25 de diciembre de 2017
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El discurso íntegro de Felipe VI
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completo del mensaje de Navidad del Rey de este 2017
Madrid 24 DIC 2017 - 20:11 BRST
El
Rey Felipe VI durante su mensaje de Navidad. EFE
/ VÍDEO: EPV
Buenas noches,
Me dirijo a todos vosotros para felicitaros la Navidad y transmitiros
junto a la Reina, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía nuestros mejores
deseos para el año 2018.
Y os agradezco que en esta noche de encuentro de familias y de seres
queridos, me permitáis acompañaros unos minutos para compartir con vosotros
algunas reflexiones cuando estamos ya a punto de terminar el año.
2017 ha sido en España, sin duda, un año difícil para nuestra vida en
común; un año marcado, sobre todo, por la situación en Cataluña, a la que luego
me referiré.
Pero también ha sido un año en el que hemos comprobado el compromiso muy
sentido, firme y sincero de los españoles con la España democrática que juntos
hemos construido.
Porque lo largo de los últimos 40 años, hemos conseguido hacer realidad
un país nuevo y moderno, un país entre los más avanzados del mundo:
Hemos asentado definitivamente la democracia, incluso superando hace
décadas un intento de involución de nuestras libertades y derechos. Somos una
parte esencial de una Unión Europea con la que compartimos objetivos y una
misma visión del mundo.
Frente al terrorismo hemos conseguido hacer prevalecer la vida, la
dignidad y la libertad de las personas con la fuerza de nuestras convicciones
democráticas.
Y hemos llevado a cabo, en fin, la transformación más profunda de
nuestra historia en muchos ámbitos de nuestra vida: en educación y en cultura,
en sanidad y en servicios sociales, en infraestructuras y en comunicaciones, o
en defensa y seguridad ciudadana.
En definitiva, a lo largo de todos estos años de convivencia
democrática, los derechos y libertades, el progreso y la modernización de
España, y también su proyección y relevancia internacional, han ido de la mano.
Y todo ese gran cambio, todo ese gran salto sin precedentes en nuestra
historia, ha sido posible gracias a una España abierta y solidaria, no
encerrada en sí misma; una España que reconoce y respeta nuestras diferencias,
nuestra pluralidad y nuestra diversidad, con un espíritu integrador; una España
inspirada en una irrenunciable voluntad de concordia.
En el camino que hemos recorrido, desde luego, hay que reconocer que no
todo han sido aciertos; que persisten situaciones difíciles y complejas que hay
que corregir, y que requieren de un compromiso de toda la sociedad para
superarlas.
A pesar de todo ello, el balance tan positivo de todos estos años es
innegable. Tenemos que apreciarlo y valorarlo. Merece la pena y nos lo
merecemos como país y como sociedad.
Porque la historia de la España que juntos hemos construido es la
historia de un gran triunfo de todos los españoles. Una España a la que no
debemos renunciar, que debe ilusionar y motivarnos, y que debemos seguir
construyendo, mejorándola, actualizándola, sobre la base sólida de los
principios democráticos y los valores cívicos de respeto y de diálogo que
fundamentan nuestra convivencia.
Unos principios y valores que, como hemos comprobado incluso en este año
2017, están profundamente arraigados en nuestra sociedad, en la vida diaria de
nuestros ciudadanos, y tienen raíces muy hondas en las conciencias y en los
sentimientos de los españoles. Mucho más de lo que nos podíamos imaginar.
España es hoy una democracia madura, donde cualquier ciudadano puede
pensar, defender y contrastar, libre y democráticamente, sus opiniones y sus
ideas; pero no imponer las ideas propias frente a los derechos de los demás.
Respetar y preservar los principios y valores de nuestro Estado social y
democrático de Derecho es imprescindible para garantizar una convivencia que
asegure “la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político”, tal y
como señala nuestra Constitución. Porque cuando estos principios básicos se
quiebran, la convivencia primero se deteriora y luego se hace inviable.
Hace unos días, los ciudadanos de Cataluña han votado para elegir a sus
representantes en el Parlament, que ahora deben afrontar los problemas que
afectan a todos los catalanes, respetando la pluralidad y pensando con
responsabilidad en el bien común de todos.
El camino no puede llevar de nuevo al enfrentamiento o a la exclusión,
que –como sabemos ya– solo generan discordia, incertidumbre, desánimo y
empobrecimiento moral, cívico y –por supuesto– económico de toda una sociedad.
Un camino que, en cambio, sí debe conducir a que la convivencia en el
seno de la sociedad catalana –tan diversa y plural como es– recupere la
serenidad, la estabilidad y el respeto mutuo; de manera que las ideas no
distancien ni separen a las familias y a los amigos. Un camino que debe
conducir también a que renazca la confianza, el prestigio y la mejor imagen de
Cataluña; y a que se afirmen los valores que la han caracterizado siempre en su
propia personalidad y le han dado los mejores momentos de su historia: su
capacidad de liderazgo y de esfuerzo, su espíritu creativo y vocación de
apertura, su voluntad de compromiso, y su sentido de la responsabilidad.
Pero superar los problemas de convivencia que ha generado esta situación
no nos puede hacer olvidar, por supuesto, otras serias preocupaciones y
desafíos de la sociedad española, que también condicionan nuestro futuro y a
los que me voy a referir muy brevemente:
Nuestra economía y el empleo han mejorado sustancialmente, pero la
creación de puestos de trabajo estables tiene que ser siempre un objetivo
esencial y prioritario. Como igualmente no puede caer en el olvido la
obligación y la responsabilidad de afrontar la desigualdad y las diferencias sociales,
sobre todo tras las consecuencias generadas por la reciente crisis económica,
que tanto daño ha hecho a no pocas familias, y ha afectado tanto al futuro de
muchos jóvenes.
El terrorismo yihadista sigue siendo una amenaza mundial y este año
nosotros lo hemos sufrido directamente en Barcelona y Cambrils. Los españoles
sabemos muy bien que solo desde la unidad democrática, la firmeza del Estado de
Derecho, y la eficacia de la cooperación internacional, podremos vencerlo y
derrotarlo. Y así lo haremos, teniendo siempre muy presentes el recuerdo y el
respeto permanente a sus víctimas.
La corrupción se mantiene también como una de las principales
preocupaciones de la sociedad, que demanda que sigan tomándose las medidas
necesarias para su completa erradicación y que los ciudadanos puedan confiar
plenamente en la correcta administración del dinero público.
Por otra parte somos Europa, y Europa se encuentra en estos momentos en
una encrucijada histórica. España debe recuperar su protagonismo en un proyecto
europeo que ahora requiere una mayor vitalidad e impulso. Europa –y España con
ella– tiene que hacer frente a unos retos que son globales y ante los que no
cabe la debilidad o la división sino la fortaleza de la unión.
La defensa del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático no
son problemas menores ni secundarios por la dimensión y los riesgos que
acarrean y que ya estamos sufriendo. Debemos ser muy conscientes de ello, e
implicarnos todos mucho más. Y España debe mantenerse firme en sus compromisos
ante un problema que afecta a todo el planeta y que requiere soluciones no sólo
globales, sino verdaderamente urgentes.
Tenemos otras muchas preocupaciones –desde luego– pero esta noche no
quiero olvidarme de las mujeres que, en un silencio tantas veces impuesto por
el miedo, sufren la violencia de género. Una lacra inadmisible que nos hiere en
nuestros sentimientos más profundos y nos avergüenza e indigna.
Mantengamos la firmeza y el apoyo político para ayudar y defender a las
víctimas y concienciemos a toda la sociedad contra esa violencia, criminal y
cobarde, que degrada nuestra convivencia.
2018 nos espera en unos días y debemos seguir construyendo nuestro país,
porque la historia no se detiene. Y no hemos llegado hasta aquí para temer al
futuro sino para crearlo.
Y estoy seguro de que nadie desea una España paralizada o conformista,
sino moderna y atractiva, que ilusione; una España serena, pero en movimiento y
dispuesta a evolucionar y a adaptarse a los nuevos tiempos.
Sintámonos, sin complejos, orgullosos de todo lo que hemos conseguido
porque es mérito de todos; confiemos en lo que siempre nos ha unido, en lo que
somos, tal y como somos, y sobre todo en lo que podemos alcanzar juntos con una
fe firme en nuestras convicciones y en nuestras capacidades. Si seguimos por
ese camino, si lo hacemos así, y con todas nuestras energías, yo estoy
convencido de que el año que viene –y los que vendrán después– serán mucho
mejores. Sin duda.
Ese es mi deseo para todos en esta noche tan especial.
Muchas gracias. Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal y Boas festas.
Buenas noches. Y Feliz y próspero año 2018.
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