser un elemento de cohesión después de una etapa convulsa a convertirse en un factor de discordia

Día 23/07/2010

HACE ya diez años que José Luis Rodríguez Zapatero accedió, contra todo pronóstico, a la secretaría general del PSOE. En plena mayoría absoluta del PP, el nuevo líder introdujo un cambio interno de apariencia tranquila y sosegada, pero que le ha permitido con el paso del tiempo ejercer un control absoluto sobre su partido. En este largo periodo, el actual presidente del Gobierno ha desarrollado una trayectoria marcada por el oportunismo y la búsqueda del interés partidista por encima de la coherencia y el rigor en sus planteamientos políticos. En efecto, el antiguo «Bambi» que hacía gala de buen talante ha dejado paso a un dirigente radical, dispuesto a modificar a su conveniencia el modelo territorial y a desarrollar una ingeniería social al servicio de un sedicente progresismo. En este sentido, la fallida negociación con ETA en la primera legislatura o el impulso a una reforma constitucional encubierta a través del Estatuto catalán, en la actual, son ejemplos de una forma de concebir la política basada en el poder y no en el interés general. No es extraño que los ciudadanos identifiquen al líder socialista con los peores defectos del partidismo, siempre en perjuicio de las instituciones y de la estabilidad del sistema constitucional. Son las consecuencias de dar prioridad a la lucha por el poder frente a la vertebración social y el rigor en la gestión.
En el seno del PSOE, Zapatero ha pasado de ser un elemento de cohesión después de una etapa convulsa a convertirse en un factor de discordia que se refleja, sobre todo, en las difíciles relaciones de Ferraz con el PSC. Después de muchos bandazos, Zapatero venció por la mínima a José Bono, pero los hechos demuestran que las tensiones quedaron soterradas con el disfrute del poder, pero no resueltas. Lo peor de todo es que esas tensiones internas se han trasladado al conjunto de la sociedad española a través, por ejemplo, de su errática política territorial o de la irresponsable ley de la Memoria Histórica, que chocan frontalmente con el espíritu de la Transición. Por lo demás, la torpeza notoria para hacer frente a la crisis económica demuestra que la capacidad de gestión del actual presidente deja mucho que desear, porque, salvo excepciones, no sabe o no quiere rodearse de equipos sólidos y eficaces. Así las cosas, hay muy poco que celebrar en una década que no pasará a la historia como la más afortunada del socialismo español. Rodríguez Zapatero cumple años al frente de un PSOE herido, pero es España la que sufre las consecuencias de su desafortunada gestión.