27 de octubre de 2009
El rastro de los moriscos
ELPAIS
El rastro de los moriscos
Santiago Grisolía, ayer, en su visita a los restos del poblado morisco.
El Consell Valencià de Cultura exige la protección de los poblados musulmanes de La Vall d'Alcalà como reparación a su destierro
ARTURO RUIZ - Dénia - 27/10/2009
Hay aquí un silencio de cuatro siglos, el tiempo que ha transcurrido desde que nadie vive en L'Atzuvieta, uno de los cuatro poblados moriscos que existieron en La Vall d'Alcalà. Y sin embargo cada muro que ha resistido erguido los temporales, cada casa adivinada en restos de paredes, patios y dinteles, cada calle todavía trazada entre matorrales atestiguan que éste fue el último hogar de la desdichada civilización morisca, heredera de los antiguos musulmanes derrotados tras la conquista cristiana, y expulsada hace 400 años por un decreto del rey Felipe III.
En 1609, cuando ya se aproximaban los temibles tercios por los valles de La Marina acelerando con el fragor de las armas la unificación religiosa de la monarquía, alguien debió cerrar por última vez la puerta de su hogar camino del destierro, alguien debió ver por última vez sus huertos y sus recuerdos de infancia antes del exilio. Hay pues también en este lugar desierto una memoria apagada por los siglos: la de la última mirada del otro, del musulmán, del vencido.
Por este motivo, La Vall d'Alcalà exige la preservación de sus poblados moriscos, no sólo por su valor arqueológico, sino porque "es la mayor reparación simbólica que podemos ofrecer a ese pueblo desdichado que sufrió un episodio cruel y dramático", señaló ayer el presidente del Consell Valenciano de Cultura (CVC), Santiago Grisolía. Este organismo celebró su pleno en La Vall d'Alcalà para apoyar la exigencia de proteger los poblados moriscos: "Se lo debemos a la población musulmana, que era mayoritaria en estas tierras antes de la expulsión y que no pudo dejar este legado a sus hijos".
Grisolía pidió a la directora general de Patrimonio de la Generalitat, Paz Olmos, la declaración de los poblados como bienes de interés cultural y advirtió de la urgencia de que las administraciones y las entidades privadas inviertan para investigar y difundir este patrimonio. Es una cuestión urgente: el deterioro de los antiguos núcleos moriscos avanza a marchas forzadas y el alcalde, Juan José Sendra, se quejó de que el último temporal acabó hace unos días con otro de los atávicos muros de L'Atzuvieta.
El Consell Valencià de Cultura y la Mancomunidad Cultural de La Marina Alta -Macma- vinieron así a prestar apoyo a un plan de recuperación ideado por el consistorio en cuatro fases: consolidar los muros de los poblados, proteger los restos de las casas moriscas, recuperar la agricultura morisca (heredera de una heroicidad: abancaló montañas casi tan verticales como paredes) y construir un centro de interpretación para explicar al visitante las principales características de aquella civilización perdida.
El rastro de los moriscos
Santiago Grisolía, ayer, en su visita a los restos del poblado morisco.
El Consell Valencià de Cultura exige la protección de los poblados musulmanes de La Vall d'Alcalà como reparación a su destierro
ARTURO RUIZ - Dénia - 27/10/2009
Hay aquí un silencio de cuatro siglos, el tiempo que ha transcurrido desde que nadie vive en L'Atzuvieta, uno de los cuatro poblados moriscos que existieron en La Vall d'Alcalà. Y sin embargo cada muro que ha resistido erguido los temporales, cada casa adivinada en restos de paredes, patios y dinteles, cada calle todavía trazada entre matorrales atestiguan que éste fue el último hogar de la desdichada civilización morisca, heredera de los antiguos musulmanes derrotados tras la conquista cristiana, y expulsada hace 400 años por un decreto del rey Felipe III.
En 1609, cuando ya se aproximaban los temibles tercios por los valles de La Marina acelerando con el fragor de las armas la unificación religiosa de la monarquía, alguien debió cerrar por última vez la puerta de su hogar camino del destierro, alguien debió ver por última vez sus huertos y sus recuerdos de infancia antes del exilio. Hay pues también en este lugar desierto una memoria apagada por los siglos: la de la última mirada del otro, del musulmán, del vencido.
Por este motivo, La Vall d'Alcalà exige la preservación de sus poblados moriscos, no sólo por su valor arqueológico, sino porque "es la mayor reparación simbólica que podemos ofrecer a ese pueblo desdichado que sufrió un episodio cruel y dramático", señaló ayer el presidente del Consell Valenciano de Cultura (CVC), Santiago Grisolía. Este organismo celebró su pleno en La Vall d'Alcalà para apoyar la exigencia de proteger los poblados moriscos: "Se lo debemos a la población musulmana, que era mayoritaria en estas tierras antes de la expulsión y que no pudo dejar este legado a sus hijos".
Grisolía pidió a la directora general de Patrimonio de la Generalitat, Paz Olmos, la declaración de los poblados como bienes de interés cultural y advirtió de la urgencia de que las administraciones y las entidades privadas inviertan para investigar y difundir este patrimonio. Es una cuestión urgente: el deterioro de los antiguos núcleos moriscos avanza a marchas forzadas y el alcalde, Juan José Sendra, se quejó de que el último temporal acabó hace unos días con otro de los atávicos muros de L'Atzuvieta.
El Consell Valencià de Cultura y la Mancomunidad Cultural de La Marina Alta -Macma- vinieron así a prestar apoyo a un plan de recuperación ideado por el consistorio en cuatro fases: consolidar los muros de los poblados, proteger los restos de las casas moriscas, recuperar la agricultura morisca (heredera de una heroicidad: abancaló montañas casi tan verticales como paredes) y construir un centro de interpretación para explicar al visitante las principales características de aquella civilización perdida.