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24 de noviembre de 2010
El Rey que reconcilió las dos Españas
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Día 21/11/2010 - 01.17h
«HOY comienza una nueva etapa de la historia de España». Desde que el Rey pronunció esta frase en su primer mensaje a los españoles hasta hoy han transcurrido 35 años que constituyen el más largo periodo de paz civil, progreso y libertad de nuestra historia reciente. Un periodo sin precedentes solo ensombrecido por el látigo asesino de ETA y, más recientemente, por una grave crisis económica que amenaza con convertir en un paréntesis esta etapa de prosperidad.
EFE
Hasta aquel 22 de noviembre de 1975 y durante el último siglo y medio la historia de nuestro país había sido la de media España contra la otra media, el fracaso de la convivencia entre españoles de ideas enfrentadas. Pero aquel día Don Juan Carlos habló de un futuro distinto al afirmar que quería ser el Rey de todos los españoles, por encima de las diferencias políticas. La Corona ofrecía un horizonte de concordia y reconciliación a una España que había abandonado el subdesarrollo, pero que afrontaba su futuro con una mezcla de esperanza y temor. Había deseos de libertad, pero temían poner en peligro el desarrollo que había empezado en los años 60.
Era la primera vez que los españoles oían una afirmación similar en boca del Jefe del Estado. Aunque sus palabras fueron recibidas con escepticismo por una parte de la sociedad española, pronto les siguieron los hechos. Tras la celebración, año y medio después, de las elecciones democráticas, el 6 de diciembre de 1978, los españoles acudieron a votar la primera Constitución de la historia sometida a referéndum popular —las anteriores solo las aprobaron las Cortes— y la única que ha contado con el consenso y la aceptación de todos, desde la derecha conservadora al Partido Comunista.
Hasta entonces los españoles no habían sabido acordar un marco político y jurídico de convivencia en el que se desarrollaran en paz las discrepancias que se producen en el seno de cualquier sociedad viva.
Estos siete lustros de paz civil, estabilidad y progreso sin precedentes han borrado de la memoria colectiva la historia turbulenta de la España contemporánea, cuyo último coletazo fue el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Esa noche el Rey volvió a demostrar que era el primer defensor de la democracia. Atrás quedaban cuatro guerras civiles, cinco magnicidios, decenas de atentados, cerca de 200 pronunciamientos militares y golpes de Estado, siete Constituciones sin consenso (la de 1876 solo tuvo el de la burguesía y no supo incluir después a las clases trabajadoras); 142 presidentes de Gobierno se sucedieron a lo largo de 142 años, la mayoría sin llegar a cumplir un año de mandato; privación de libertades y vidas condenadas al exilio o a la intolerancia. «No podíamos repetir los errores del pasado. De ahí que apostáramos por el respeto mutuo, la tolerancia, la reconciliación y la concordia», explica el Rey, convencido, desde el primer momento, de que «la normalidad democrática era inaplazable».
Como consecuencia de esos más de cien años de inestabilidad y violencia, en los años 30 del siglo pasado casi la mitad de la población española era agrícola y el 44% de sus habitantes (58,2% de las mujeres) eran analfabetos. Los campesinos cobraban sueldos de miseria y la renta media de los españoles era solo el 40% de la que tenía un alemán de la época. En cuanto se dieron las condiciones de estabilidad y paz social, España abandonó su retraso secular y experimentó un proceso de modernización, democratización y europeización sin precedentes. A modo de ejemplo, en 1975 España apagaba su última locomotora de vapor y, 35 años después, está a la cabeza del mundo en kilómetros de alta velocidad. La esperanza de vida ha aumentado siete años y hasta la estatura media de los varones ha subido siete centímetros por la mejora de la nutrición.
Una extraordinaria transformación protagonizada, sin duda, por el pueblo español, pero en cuyos inicios jugó un papel esencial una generación de políticos que supo encauzar ese proceso con inteligencia y generosidad y en plena sintonía con las aspiraciones de los ciudadanos. En comparación con los 142 presidentes de Gobierno en 142 años de etapas anteriores, el Reinado de Don Juan Carlos se ha caracterizado por la estabilidad y por una tranquila alternancia democrática en la que solo se han producido cinco cambios de jefes del Ejecutivo en 35 años, de los que el PSOE ha gobernado veinte, el PP ocho y el centro, seis.
Aprender del pasado
Tras esta historia de éxito, en los últimos años se ha producido un deterioro de la convivencia política, especialmente entre los dirigentes, lo que sumado a una crisis económica cuyo fin no se atisba, ha dibujado un horizonte poco esperanzador. Igual que hizo hace 35 años, la Corona ha marcado el camino y ha apuntado a la lección de responsabilidad histórica que dieron los dirigentes políticos de los años 70, cuando fueron capaces de resolver una crisis institucional dentro de una grave crisis económica. «No nos podemos permitir que las legítimas diferencias ideológicas resten energías al logro de los consensos que piden nuestros ciudadanos», afirma el Rey. «Está en nuestras manos —añade el Príncipe— demostrar que los españoles de hoy no sólo aprendimos aquella gran lección de responsabilidad nacional, sino que podemos volver a ser ejemplo de capacidad y de superación».