16 de julio de 2010
El "problema perpetuo" del Estatuto catalán"
ABC
El "problema perpetuo" del Estatuto catalán".
Hace más de 90 años que el Estatuto de Cataluña está en el centro del debate político español, desde el proyecto de 1919 descartado por Primo de Rivera hasta la última sentencia del TC
ISRAEL VIANA / MADRID
Día 15/07/2010 - 16.57h
Hace más de 90 años que el Estatuto de Cataluña está en el centro del debate político español. Dijo Ortega y Gasset en 1932, tres meses antes de que se aprobara el primer Estatuto de la historia de Cataluña, que «el problema catalán no se puede resolver, sólo se puede conllevar; es un problema perpetuo y lo seguirá siendo mientras España subsista».
Desde entonces y hasta la masiva manifestación del sábado por la sentencia del Tribunal Constitucional –que asegura que «la Constitución no conoce otra Nación que la española»–, el debate siempre ha estado ahí y parece interminable. Como prueba, las palabras de Josep Antoni Duran i Lleida ayer en el Congreso: «La sentencia del TC ha sido el motivo más separador en los últimos 35 años».
Esas diferencias en torno al termino «nación» y al Estatuto son, sin embargo, más antiguas. Ya en 1919, el conflicto de intereses entre el Gobierno catalán y el Gobierno español pusieron freno al primer proyecto de Estatuto, que, a pesar de haber sido aprobado por la Mancomunidad de Cataluña y votado a favor por más del 98% de los ciudadanos consultados, fue descartado por Miguel Primo de Rivera tras el golpe de Estado de 1923.
El Estatuto de Nuria
En la Cortes Constituyentes de 1931, en la Segunda República, volvieron a sumergirse en el debate sobre la organización nacional, las autonomías y el nuevo estatuto, que fue redactado en el valle de Nuria (Gerona).
El nuevo proyecto otorgaba a la comunidad un amplio autogobierno y, esta vez sí, tuvo éxito: fue aprobado en referéndum por más del 99% de los votantes y, más tarde, por las Cortes españolas con 314 a favor y 24 en contra.
En 1932, «Cataluña se constituye en región autónoma dentro del Estado español»
Pero los enfrentamientos no tardaron en llegar. Para los catalanistas, aquel primer Estatuto rebajaba las pretensiones originales del proyecto, que en vez de declarar que «Cataluña era un Estado autónomo dentro de la República española», establecía que «Cataluña se constituye en región autónoma dentro del Estado español». Aún así, estaban convencidos de que era un paso importante para la «emancipación de la patria catalana». Entre los partidarios del Estado unitario, en cambio, provocó una profunda alarma, pues creían que España se desintegraba.
ABC aseguraba que Niceto Alcalá Zamora, el presidente de la República, había traicionado sus propios principios otorgándole a Cataluña tantos poderes, ya que, según podía leerse, en 1912 éste no sólo se oponía a que en España hubiera más de un Estado, sino que se oponía a la creación de una simple Mancomunidad.
Con la llegada de los radicales al Gobierno de la República en 1933, se originaron nuevos conflictos y declaraciones de inconstitucionalidad de alguna de las leyes aprobadas por la Generalitat, lo que provocó que el Estatuto fuera suspendido por tres años. Y aunque fue restaurado de nuevo por el Frente Popular en 1936, duró poco. Franco, basado en su visión unitaria de España, suprimía inmediatamente la Generalitat y el Estatuto.
El Estatuto de Sau
Bajo los últimos años del franquismo, los autonomismos renacieron con fuerza, evitando que el Caudillo pudiera realizar su sueño de uniformización nacional y sumisión total al centralismo madrileño, y en 1977 se reinstauraba de nuevo la Generalitat, formándose la «Comisión de los veinte», encragada de redactar un nuevo Estatuto.
EFE
Una anciana votando el referendum de 1979
«El referéndum del Estatuto de 1932 como el de 1979 tienen en común que el pueblo catalán demuestra que desea autogobernarse», dijo Josep Tarradellas, primer presidente de la Generalitat, después de que ver aprobado el texto por un 88% de los votos, pero obviando que la abstención había superado el 40%.
Y en 2003, tras la investidura de Maragall como presidente de la Generalitat, un nuevo estatuto volvía a centrar debate. Zapatero, por entonces candidato a la presidencia, prometía que apoyaría el nuevo texto que aprobara el Parlamento de Cataluña.
El primer artículo, que proclamaba que «Cataluña es una nación», fue aprobado en 2005 con el aval de todos los partidos catalanes a excepción del Partido Popular, que quería definir a la comunidad autónoma como «nacionalidad» y no como «nación». El problema de la concepción de Cataluña seguía, al igual que hoy, en el centro de la discusión.
Con algunas diferencias sustanciales, sobre todo en lo referente a la financiación, el texto fue aprobado finalmente en el Congreso en 2006, con 189 diputados a favor y 154 en contra. Muy lejos de aquella proporción de 314-24 de 1932.
El recurso de inconstitucionalidad
El PP presentaba entonces un recurso de inconstitucionalidad contra el nuevo Estatuto en el TC, porque, según afirmaban sus dirigentes, se trataba de una «Constitución paralela». Un recurso basado, sobre todo y una vez más, en «el empleo del término nación, pues la única nación prevista en la Constitución es España».
La sentencia del TC asegurando que «Cataluña no es una nación» nos devuelve el «problema perpetuo» del que hablaba Ortega y Gasset en 1932. ¿Hasta cuándo? Nadie lo sabe.
El "problema perpetuo" del Estatuto catalán".
Hace más de 90 años que el Estatuto de Cataluña está en el centro del debate político español, desde el proyecto de 1919 descartado por Primo de Rivera hasta la última sentencia del TC
ISRAEL VIANA / MADRID
Día 15/07/2010 - 16.57h
Hace más de 90 años que el Estatuto de Cataluña está en el centro del debate político español. Dijo Ortega y Gasset en 1932, tres meses antes de que se aprobara el primer Estatuto de la historia de Cataluña, que «el problema catalán no se puede resolver, sólo se puede conllevar; es un problema perpetuo y lo seguirá siendo mientras España subsista».
Desde entonces y hasta la masiva manifestación del sábado por la sentencia del Tribunal Constitucional –que asegura que «la Constitución no conoce otra Nación que la española»–, el debate siempre ha estado ahí y parece interminable. Como prueba, las palabras de Josep Antoni Duran i Lleida ayer en el Congreso: «La sentencia del TC ha sido el motivo más separador en los últimos 35 años».
Esas diferencias en torno al termino «nación» y al Estatuto son, sin embargo, más antiguas. Ya en 1919, el conflicto de intereses entre el Gobierno catalán y el Gobierno español pusieron freno al primer proyecto de Estatuto, que, a pesar de haber sido aprobado por la Mancomunidad de Cataluña y votado a favor por más del 98% de los ciudadanos consultados, fue descartado por Miguel Primo de Rivera tras el golpe de Estado de 1923.
El Estatuto de Nuria
En la Cortes Constituyentes de 1931, en la Segunda República, volvieron a sumergirse en el debate sobre la organización nacional, las autonomías y el nuevo estatuto, que fue redactado en el valle de Nuria (Gerona).
El nuevo proyecto otorgaba a la comunidad un amplio autogobierno y, esta vez sí, tuvo éxito: fue aprobado en referéndum por más del 99% de los votantes y, más tarde, por las Cortes españolas con 314 a favor y 24 en contra.
En 1932, «Cataluña se constituye en región autónoma dentro del Estado español»
Pero los enfrentamientos no tardaron en llegar. Para los catalanistas, aquel primer Estatuto rebajaba las pretensiones originales del proyecto, que en vez de declarar que «Cataluña era un Estado autónomo dentro de la República española», establecía que «Cataluña se constituye en región autónoma dentro del Estado español». Aún así, estaban convencidos de que era un paso importante para la «emancipación de la patria catalana». Entre los partidarios del Estado unitario, en cambio, provocó una profunda alarma, pues creían que España se desintegraba.
ABC aseguraba que Niceto Alcalá Zamora, el presidente de la República, había traicionado sus propios principios otorgándole a Cataluña tantos poderes, ya que, según podía leerse, en 1912 éste no sólo se oponía a que en España hubiera más de un Estado, sino que se oponía a la creación de una simple Mancomunidad.
Con la llegada de los radicales al Gobierno de la República en 1933, se originaron nuevos conflictos y declaraciones de inconstitucionalidad de alguna de las leyes aprobadas por la Generalitat, lo que provocó que el Estatuto fuera suspendido por tres años. Y aunque fue restaurado de nuevo por el Frente Popular en 1936, duró poco. Franco, basado en su visión unitaria de España, suprimía inmediatamente la Generalitat y el Estatuto.
El Estatuto de Sau
Bajo los últimos años del franquismo, los autonomismos renacieron con fuerza, evitando que el Caudillo pudiera realizar su sueño de uniformización nacional y sumisión total al centralismo madrileño, y en 1977 se reinstauraba de nuevo la Generalitat, formándose la «Comisión de los veinte», encragada de redactar un nuevo Estatuto.
EFE
Una anciana votando el referendum de 1979
«El referéndum del Estatuto de 1932 como el de 1979 tienen en común que el pueblo catalán demuestra que desea autogobernarse», dijo Josep Tarradellas, primer presidente de la Generalitat, después de que ver aprobado el texto por un 88% de los votos, pero obviando que la abstención había superado el 40%.
Y en 2003, tras la investidura de Maragall como presidente de la Generalitat, un nuevo estatuto volvía a centrar debate. Zapatero, por entonces candidato a la presidencia, prometía que apoyaría el nuevo texto que aprobara el Parlamento de Cataluña.
El primer artículo, que proclamaba que «Cataluña es una nación», fue aprobado en 2005 con el aval de todos los partidos catalanes a excepción del Partido Popular, que quería definir a la comunidad autónoma como «nacionalidad» y no como «nación». El problema de la concepción de Cataluña seguía, al igual que hoy, en el centro de la discusión.
Con algunas diferencias sustanciales, sobre todo en lo referente a la financiación, el texto fue aprobado finalmente en el Congreso en 2006, con 189 diputados a favor y 154 en contra. Muy lejos de aquella proporción de 314-24 de 1932.
El recurso de inconstitucionalidad
El PP presentaba entonces un recurso de inconstitucionalidad contra el nuevo Estatuto en el TC, porque, según afirmaban sus dirigentes, se trataba de una «Constitución paralela». Un recurso basado, sobre todo y una vez más, en «el empleo del término nación, pues la única nación prevista en la Constitución es España».
La sentencia del TC asegurando que «Cataluña no es una nación» nos devuelve el «problema perpetuo» del que hablaba Ortega y Gasset en 1932. ¿Hasta cuándo? Nadie lo sabe.
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