2 de junio de 2011

La benevolencia de los jueces

La benevolencia de los jueces, por Eugenio Nasarre, 19-05-11

La caída de la República de Weimar y el ascenso al poder de Hitler y el movimiento nazi es una de las páginas de la historia del siglo XX más estudiadas y más exhaustivamente analizadas. Constituye una experiencia de la que se deben extraer muchas lecciones. Uno de los aspectos en que coinciden la mayoría de los historiadores es que el comportamiento benevolente de los jueces alemanes con los actos delictivos del nazismo tuvo fatales consecuencias.
El violento y fallido golpe de Estado de 1923 en Munich supuso a Hitler una leve condena de prisión de tan solo un año y un mes. Los asesinatos de notorios personajes políticos, a comienzos de los años 20, como Rathenau y Erzberger quedaron impunes. Las “fuerzas de choque” del movimiento nazi fueron creando un clima de violencia creciente y de intimidación a lo largo de aquella década, sin que el aparato jurídico de la República de Weimar supiera hacerle frente. Hitler manejó hábilmente la doble vía de la violencia y de la participación electoral para ir escalando posiciones hacia la toma del poder. Estar dentro de las instituciones formó parte esencial de su “estrategia de la tensión” para liquidar el régimen.  La “benevolencia” de la judicatura alemana se puso una vez más de manifiesto en el juicio contra tres oficiales, acusados de organizar con el partido nazi un golpe militar, en 1930. Hitler, testigo en aquel juicio, declaró ante el tribunal: “El movimiento nacionalsocialista procurará conseguir su objetivo en este Estado por medios constitucionales. La Constitución nos indica sólo los métodos, no el objetivo”. El juez, con una ingenuidad pasmosa, se contentó con  pedirle  que ratificase mediante juramento la veracidad de su testimonio. Hitler no tuvo ningún inconveniente en hacerlo. El historiador Ian Kershaw relata que Goebbels afirmó que el juramento de Hitler había sido “una maniobra brillante”. “Ahora somos ya absolutamente legales”, apostilló exultante. Tres años después Hitler accedía al poder.
La  misma actitud de Goebbels es la que han tenido los promotores y ahora dirigentes legales de Bildu ante la sentencia del Tribunal Constitucional. Ha sido para ellos una gran victoria y  de ninguna manera una victoria de la democracia. Los movimientos totalitarios surgidos en el siglo XX han observado siempre una estrategia que combina la violencia terrorista con la utilización de las vías legales. Eta ha sido  siempre fiel  a este modelo de estrategia. Para ella  y para la consecución de sus fines resulta vital disponer de poder local. La democracia española, muy trabajosamente, fue dándose cuenta de que la derrota de Eta exigía  impedirla aprovecharse de las ventajas de participar en las instituciones democráticas. Costó muchos años, muchos sufrimientos, muchas víctimas. La ley de partidos de 2002 fue un paso decisivo y  la sentencia del Tribunal de Estrasburgo suponía el más claro aval jurídico a la voluntad del legislador español.
La responsabilidad de los jueces del Tribunal Constitucional es inmensa. El movimiento etarra podrá celebrar su sentencia por segunda vez la noche del 22 de mayo. Porque recuperará el poder municipal y con astucia podrá condicionar el futuro de muchos ayuntamientos y la vida política del País Vasco.  Sabemos que el retroceso en la lucha antiterrorista es colosal. Eta queda fortalecida ante su actual empeño negociador. Bildu no ha renunciado a ninguno de los objetivos del movimiento etarra. Como hiciera Hitler ante el tribunal de Berlín, ha distinguido cínicamente entre “objetivos” y “métodos”. Pero el problema es que Eta sigue ahí, por lo que la apelación a los “métodos” resulta desvergonzadamente hipócrita, aunque, envueltos en  su venda,  los seis  jueces no lo hayan querido ver.
El momento –reconozcámoslo- es sumamente delicado en una España sumida en una grave crisis económica, institucional y social. . Porque, con la Eta ya en las instituciones locales, la revisión de la “doctrina Parot” tendría unos efectos demoledores: el regreso “a casa” de los criminales etarras como vencedores desafiantes. La repugnante imagen del etarra Errandonea, saliendo de la cárcel con el cartel que identifica a Bildu con Eta, es el preludio de un posible escenario insoportable. Todo este camino conduce a la negociación, que –no podemos olvidarlo- fue autorizada por una mayoría parlamentaria en la pasada legislatura en el acto más triste y bochornoso de nuestra reciente historia democrática.

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