10 de enero de 2011


Tres jefes para echar la persiana a 51 años de crímenes

Iratxe Sorzabal, Izaskun Lesaka y David Pla, el triunvirato que dirige la banda

JORGE A. RODRÍGUEZ - Madrid - 10/01/2011
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Llegados a este punto, la pregunta es: ¿quién en la ETA de hoy en día tiene la suficiente autoridad moral, militar y capacidad de arrastre como para cerrar definitivamente la persiana y terminar con 51 años de crímenes? La tesis es que la dirección colegiada de la banda está formada por dos mujeres y un hombre: Iratxe Sorzabal, Izaskun Lesaka y David Pla (a quien se atribuye inicialmente la lectura de este comunicado). Ninguno de ellos tiene peso específico ni carisma en el mundo radical. Por ello los expertos antiterroristas están casi seguros de que la vieja guardia aún en libertad ha vuelto para pilotar un final escalonado. Y esos sí tienen algo más que decir, porque quieren que la violencia acabe, que el haya un cambio de ciclo.
Fuentes antiterroristas consideran que la banda ha recuperado a algunos veteranos para formar una especie de comité asesor político de la actual dirección etarra para medir, proponer y dar los pasos hacia ese cierre de la persiana, así como para acompañar los pasos de la izquierda radical abertzale hacia su desvinculación del terrorismo. El hecho cierto es que durante los meses finales de 2010 ETA estuvo consultando "virtualmente" entre militantes el decretar "un alto el fuego permanente y verificable". Aquí está y ahora queda comprobar si, efectivamente, es el paso a la solución definitiva.
Siempre se cita el mismo nombre como el hombre clave de esa asesoría política de la jefatura etarra: José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera. "Pero información verificable de quiénes mandan en ETA ahora mismo no hay, sólo especulaciones con base en otros datos", advierten altos cargos antiterroristas: "Es más, nos da igual quién mande o no, porque vamos a seguir combatiéndolos igual". Esos mismos mandos reflejaban hoy cierta decepción por el contenido del comunicado: esperaban algo más, pese a su natural desconfianza de la banda.
El proceso en el seno de ETA siempre ha sido el mismo en cuanto se ha abierto un debate: los jóvenes quieren jo-ta-ke, la expresión que utilizan habitualmente para referirse a la continuación de la lucha armada; los de mediana edad se muestran tacticistas y los más mayores quieren que la espiral de violencia acabe de una vez.
El equilibrio siempre se decantaba hacia los más violentos. Ahora, a ver qué pasa en una banda teóricamente dominada por dos mujeres -que arribaron al poder terrorista tras la captura de quien Alfredo Pérez Rubalcaba llegó a calificar como "el último gran general de ETA": Mikel Kabikoitz Carrera Sarobe, Ata- y un hombre, Pla, que llegó al poder tras lograr escapar de forma incomprensible de una operación policial. Pla parece ser el elegido en esta ocasión para la lectura del comunicado en el que con los cantos de sirena de la paz se combina el viejo lenguaje bélico de ETA.
El Gobierno está convencido de que, de momento, no hay un mando etarra capaz de echar el cierre y que el proceso del final de ETA será gradual, lento, nada que pueda resolverse en pocos meses. Es más, ni siquiera existe el convencimiento de que la decisión del final-final esté tomada, sino que el comunicado de hoy sea un movimiento estratégico para permitir la vuelta de la izquierda abertzale a las instituciones. Un movimiento al que la banda se ha visto arrastrada por las necesidades políticas de sus bases sociales y que ahora podría incluso verse como insuficiente.
Los analistas de Interior están persuadidos de que la banda está sumergida en un proceso de reorganización. El recientísimo robo de 6.000 tarjetas y un número elevado de impresoras especiales en la empresa Impuls en Bourg de Pèage (Francia) hace pensar lo peor. Aunque tampoco saben muy bien para qué quieren esas tarjetas de crédito en blanco. ETA quiso que se supiera que el robo era suyo: un atracador habló en español, una mujer le tradujo y se identificaron como etarras.
Por ello, los expertos antiterroristas insisten en que el robo indica que la banda estaba cumpliendo su palabra de no atentar, de cesar en "las acciones armadas ofensivas", como decía su penúltimo comunicado. Es decir:"No ataco pero me defiendo y además me preparo", ha resumido gráficamente Rubalcaba. Ahora habrá que comprobar si continúa con su actividad en Francia o se produce un parón, si realmente el alto el fuego es "general" e incluye una temporada real de vacaciones en todas las actividades criminales de la banda, desde los robos de coches hasta el impuesto revolucionario. Y habrá que ver en qué se concreta el que el parón sea "internacionalmente verificable" (con una entrega de armas o de un polvorín, por ejemplo).
Para los mandos terroristas, la actividad desplegada hasta este mismo mes en Francia demuestra que "es evidente que ETA no tiene voluntad de desaparecer". No quiere, pero todas las fuentes coinciden que la banda se encuentra en un momento de máxima debilidad y en que, pase lo que pase, insisten en qué el combate policial no va a aflojar. De momento no parece tampoco que la banda haya decidido echar el cierre definitivo, aunque todas las fuentes coinciden en que, pase lo que pase, no habrá atentados al menos hasta las elecciones, una vez que se compruebe si la izquierda radical hasta ahora pegada a ETA puede presentarse o no a los comicios.