8 de junio de 2012
La marca del Rey
EDITORIAL
La presentación del proyecto estrella del ministro de Asuntos Exteriores, la Marca España, se demora una y otra vez sin que José Manuel García-Margallo explique por qué. Es verdad que la idea ha perdido fuelle con la imagen que está transmitiendo España en estas semanas en que atraviesa enormes dificultades económicas y financieras. En estas circunstancias, la actividad internacional del rey Juan Carlos viene a suplir un vacío, y el Gobierno hace bien en sacar provecho de él.
Su viaje a Brasil y a Chile, acompañado de un plantel de empresarios de primer nivel, puede contribuir a mejorar la imagen de España en la región, cuando empresas españolas se han visto expropiadas en Argentina y en Bolivia. En América Latina, cuya importancia histórica, cultural y económica para España es mayúscula, el Rey tiene un papel destacado, por su lugar particular en las cumbres iberoamericanas, al que suma su capacidad de interlocución y su conocimiento de la región. Justamente, este viaje también tenía como objetivo contribuir a asegurar el éxito de la Cumbre de Cádiz en noviembre, tras el fiasco de asistencia y contenido de la anterior en Paraguay.
América Latina está cambiando, y la política española debe adaptarse. Sus grandes economías, como Brasil, México, Argentina, Colombia y Chile, no son ya potencias emergentes, sino que han emergido en el nuevo panorama multipolar. Así, en el Observatorio de Paranal en Chile, con el Rey invitado a presenciar este importante paso, los mandatarios del país anfitrión, Colombia, México y Perú, suscribieron ayer el Tratado que crea la Alianza del Pacífico, con fines de integración económica, presencia en Asia —con la que España compite en esta zona del mundo— y, también, como respuesta al eje bolivariano de Chaves.
Es habitual que el Rey, en algunos de sus desplazamientos al extranjero, se haga acompañar de una delegación de empresarios a los que, así, ayuda. Aunque también los empresarios le han arropado en un momento en que la figura del Monarca se ve dañada por la cacería en Botsuana y el caso Urdangarin. Sus discursos públicos son redactados o visados desde el Gobierno, por lo que sus mensajes son los del Ejecutivo, e incluso sirven a este de amplificador para defender los intereses españoles o la visión que quiere transmitir del camino a seguir por la UE. Y es lo que corresponde.
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