13 de julio de 2010

«No al aborto», un compromiso moral de los médicos

EL PAIS

«No al aborto», un compromiso moral de los médicos

La inmensa mayoría de los estudiantes, fieles al «Juramento Hipocrático»

IGNACIO M. PRADA | IGNACIO M. PRADA / MADRID

Día 13/07/2010


«Juro por Apolo el Médico y Esculapio y por Higía y Panacea (...) que no daré a ninguna mujer pesarios abortivos». Este pequeño fragmento forma parte del «Juramento Hipocrático», el código ético más influyente en la Historia de la Medicina occidental. Han pasado 2.500 años, pero su esencia ha sobrevivido al paso del tiempo. Aún hoy, en la mayoría de las facultades de Medicina, el «Juramento de Hipócrates» sigue presente en cada ceremonia de graduación. Los alumnos del último curso de carrera lo leen uno por uno en voz alta. En otras facultades, pueden ser o un estudiante destacado o cualquier docente, los encargados de manifestarlo una sola vez y para todo el auditorio. Pero en todas las ocasiones, el juramento se expresa en un acto cargado de simbolismo, pues las didácticas del filósofo griego han inspirado a los doctores durante miles de años.
El «Juramento de Hipócrates» no posee validez jurídica, pero conforma una excelente guía de bioética cuyos valores no han perdido vigencia. Médicos de todas las generaciones siguen utilizando sus enseñanzas como una referencia continua porque, según la ginecóloga Sonsoles Alonso: «Resume perfectamente lo que representa un médico, por eso lo juramos libremente».
Pero, a la luz de la recién implantada «ley del aborto», las enseñanzas de esta legendaria declaración hoy se encuentran más amenazadas que nunca. La norma despenaliza el aborto libre hasta la semana catorce de gestación y estipula quiénes, del equipo quirúrgico que participa en él, pueden acogerse a esa cláusula de conciencia y quiénes no.
Únicamente, según el artículo 19.2 de la actual «ley del aborto», podrán solicitar la objeción —«anticipadamente y por escrito»— los sanitarios «directamente implicados» en la realización del aborto. «Ni los limpiadores, ni los auxiliares, ni los celadores pueden solicitarla», denuncia Gádor Joya, doctora en Medicina.
Tal y como está redactada la ley, señala José Antonio Vidart, catedrático de Ginecología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), «el Gobierno tendrá que desarrollarla. Todos los que intervengan directa o indirectamente en realizar un aborto: médico, anestesista, enfermera, auxiliar de clínica y celador tienen derecho a la objeción de conciencia por causas ideológicas o religiosas».
Que la ley ponga cortapisas a la cláusula de conciencia, en opinión de Inma Castilla, decana de la facultad de Medicina de la Universidad San Pablo CEU, «es un atropello. La conciencia no es regulable». Castilla, además, señala que «los políticos están amedrentando a los médicos. Hay doctores que no quieren impartir la asignatura del aborto, ni los quieren practicar en un quirófano; por eso no hay que acatar la ley, sino revocarla».
Suspensión cautelar
El PP, en el recurso del pasado 1 de junio ante el Tribunal Constitucional, pidió la suspensión cautelar de esta ley hasta que éste emitiera un veredicto definitivo. Lo hacía para evitar, durante su entrada en vigor, los perjuicios psicológicos «más que demostrados», según Castilla, que provoca el aborto en las mujeres. La decana asegura que «se produce una alteración morfológica en su cerebro, ligada a un síndrome postraumático que aparece tras un aborto».
Vidart apunta que interrumpir un embarazo «en ningún caso» conforma un acto médico porque éstos se encaminan «a la curación o paliación de un síntoma», y continúa: «La Medicina sirve para salvar vidas, y éstas empiezan en el momento de la concepción y terminan por causas naturales». Además recalca que «el embrión merece el máximo respeto. Su combinación genética es tan aleatoria que no se volverá a reproducir jamás. Estaríamos acabando con la vida de un ser único e irrepetible».
«Juro por Apolo el Médico y Esculapio y por Higía y Panacea (...) que no daré a ninguna mujer pesarios abortivos». Este pequeño fragmento forma parte del «Juramento Hipocrático», el código ético más influyente en la Historia de la Medicina occidental. Han pasado 2.500 años, pero su esencia ha sobrevivido al paso del tiempo. Aún hoy, en la mayoría de las facultades de Medicina, el «Juramento de Hipócrates» sigue presente en cada ceremonia de graduación. Los alumnos del último curso de carrera lo leen uno por uno en voz alta. En otras facultades, pueden ser o un estudiante destacado o cualquier docente, los encargados de manifestarlo una sola vez y para todo el auditorio. Pero en todas las ocasiones, el juramento se expresa en un acto cargado de simbolismo, pues las didácticas del filósofo griego han inspirado a los doctores durante miles de años.
El «Juramento de Hipócrates» no posee validez jurídica, pero conforma una excelente guía de bioética cuyos valores no han perdido vigencia. Médicos de todas las generaciones siguen utilizando sus enseñanzas como una referencia continua porque, según la ginecóloga Sonsoles Alonso: «Resume perfectamente lo que representa un médico, por eso lo juramos libremente».
Pero, a la luz de la recién implantada «ley del aborto», las enseñanzas de esta legendaria declaración hoy se encuentran más amenazadas que nunca. La norma despenaliza el aborto libre hasta la semana catorce de gestación y estipula quiénes, del equipo quirúrgico que participa en él, pueden acogerse a esa cláusula de conciencia y quiénes no.
Únicamente, según el artículo 19.2 de la actual «ley del aborto», podrán solicitar la objeción —«anticipadamente y por escrito»— los sanitarios «directamente implicados» en la realización del aborto. «Ni los limpiadores, ni los auxiliares, ni los celadores pueden solicitarla», denuncia Gádor Joya, doctora en Medicina.
Tal y como está redactada la ley, señala José Antonio Vidart, catedrático de Ginecología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), «el Gobierno tendrá que desarrollarla. Todos los que intervengan directa o indirectamente en realizar un aborto: médico, anestesista, enfermera, auxiliar de clínica y celador tienen derecho a la objeción de conciencia por causas ideológicas o religiosas».
Que la ley ponga cortapisas a la cláusula de conciencia, en opinión de Inma Castilla, decana de la facultad de Medicina de la Universidad San Pablo CEU, «es un atropello. La conciencia no es regulable». Castilla, además, señala que «los políticos están amedrentando a los médicos. Hay doctores que no quieren impartir la asignatura del aborto, ni los quieren practicar en un quirófano; por eso no hay que acatar la ley, sino revocarla».
Suspensión cautelar
El PP, en el recurso del pasado 1 de junio ante el Tribunal Constitucional, pidió la suspensión cautelar de esta ley hasta que éste emitiera un veredicto definitivo. Lo hacía para evitar, durante su entrada en vigor, los perjuicios psicológicos «más que demostrados», según Castilla, que provoca el aborto en las mujeres. La decana asegura que «se produce una alteración morfológica en su cerebro, ligada a un síndrome postraumático que aparece tras un aborto».
Vidart apunta que interrumpir un embarazo «en ningún caso» conforma un acto médico porque éstos se encaminan «a la curación o paliación de un síntoma», y continúa: «La Medicina sirve para salvar vidas, y éstas empiezan en el momento de la concepción y terminan por causas naturales». Además recalca que «el embrión merece el máximo respeto. Su combinación genética es tan aleatoria que no se volverá a reproducir jamás. Estaríamos acabando con la vida de un ser único e irrepetible».