13 de enero de 2014
El futuro tiene nombre de mujer
EL PAIS - ALICIA GONZÁLEZ 12 ENE 2014 - 00:00 CET22
Durante muchos años, el debate sobre la participación de la mujer en la economía, en los puestos de responsabilidad de las empresas y en el mundo financiero se había abordado como una cuestión de justicia y equidad. Las mujeres debían poder acceder a las mismas oportunidades que los hombres en el ámbito económico y asumir responsabilidades acordes a su creciente formación y su peso específico en la sociedad. De ahí la celebrada elección de mujeres para puestos de reconocida relevancia en el ámbito económico y financiero, tradicionalmente ocupados por hombres, como la presidencia de la Reserva Federal de Estados Unidos que asumirá a finales de mes Janet Yellen; la dirección del Fondo Monetario Internacional (FMI) a manos de Christine Lagarde, o el gobierno de algunas de las principales potencias mundiales, como es el caso de Angela Merkel en Alemania.
Pero el debate ha cambiado radicalmente. Los países desarrollados tienen que hacer frente a las consecuencias ya palpables de una población cada vez más envejecida, con una tasa de natalidad a la baja, y en los que la mayor crisis financiera de las tres últimas generaciones ha dado paso a una recuperación débil y titubeante, que no encuentra un estímulo lo suficientemente poderoso como para cambiar su rumbo. Si en el pasado los avances en la globalización y el comercio mundial, la irrupción de China en la economía global, o los avances tecnológicos, o la aparición de Internet fueron choques de oferta que dieron un decidido impulso al crecimiento, el horizonte más inmediato no permite entrever ninguna fuerza que aumente el potencial de las economías a corto y medio plazo.
Quizás la respuesta está más cerca de lo que parece. Diversos estudios sostienen que, desde el punto de vista macroeconómico, una mayor participación de la mujer en la actividad puede impulsar el ritmo de incremento del PIB, elevar el crecimiento potencial y compensar la caída de la población activa. Es verdad que el crecimiento económico es un elemento necesario para poder ofrecer a las mujeres las oportunidades de inclusión necesarias, pero no es menos cierto, según los expertos, que la participación de la mujer en el mercado laboral es parte de la ecuación de crecimiento, productividad y estabilidad.
“Para que el crecimiento aumente hay dos vías: o se incorpora más gente a la actividad económica o aumenta la productividad. O ambas cosas. Los datos revelan que en muchos países desarrollados las mujeres cumplen esa doble función, están subrepresentadas en el mercado laboral y, en muchos casos, tienen una mayor formación, de lo que se deduce que cuentan con un elevado potencial”, afirma Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. Steinberg recuerda que entre 1950 y 1975, una época dorada para la economía mundial, la incorporación a la vida civil de los avances tecnológicos de la Segunda Guerra Mundial, el aumento del comercio global y la masiva incorporación de la mujer al mercado laboral propiciaron crecimientos anuales del PIB mundial del 5,5%. “La excepción fue Japón, que logró tasas de crecimiento muy elevadas sin incorporar, ni entonces ni ahora, a las mujeres al mercado laboral”, puntualiza.
Pero las autoridades japonesas son conscientes de que el futuro de la economía pasa precisamente por ahí. Shinzo Abe, el primer ministro de Japón, ha hecho de la incorporación de una de las tres patas de su política económica que, por el momento, ha logrado devolver con éxito al país a la senda del crecimiento, aunque los avances en la incorporación femenina al mercado laboral son muy escasos. Según un documento de trabajo de los técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) —“Las mujeres, el trabajo y la economía: beneficios macroeconómicos de la equidad de género”—, el crecimiento potencial de Japón podría aumentar un cuarto de punto anual solo con que la tasa de participación femenina en el mercado laboral alcanzara la media de los países del G-7 (Estados Unidos, Alemania, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia y Japón). Así, el PIB per cápita aumentaría de forma permanente un 4%. “Japón es un caso extremo, sin duda, pero hay muchos países en los que la población activa y la fuerza laboral se está reduciendo. Ahí la incorporación de la mujer al mercado laboral es una cuestión crítica a nivel macroeconómico y clave para el futuro de los sistemas de pensiones”, explica por teléfono Kalpana Kochhar, economista del FMI y la principal autora del informe.
Las consecuencias son extrapolables a otros países. El informe del Fondo sostiene que “las pérdidas del PIB per cápita atribuibles a disparidades de género en el mercado laboral llegan hasta el 27% en determinadas regiones”. Y si la participación de las mujeres en la fuerza laboral se equiparara a la de los hombres, el PIB se elevaría de forma permanente, por ejemplo, un 5% en Estados Unidos; un 9% en Japón; un 12% en Emiratos Árabes Unidos y un 34% en Egipto. No se entrevé ningún factor que en estos momentos pudiera suponer un impulso tan radical para las economías mundiales. Ha sido, además, una recomendación recurrente del Fondo a varios países —como Arabia Saudí, Alemania, Italia o Japón— en su informe anual sobre el estado de sus economías, el famoso artículo IV.
En Europa, la demografía es especialmente tozuda y un vistazo a los números hace saltar las alarmas. La población en edad de trabajar se reducirá, según un informe del Instituto de Investigación de Credit Suisse, un 2,2% hasta 2022 y un 14% para 2050, si la tendencia demográfica se mantiene. Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sostiene que si las tasas de participación femenina y masculina se mantienen constantes en los próximos 20 años, los países que más verán reducirse su fuerza laboral —con caídas superiores al 10%— serán la República Checa, Alemania, Japón, Polonia, Rusia, Eslovaquia y Eslovenia. Por el contrario, si para 2030 la participación en el mercado laboral de hombres y mujeres se equipara, los países donde más crecerá su fuerza laboral sería Brasil, Chile, República Checa, Grecia, Irlanda, Italia, Japón, Corea, Luxemburgo, México, Polonia, Eslovaquia y España.
En el caso español ese incremento resulta decisivo para garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones. Los cálculos apuntan que para 2040, con la jubilación masiva de los niños del baby boom, el número de pensionistas subirá hasta los 15 millones, frente a poco más de nueve en la actualidad. Y, si se mantienen los ritmos actuales, todo apunta a que el fondo de reserva de la Seguridad Social se acabará para 2019.
La crisis ha hecho mella en la participación tanto de mujeres como de hombres en el mercado laboral, aunque si acaso de forma algo más acusada entre estos últimos [ver gráficos]. Pese los avances registrados, en las últimas dos décadas la participación de las mujeres en el mercado laboral se ha mantenido estancada en torno al 50% de media, aunque los datos del Banco Mundial correspondientes a 2011, bien entrada la crisis financiera, apuntaban una caída de la participación hasta el 40% del global. En el caso de los hombres, la media de la participación en la fuerza laboral global ha pasado de superar el 80% en la década de 1990 a alrededor del 77% con la crisis. “Los hombres tienden a perder más empleo en el inicio de las crisis, pero, una vez que la crisis pasa, encuentran empleo más rápidamente”, aclara Kalpana Kochhar, que es, además, subdirectora del Departamento de Estrategia, Política y Revisión del Fondo. “Si nos atenemos a lo que ha sucedido en anteriores crisis, al final de la misma es mayor el número de mujeres que queda fuera del mercado de trabajo y que dejan de buscar empleo si no lo encuentran con relativa rapidez”, puntualiza Monique Newiak, otra de las autoras del informe del FMI.
Entre los países de la OCDE, el empleo de la mujer se concreta mayoritariamente en el sector servicios, con un 80% frente al 60% de los hombres. Dentro de este sector, las mujeres ocupan un porcentaje desproporcionadamente alto en las áreas relacionadas con la salud, servicios comunitarios y con lo relacionado con la educación. Un análisis de 2010 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) constata que las mujeres están sobrerrepresentadas en sectores caracterizados por un bajo estatus y menor retribución económica.
La brecha salarial en los países de la OCDE sigue siendo considerable: en empleos a tiempo completo las mujeres cobra un 16% menos que los hombres, según la propia organización. El trabajo a tiempo parcial, y la consiguiente retribución más baja, sigue siendo un ámbito predominantemente femenino —el 25% de las mujeres frente al 9% de los hombres— y es considerada la única vía para compatibilizar trabajo y responsabilidades familiares. “La gran variable en la diferencia salarial es, sin duda, la familia. Entre los solteros o aquellos sin responsabilidades familiares la brecha es menor”, asevera Kochhar.
“La verdadera liberación de la mujer es emprender, tener su propio negocio y ser su propio jefe”, asevera contundente Elena Gómez Pozuelo, presidenta de Adigital (asociación española de la economía digital) y cofundadora de Womenalia, una comunidad profesional de mujeres. La OCDE revela que, en los países de la organización, solo el 30% de las empresas son propiedad de mujeres. Gómez Pozuelo defiende que en España hay falta de tradición emprendedora, en general, y que eso afecta tanto a hombres como a mujeres. Solo que estas se enfrentan a dificultades añadidas para conseguir financiación para sus proyectos. “Los consejos de los fondos de capital riesgo, los que apuestan por nuevos proyectos, están dominados por hombres. En España solo hay un fondo, Seaya Partners, liderado por una mujer, Beatriz González”, recalca.
No son pocas las mujeres profesionales que renegaban del sistema de fijación de cuotas, pero a las que su experiencia laboral les ha llevado a cambiar de opinión. “Eso le pasó a Viviane Reding, comisaria europea de Justicia, derechos fundamentales y ciudadanía. Pero son muchos los informes que inciden en el mejor rendimiento en la empresa cuando hay mujeres en los consejos y, pese a ello, las persistentes resistencias de las compañías a incorporar mujeres”, apunta Gómez Pozuelo. Otras introducen matices. Elvira Rodríguez, presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y pionera, como mujer, en muchos de los puestos que ha desempeñado en su carrera en la Administración pública. “No me gustan las cuotas por principio. Me parece que parcelan y que, incluso, pueden suponer un freno al impedir que se sobrepasen los niveles fijados por ley. Pero es cierto que los cambios se están produciendo de forma muy lenta y quizás por eso hay partidarios de que se fijen cuotas transitorias, para que se conozca cómo trabajan las mujeres”, dice.
Desde el FMI se admite, no sin cierta impotencia, que los cambios legislativos en este sentido tienen escasos efectos y, salvo casos como el de Noruega, solo el 10% de los puestos en los consejos de administración de las empresas están ocupados por mujeres, de media, en la OCDE.
El Fondo defiende que lo eficaz es una combinación de medidas fiscales, tributarias, educativas o laborales que podrían variar en función de las características de cada país, pero que distan poco de las medidas que se han recomendado durante años. El FMI defiende, en su documento de trabajo, que los sistemas tributarios sustituyan la tributación familiar por la individual, para que no se penalice una segunda fuente de ingresos en la familia, y piden beneficios fiscales para los ingresos más bajos, con el fin de estimular la participación legal en el mercado de trabajo. Asimismo, el FMI apuesta por un sistema de ayudas que apoye el cuidado de los hijos, pero no desincentive la reincorporación al mercado laboral y cambios legislativos para introducir mayor flexibilidad —“aunque para eso habría que hacer otra reforma laboral, en el caso español”, apuntilla Steinberg— y facilitar el empleo a tiempo parcial. La educación, en ambos sexos, es asimismo clave.
En el fondo, el objetivo de todos estos planes sigue siendo el mismo desde hace décadas: aumentar la presencia de las mujeres en el mercado laboral. Solo que ahora conseguirlo se ha convertido en una cuestión de urgente necesidad para la economía.
En los últimos años, son muchas las voces que insisten en la necesidad de aumentar la participación de las mujeres en cargos de responsabilidad empresarial, pero hay algunos datos que reforzarían esa tesis con argumentos de peso.
Según un informe elaborado por el instituto de investigación de Credit Suisse, las empresas con al menos una mujer en sus consejos de administración tienen, de media, mayor rentabilidad bursátil —con un ROE del 16%, cuatro puntos más que sus competidores sin mujeres directivas—; menor ratio de endeudamiento —48% frente al 50%—; mejor crecimiento medio —14% frente al 10%— y un mayor valor en libros —2,4 veces el precio de la acción frente al 1,8—. Son los resultados de una investigación presentada en agosto de 2012, tras analizar 2.360 compañías en todo el mundo durante los seis años anteriores.
“No hay una respuesta fácil a por qué la diversidad de género importa”, admiten el presidente y el consejero delegado de la entidad, Urs Rohner y Brady W. Dougan, respectivamente. “Y aunque es difícil demostrar una prueba definitiva, lo cierto es que nadie puede negar que los resultados de este informe son sorprendentes”, recalcaban en su presentación. El informe está elaborado por Katherine Phillips, profesora de Liderazgo y Ética de la escuela de negocios de Columbia, e Iris Bohnet, profesora de Política Pública de la escuela Kennedy de la Universidad de Harvard.
Las autoras recalcan que, aunque la proporción de mujeres en los consejos de administración de las empresas sigue en niveles muy bajos, la tendencia está cambiando y en el índice MSCI ACWI —de las principales compañías de los países desarrollados y en desarrollo— la proporción pasó del 41% en 2005 al 59% en 2011. Pero la progresión no es uniforme. Las empresas de sectores más ligados al consumo tienen mayor proporción de mujeres en los consejos que las industriales; hay regiones como Europa, y países, como Noruega —con el 90%— donde los avances en la representación son considerables mientras que otros países, como Corea —con el 3,8%— tienen niveles de representación extremadamente bajos. Además, las mujeres suelen estar más representadas en compañías de mayor tamaño que en pequeñas empresas.
En cuanto al desempeño bursátil, las autoras consideran que las empresas con mujeres en los consejos resultan relativamente defensivos aunque admiten que la mejor evolución bursátil de estas empresas “puede no mantenerse si el entorno global se vuelve más estable y los accionistas vuelven a primar estrategias de crecimiento más agresivas”.
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