5 de noviembre de 2010

El fiscal mantiene su petición de 319 años por el asesinato del general Justo Oreja con una bici-bomba en Madrid
ABC
N. VILLANUEVA / MADRID
Día 04/11/2010 - 19.30h
La representante de los presos etarras, Ana Belén Egües, ha asegurado esta mañana sentirse orgullosa de su militancia en ETA y de haberlo hecho en compañía de los también miembros del “comando Madrid"Gorka Palacios y Juan Luis Rubenach. Estos dos últimos han sido juzgados en la Audiencia Nacional por el asesinato del general Justo Oreja en la calle López de Hoyos de Madrid en 2001, atentado por el que ya fue condenada en su momento la propia Egües.
Durante su declaración como testigo, la etarra, que en sus declaraciones policiales inculpó a los procesados en las acciones terroristas en las que el comando participó, se desdijo de aquellas confesiones por haberlas hecho, dijo, “bajo torturas”. En esta ocasión, y ya en presencia de sus ex compañeros de comando, Egües se limitó a repetir una y otra vez que no recordaba nada. Y sólo se refirió a los procesados para asegurar en euskera que sí les conoce porque han militado juntos. “para mí ha sido un honor militar con ellos”, añadió.
Bicicleta-bomba
Tras negarse a declarar los acusados y la comparecencia de diez testigos (entre ellos los propietarios del piso de Salamanca alquilado por los etarras), el fiscal de la Audiencia Nacional Pedro Rubira ha mantenido su petición de 319 años para cada uno de los acusados: 28 por el asesinato del general, 255 por 17 tentativas de asesinato y 36 años por dos delitos de estragos. El atentado contra el general Justo Oreja se produjo a las 8.15 horas del 28 de junio de 2001, cuando el acusado Rubenacha estacionó una bicicleta-bomba en las inmediaciones del domicilio del militar y la accionó con un mando a distancia cuando Oreja salía, como cada mañana, a comprar el periódico. La información previa del militar había corrido a cargo de Palacios y Egües.
Uno de los policías que testificó esta mañana relató que al principio no pensaron que se tratara de un atentado, sino de una explosión en un banco. Cuando se enteraron de que entre los heridos (18 personas) había una de ellas muy grave y que se trataba de un militar (los servicios de emergencia ya no pudieron hacer nada por su vida), fue cuando se percataron de que podía estar detrás ETA.
Justo Oreja, de 62 años, era abogado además de militar, y estaba a punto de pasar a la reserva y continuar ejerciendo la abogacía en el despacho que compartía con su hijo. Éste, junto con otra de los cuatro hijos del matrimonio, presenció el juicio por el asesinato de su padre desde el otro lado de la barrera, como les toca hacer a tantas otras víctimas del terrorismo. Mientras, los padres de Palacios se desplazaban a la Audiencia Nacional para lanzar besos a su hijo a través del cristal blindado.