2 de enero de 2014
El relativismo absolutiza lo relativo
ANÁLISIS
El
relativismo absolutiza lo relativo
Con una ley que se dice
“semejante" a aquella los años ochenta, ningún obispo alza la voz con ira
El 6 de octubre de 1983, festividad de santa María
Francisca de las Cinco Llagas, el presidente de las Cortes, Gregorio Peces
Barba, entra en la sala donde está reunida la dirección del Grupo Parlamentario
Socialista con una noticia que le quema la boca. Acaban de comunicarle que,
quienes voten la vulgarmente llamada ley del aborto, serán inmediatamente
excomulgados por el Papa, entonces el polaco Juan Pablo II. No dice su fuente,
pero parece haberse creído la amenaza. Está acongojado. Se le hace poco caso.
La votación, aquella misma tarde, dio este resultado: 186 votos a favor (el
PSOE tenía entonces 202 diputados), 109 en contra, 4 abstenciones y 48
ausencias. En el debate, resucitado ahora, habían abundado calificativos muy
gruesos (sinónimo: groseros), como el tachar de asesinos, literalmente, a los
proponentes. No hubo excomunión, claro está. El Vaticano y sus obispos en
España iban de farol. Media Europa llevaba décadas con leyes sobre el aborto
más amplias, aprobadas por Gobiernos conservadores e, incluso, cristianos, y
nunca habían llegado a tanto las execraciones eclesiásticas.
Ahora que han pasado 30 años y que un partido
conservador gobierna en España y propone una ley del aborto “semejante a aquella de 1983”, ningún obispo alza la voz con ira, salvo
para reclamar que la norma “no sea un coladero”. Es la preocupación del
cardenal Rouco. Lo declaró la semana pasada al Abc. Ayer, ni siquiera entró en
el tema, en un discurso de 2.334 palabras que sus fieles acogieron sin
aspavientos, como fríos. Solo esta frase puede tomarse como crítica: “Ni
siquiera el don de la vida se entiende como definitivo e inviolable”.
Que la ley Gallardón es “semejante a aquella de
1983”, promovida por los socialistas, lo ha dicho el ministro proponente, pero
también el presidente Rajoy, este con el calificativo de “igual”. Tomemos que
es verdad, a efectos dialécticos (que no lo es). ¿En qué posición quedan los
obispos, aceptando ahora como mal menor un proyecto que hace tres décadas
merecía la excomunión? ¿Entreguismo a un Ejecutivo que sienten como propio,
acaso? Relativismo moral, les diría el teólogo Ratzinger, papa emérito.
Relativismo que absolutiza lo relativo, añadirá un dialéctico avispado.
Al filósofo Sebreli, argentino como el papa
Francisco, le resulta tan fastidioso como inútil amontonar argumentos para
demostrar que toda sociedad está en el tiempo. Este cambio de chaqueta, que
también alcanza a la derecha, demuestra algo que suele desagradar a los jerarcas
del catolicismo romano: que su institución también es fieramente humana. El
Vaticano se negó a creer durante siglos que la Tierra fuera redonda y girase
alrededor del Sol. Todavía mantiene viva la inocentada de un Herodes que manda
matar a miles de sus súbditos recién nacidos. Ayer enarboló Rouco esa
enormidad. “No estáis solos, como tampoco lo estaban María y José cuando se
desencadena por Herodes la persecución del Niño Jesús y la matanza de los
inocentes”, proclamó. En cambio, apenas han pasado 30 años y ya suaviza sus
intransigencias ante el aborto voluntario. Los ultracatólicos trinan, pero al
ministro Gallardón, ejecutor de la contrarreforma, le habrá parecido
prodigioso.
Etiquetas:
Aborto,
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Revolución sensual
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