Empieza una nueva etapa,
atrás queda el tiempo sombrío del riesgo de rescate y colapso y se inicia el de la esperanza en el que hay lugar para ayudas a las empresas y reducciones de impuestos. Ese es el mensaje que el presidente del Gobierno quería lanzar este martes en la tribuna en el arranque del debate sobre el estado de la nación. Mariano Rajoy cree llegado el momento de las buenas noticias y da por acabada la crisis.
En el ecuador de la legislatura, los diputados que le dan respaldo parlamentario abandonaron la imagen compungida de hace un año, cuando el discurso era aún el de los sacrificios, los recortes y el riesgo de intervención y le dedicaron cerradas ovaciones. Casi 30 interrupciones con aplausos en hora y media de discurso en el que proclamó simbólicamente:
“Hemos cruzado el Cabo de Hornos”. Su arma para darse una alegría y sostener el optimismo fueron los datos macroeconómicos que, según dijo, muestran la recuperación y el fin de la crisis. Eso le dio para anunciar medidas positivas, por primera vez desde que llegó a la Moncloa, en forma de una aún inconcreta reforma fiscal y de medidas de estímulo a la contratación. Por el momento, se trata de que
“los trabajadores que ganan menos de 12.000 euros al año no pagarán el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas". Pero ni el presidente en la tribuna ni el Gobierno durante todo el día fueron capaces de establecer a cuántas personas afectará, porque ya están exentos los que ganan 11.162 euros anuales. Todo porque la reforma fiscal está aún poco trabajada y no hay nada concretado, salvo la constatación de que entrará en vigor en 2015, en vísperas de las elecciones autonómicas, municipales y generales y se anunciará antes de las europeas de mayo.
Al no estar madura la reforma, no hay constancia en sus palabras de si en la reducción de impuestos revertirá la subida que se ha producido durante su mandato y al margen de su programa electoral, tal y como se comprometió en anteriores debates.
Mucho más concreto fue el anuncio de una drástica rebaja de las cotizaciones sociales,
hasta una tarifa plana de 100 euros al mes, para la creación de nuevo empleo fijo. El anuncio va en la línea de las peticiones de los empresarios, pero con condiciones que limitan su alcance, como la permanencia del puesto de trabajo.
“España, cerca del abismo“, rezaba el título de un periódico europeo de hace un año que Rajoy leyó en su discurso inicial, pero ahora se ha evitado el rescate. “Hay menos parados que hace un año”, explicó el presidente para sostener el fin de la etapa negra y el principio de esa recuperación. Según su intervención, su principal activo es haber salvado a España de la intervención y solo importa su eficacia, porque explicó que “hablamos de resultados”.
Para que nada le empañara la fiesta, Rajoy orilló los problemas. Se quitó de encima
la muerte de 15 inmigrantes en Ceuta, para en un párrafo referirse a las gestiones ante la Unión Europea para “regular los flujos migratorios” sin mención expresa a los fallecidos; la corrupción la solventó reiterando todas las medidas de reforma legal que ya anunció hace un año y que aún no están aprobadas y la reforma del aborto ni la mencionó. El pasado inmediato de su gestión lo sepultó en el silencio o en las medidas genéricas para el futuro, porque solo quería buenas noticias.
Para no eclipsar su triunfalismo hizo caso omiso a las reiteradas referencias de Alfredo Pérez Rubalcaba a los recortes de libertades y la petición de retirada de la reforma de la ley del aborto. Ni se molestó en defender su anteproyecto que tanto divide a su partido y tanto distrae de su mensaje de recuperación.
El líder socialista hizo réplicas muy duras en uno de sus mejores debates como líder de la oposición, aunque esté ante la paradoja de que pueda ser el último como tal. Pertrechado solo con algunas notas intentó bajar el balón al suelo y hablarle de “las condiciones de vida”, tras arrancar con la significativa pregunta dirigida al presidente: “¿En qué país vive usted?”.
Reprochó a Rajoy que se agarre a la prima de riesgo y omita “la vida de los españoles” que se concreta en datos como los recortes de ayudas, de prestaciones, de dependencia, de sanidad o de educación.
Reiteradamente, el líder de la oposición se refirió a las desigualdades que, según él, ha generado el Gobierno. “La apoteosis de la desigualdad”, dijo para definir su gestión, en un discurso muy ideólogico en el que aseguró que “el PP creía que los trabajadores tenían muchos derechos, las mujeres mucha libertad y los españoles mucha igualdad y han ido a por ello. La crisis es una coartada de la derecha para hacer lo que siempre han querido hacer”.
Su tesis es que no es Rajoy, sino Mario Draghi (presidente del Banco Central Europeo) y un cambio de prioridades en la UE lo que ha traído la recuperación a toda Europa, incluida España pese a las decisiones equivocadas del presidente del Gobierno.
“Su política es cruel”, le dijo Rubalcaba a Rajoy. “No he visto a un presidente que tenga tanto sufrimiento debajo y que esté tan pagado de sí mismo”, le remachó, para añadir que “la herencia es la de los 35 años de democracia, de la sanidad y la educación pública y el sistema de pensiones”.
El líder socialista puso en cuestión la medida de reducir cotizaciones anunciada por Rajoy, porque hay 300.000 contratos fijos menos y “no vale para nada porque los 100 euros no compensan habiendo tal cantidad de contratos precarios para elegir”.
Le habló del
caso Gürtel y le dijo que "cada semana llegan desde la Audiencia Nacional noticias que demuestran que usted nos mintió en esta cámara”, para concluir que “se ha financiado ilegalmente durante 20 años”. Pero el presidente miró para otro lado y eludió entrar a ese trapo, como si la corrupción que afecta a su partido en un proceso judicial en la Audiencia Nacional ya no existiera o lo hubiera borrado la mejora de la prima de riesgo.
Pero Rajoy le contestó con la vuelta a sus tiempos de líder de la oposición del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que ya no existe y hasta con la llamada “ley Corcuera” de la última década del siglo pasado.
El arma de Rajoy volvió a ser el pasado de Rubalcaba y por eso le respondió con los muertos en Ceuta y Melilla cuando gobernaba el PSOE y, sobre todo, con los datos macroeconómicos de entonces. La herencia recibida le sirve de burladero dos años y medio después: “Su discurso apocalíptico no se corresponde con la realidad. Ustedes dejaron hundidas las bases de la economía entre 2008 y 2009. Y el mayor enemigo de los derechos sociales es quien genera desempleo”.
Solo Cataluña y sus circunstancias fueron aceptadas por Rajoy como el punto negro dentro de sus discurso triunfalista.
El presidente del Gobierno mantuvo su discurso contundente contra la consulta que promueve Artur Mas. “Estoy de acuerdo en el diálogo, pero lo que nos gobierna es la ley y un presidente del Gobierno no puede aceptar que se convoque un referéndum unilateral”, aseguró en su intervención inicial y e
n la dura respuesta al portavoz de CiU, Josep Antoni Duran Lleida. “Se me puso sobre la mesa un contrato de adhesión que no puedo aceptar de ninguna manera”, respondió a Duran. El portavoz de CiU defendió la necesidad de abrir un proceso de diálogo entre La Moncloa y la Generalitat, porque “el independentismo catalán se alimenta por las torpezas de su Gobierno”. El resultado volvió a ser un diálogo de sordos y sin salida, por el bloqueo mientras se mantenga sobre la mesa la convocatoria de una consulta en noviembre. No respondió Rajoy a la propuesta de Rubalcaba para crear una subcomisión que estudie los problemas del modelo territorial y, en su caso, analice posibles reformas constitucionales.
El último tramo del debate ha tenido el estrambote del modo tan agrio con que Rajoy ha contestado a varios portavoces. A Joan Coscubiela (ICV) le ha despachado con un "páselo usted bien" y con Rosa Díez (UPyD) ha vuelto a mostrar Rajoy hasta qué punto le irrita la diputada. Y eso que ha empezado tendiendo la mano al presidente, pero todo ha terminado en un áspero intercambio, con el desprecio del presidente y los calificativos de Díez hacia él: "Es usted soberbio y prepotente".
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