26 de octubre de 2009

Un Jemad muy profesional que habla claro

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Lunes 26/10/2009. Actualizado 11:26h.

EDITORIAL

Un Jemad muy profesional que habla claro


UNA DE LAS TRANSFORMACIONES más profundas que se han producido en España en los últimos 30 años ha sido la de las Fuerzas Armadas. Hay una coincidencia general en que la apertura hacia el exterior y su implicación plena en misiones internacionales ha sido un elemento decisivo para la modernización del Ejército español, cuyo pasado negro ya es historia. De la alta cualificación profesional que poseen nuestras Fuerzas Armadas y del relevo generacional del estamento militar producido en los últimos 25 años, da buena cuenta la entrevista que hoy publica EL MUNDO con el Jefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad), general José Julio Rodríguez, uno de los pocos mandos militares que asumió el cargo con la fórmula de la promesa, y no del juramento, que es lo más frecuente. No es muy habitual que el máximo responsable del Ejército español se someta al escrutinio de preguntas de un medio de comunicación, por lo que es necesario subrayar la gran relevancia de este testimonio.

El general no elude comentar ninguna de las misiones -muy peligrosas- que tienen encomendadas las tropas españolas en el exterior, la principal de las cuales tiene como escenario Afganistán. La insistencia del Gobierno de que España está allí para garantizar la paz, cuando la guerra en aquel país se recrudece cada día, reabre una y otra vez el debate sobre la naturaleza de la misión de los soldados españoles. Sobre todo cuando se producen bajas como consecuencia de los ataques de los grupos insurgentes vinculados a los talibán. El Jemad reconoce que tal vez no se ha explicado bien la misión, pero afirma rotundamente que los españoles no tienen «las manos atadas» y que las reglas de enfrentamiento por las que se rigen son idénticas que las de las tropas del resto de los países que participan en la Isaf (la misión de la OTAN en Afganistán). Únicamente reconoce una «restricción específica» de los efectivos españoles: en caso de persecución de un sospechoso, están obligados «a utilizar una fuerza mínima que no sea letal». Algo un tanto ingenuo si el perseguido lleva armas o acaba de plantar una bomba. Sería muy de agradecer en todo caso, y evitaría muchos malentendidos que se producen en el debate político, que el Gobierno y su presidente hablaran tan claro como el máximo responsable del Ejército.

Realista se muestra también el general Rodríguez en lo que se refiere a la operación Atalanta que desarrolla la Armada en el Índico para proteger a los barcos pesqueros de los piratas. Tras descartar una intervención directa en el secuestro del Alakrana para no poner en riesgo la vida de los tripulantes, el Jemad señala que esta «operación militar nunca podrá acabar con éxito» porque la solución para Somalia -un Estado fallido donde mandan las mafias de todo tipo- no es sólo militar, sino «política y diplomática con acciones en tierra». Una opinión que coincide con la de los expertos que recomiendan una mayor implicación de la diplomacia española en esta zona del mundo.

Cuando -en significativa coincidencia con el aniversario de este periódico- se cumplen 20 años de misiones españolas en el exterior, las Fuerzas Armadas afrontan la posibilidad de ampliar el contingente hasta un máximo de 7.700 hombres, que es la cifra propuesta por el propio Jemad cuando tomó posesión. La hipótesis que él mismo plantea es la intervención en «dos escenarios importantes y en cuatro escenarios menores». Para una potencia de tamaño medio como España, con un papel geoestratégico ciertamente modesto, tal vez este cálculo de nuestras posibilidades resulte demasiado ambicioso. Pero en general podemos sentirnos orgullosos del papel exterior de nuestras Fuerzas Armadas.