11 de abril de 2009

«¡Ole ese Cristo tan guapo!»

ABC

«¡Ole ese Cristo tan guapo!»

Silencio, devoción y fe

El fervor de miles de fieles toma el centro de la ciudad

Recogimiento en la procesión de «El cautivo», en el distrito de Salamanca
Recogimiento y solemnidad en la procesión del Divino Cautivo, organizada por la Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús el Divino. Salió del Colegio Calasancio, de los Escolapios, en la calle General Díaz Porlier y recorrió, desde las ocho de la tarde, diversas calles del distrito de Salamanca. Entre ellas, José Ortega y Gasset, Juan Bravo, Conde de Peñalver, Goya y Príncipe de Vergara. En esta procesión del El Divino Cautivo, que consta de un único paso, el lazo blanco contra la ley del aborto del Gobierno central se colocó en la parte delantera del mismo, de manera más visible. El Asistente Eclesiástico de Hermandades y Cofradías del Arzobispado, Francisco Andrés Martínez Domínguez, explicó a Efe que las hermandades expresaban así su rechazo a la nueva ley.
MARÍA ISABEL SERRANO MADRID
«Bailando», entre vivas, oles y pétalos de rosas que caían desde los balcones salió ayer la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, «El Pobre», desde la iglesia de San pedro «El Viejo», en el número 15 de la calle del Nuncio. Pasaban veinte minutos de las siete de la tarde y, tras un silencio atronador, los aplausos y los gritos de fervor inundaron el corazón del viejo Madrid. Daba comienzo la procesión de «El Pobre» -conocido así porque era venerado por las personas más modestas-, una de las más antiguas de la Villa y Corte.
Tras este paso salió el de la Virgen María Santísima del Dulce Nombre, aclamada por todos, que portaba un lazo blanco en señal de protesta por el proyecto de ley de ampliación del aborto.
Listillos de última hora
La calle del Nuncio es curva, empinada y muy estrecha. Miles de personas se afanaban por buscar el mejor sitio para contemplar la procesión. Algunas, como la familia de Teodoro González, llevaban allí desde las dos de la tarde y ya se empezaban a mosquear porque «los listillos de última hora empujan para quitarnos el sitio».
Cierto como que hay sol. En la plaza de Puerta Cerrada, donde desemboca la calle del Nuncio, no cabía ni un alfiler. Todas las calles y callejuelas de la zona, tres cuartos de lo mismo. Aquello parecía un hormiguero. Fervor, a raudales, pero también mucho curioso que, este año, no ha dudado en disfrutar de la Semana Santa madrileña. Tanto era el tumulto y tan difícil resultaba ver lo que estaba ocurriendo en la calle que no tuvimos más remedio que pedir cobijo en el restaurante «Casa Paco», en plena Puerta Cerrada, y donde desde sus balcones, descubrimos que lo que estaba sucediendo abajo, en la calle, era todo un espectáculo de fervor y religiosidad.
«¡Guapo!», gritaron al Nazareno nada más salir del templo. Lo hizo «bailando», meciéndose, algo de lo que son expertos los 36 anderos que portaban el paso. Para muchos, lo más bonito es ver salir «El Pobre» de la iglesia porque, es verdad, los anderos tienen que arrodillarse puesto que la talle mide más que la puerta. ¡Vaya si se arrodillaron!. Y el Cristo -de 70 kilos-, «dio la cara» en medio de una ovación. La talla, de madera, es del siglo XVIII y obra de un autor anónimo de la escuela sevillana. Representa a Jesús en pie, maniatado y coronado de espinas.
Al son de Serrat
«¡Bájense para abajo!», se quejaba Rosa, a quien se le había subido otra mujer al asiento de la parada del autobús y, claro, ella no veía nada.
Los fieles volvieron a quedarse sin aliento cuando salió de la iglesia de San Pedro «El Viejo», el paso de la Virgen. Más vivas, más ¡guapa! y más emoción. Tras ella, la banda de música interpretaba «La saeta», de Joan Manuel Serrat. Entre el cortejo, los penitentes, damas vestidas de luto riguroso y los miembros de la Hermandad de Jesús Nazareno «El Pobre» y María Santísima del Dulce Nombre.
La procesión tuvo el mismo esplendor en todo su recorrido: calles de San Justo y Sacramento, Plaza de la Villa, Plaza Mayor, Cascorro, Humilladero, Cava Baja ... Y vuelta al templo. «¡Viva ese Cristo!», le corearon.