8 de diciembre de 2017
ANÁLISIS Trump, nuevo profeta en Israel
ANÁLISIS
Trump,
nuevo profeta en Israel
La relación entre EE UU e Israel se había
deteriorado durante el final del mandato de Obama
Un grupo de
palestinos quema fotos de Netanyahu y Trump, este jueves en Gaza. KHALIL HAMRA AP
“Acabaremos echando de menos a Obama. Al
menos era un tipo previsible”, reconocían algunos analistas de la prensa
israelí a comienzos de año, al hilo del cambio de guardia al frente de la Casa Blanca. Especialmente durante su primer mandato,
el demócrata fue uno de los presidentes estadounidenses más populares a escala
mundial. Excepto en Israel, donde acabó demonizado ante la opinión pública por
su proyección hacía el mundo musulmán, plasmada en el discurso de El Cairo de 2009 en el que intentó poner fin al
antagonismo entre el islam y Occidente. Poco contribuyó a la mejora de su
imagen la fría relación con Benjamín Netanyahu: el primer ministro israelí le
responsabilizó de la congelación de la expansión de los asentamientos, una
decisión que para los sectores nacionalistas preponderantes en el Estado judío
equivale a un anatema.
Donald Trump, bien al contrario, no va a
hallar otro lugar mejor que Israel para encontrar reconocimiento tras haber declarado Jerusalén como capital de Israel. Escasamente apreciado en ultramar —el
alcalde de Londres, Sadiq Khan, ha instado al Gobierno británico a no invitarle a una visita oficial—, el 45º presidente fue recibido en mayo en el aeropuerto de Tel Aviv con la alfombra roja de amo del
mundo.
Es cierto que, a finales de 2016, pocos
meses antes de abandonar la Casa Blanca, Obama confirmó el programa de rearme
de Israel por un monto de 38.000 millones de dólares durante una década. Pero
cuando solo quedaban unas semanas para que traspasara el poder a Trump, propició
un voto de condena del Estado hebreo en el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas. Su decisión de no vetar por primera vez en toda su presidencia una resolución contra la expansión de
las colonias judías en Jerusalén Este y Cisjordania sonó a revancha de
despedida a los desplantes de Netanyahu. El jefe del Gobierno israelí había
osado desafiarle un año antes desde la tribuna del Congreso, sin acudir siquiera
a saludarle a su paso por Washington, para torpedear el acuerdo nuclear con
Irán.
“El presidente Trump ha quedado inscrito en
los anales de nuestra capital para la eternidad”, proclamaba ayer con
arrobamiento el primer ministro israelí en una conferencia diplomática. “Su
nombre quedará grabado junto al de otros en nuestra gloriosa historia”. Aludía
sin duda al presidente Harry Truman, que en 1948 reconoció al recién nacido
Estado de Israel; a John F. Kennedy, que sentó las bases para la superioridad
militar hebrea en Oriente Próximo, incluso a Richard Nixon, que ordenó un
puente aéreo con armas y municiones cuando las tropas egipcias avanzaban por el
Sinaí y las sirias irrumpían en el Golán en la guerra del Yom Kipur (1973). A este grupo de
presidentes justos quedará incorporado Trump, frente a
la distancia histórica —rayana con el olvido— en la que ha quedado Obama en
Israel. Va de la mano de Jimmy Carter y de George Bush padre. Precisamente los
mandatarios que sentaron a los líderes del Estado judío a la mesa de
negociación con los países árabes.
FE DE ERRORES
La guerra de Yom Kipur fue en 1973, y no en
1974 como afirmaba una versión anterior de este análisis.
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