LA OPINIÓN DERamón Pérez-Maura
Fue Franco el que indultó a Carrillo
De Paracuellos del Jarama no le libró la amnistía del Rey. Le libró el decreto del nefando dictador. Con perdón
ABC - Día 21/11/2013 - 12.17h
Autocitarse no es lo más elegante que se puede hacer en un artículo. Pero cuando la autocita tiene como finalidad confesar un error, puede tener un pase. Decía yo en una columna titulada «A qué se dedican nuestros comunistas», publicada en esta página el pasado 24 de octubre, que «Lo que sí sé es que los españoles nos dimos una amnistía en 1977 que sirvió para perdonar todo tipo de delitos cometidos por uno y otro bando. Y que esos delitos –de sangre– incluyeron los cometidos, por ejemplo, por su muy admirado Santiago Carrillo Solares, el de Paracuellos, que murió en su cama en Madrid el 18 de septiembre de 2012. Expiró sin penar un solo día de cárcel, porque no tuvo que afrontar un juicio nunca en su vida. Porque el perdón de un bando fue mucho más sincero que el del contrario».
Un antiguo colega de estas páginas de ABC, hoy dedicado a tareas de alta dirección en otra empresa de comunicación, me ha hecho ver mi error. Le ha bastado con hacerme llegar el BOE del 1 de abril de 1969, cuya primera disposición general de esa fecha dice: «Artículo primero.-Se declaran prescritos todos los delitos cometidos con anterioridad al uno de abril de mil novecientos treinta y nueve. Esta prescripción, por ministerio de la Ley, no requiere ser judicialmente declarada y, en consecuencia, surtirá efecto respecto a toda clase de delitos, cualesquiera que sean sus autores, su gravedad o sus consecuencias, con independencia de su calificación y penas presuntas, y sin tener en cuenta las reglas que los Códigos vigentes establecen sobre cómputo, interrupción y reanudación de los plazos de prescripción del delito...».
Es decir, la amnistía de 1977 pudo librar a Carrillo de toda persecución por sus actividades en la clandestinidad y al frente del ilegal Partido Comunista de España. Pero de los posibles crímenes de sangre cometidos durante la guerra civil, y en concreto de los de Paracuellos del Jarama, no le libró la amnistía del Rey. Le libró el decreto del nefando dictador. Con perdón. Y Carrillo, el padre del rector magnífico, nunca renegó de él. Si Franco era un dictador que imponía su voluntad, esa capacidad de imponerse era tan efectiva en una dirección como en la contraria. Y este decreto-ley del 1 de abril de 1969, exactamente treinta años después de decretar el final de la guerra, se promulgaba, no por casualidad, a poco más de tres meses de proclamar a Don Juan Carlos sucesor a título de Rey. Parece evidente que se buscaban formas de pasar página. Para todos. Porque en la guerra, todos cometen barbaridades. Y es por ello que hoy podemos sostener sin temor a equivocarnos que en la Transición y en la Democracia el perdón ha caracterizado mucho más a un bando que a otro. Y, como decíamos ayer, el llamamiento de Azaña «Paz, piedad, perdón» no ha impregnado la labor de los suyos.
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