10 de enero de 2011

ABC – 31 de Diciembre de 2.008

POR I. RODRÍGUEZ/I. BLASCO
VALENCIA. Nombre: Carlos Trénor Dicenta. Edad: 63 años. Lugar de nacimiento: Madrid. Profesión: abogado laboralista. Condena: 17 años de prisión por su militancia activa (era dirigente) en el entramado social, mediático y financiero de ETA, cuyas cuerdas movió en la sombra durante años. Pero tras esta ficha criminal extraída de la sentencia del «caso Ekin», que ha diseccionado a la banda terrorista y ha dejado al descubierto sus entrañas, se oculta otra historia, la del etarra aristocrático, la de la manzana podrida de una dinastía de cuyo árbol genealógico penden ducados, marquesados, condados baronías, Grandes de España y un sinfín de títulos nobiliarios y reconocimientos civiles y militares.
«Era un niño buenísimo, generoso, humilde y muy, muy inteligente. Era superdotado. Sacaba matrícula de honor en todo. Iba para ser un número uno en lo que quisiera». Quien así habla es un pariente muy cercano de cierta edad, que bucea y se reencuentra con aquella infancia compartida, sobreponiéndose a la repulsión que le provoca aquel chaval al que hoy ve en los periódicos, con canas, riéndose de las muecas y burlas que su compañero de banquillo regala el tribunal de la Audiencia Nacional.
Es el cuarto de cinco hermanos. Nació en Madrid, en el seno de una familia acomodada. Las propiedades generaban suficientes rentas como para que el cabeza de familia, Caballero de la Orden de Malta, no tuviera que trabajar.
La ruptura de Carlos Trénor con su entorno llega de forma prematura. «Se metió en los marianistas. A sus padres no les gustó. Se fue con 16 años y pantalones cortos y nunca volvió», rememora este familiar. Pasó un año en Valencia, donde apenas nadie le recuerda; luego ingresó en el seminario de Zaragoza. «Decían que estaba allí, en una vaquería, en una granja para cuidar cerdos y educarse en la humildad, pero se echó a perder. Era un idealista, pero después de 17 años en los marianistas...Cada uno es dueño de sus actos, pero las circunstancias ayudan». Y fue allí donde se operó el cambio. Se licenció en Derecho, en la promoción de 1962-1967. Y fue también allí donde conoció a Iñaki O´shea, otro etarra con linaje, nacido en una de las familias más influyentes de Bilbao y cuñado de Emilio Botín.
La prostitución ideológica proseguiría después, con su marcha al País Vasco: primero a Vitoria, después a Elorrio. Siempre bajo el cobijo de la Compañía de María, pero sin el calor de sus familiares. «Nunca íbamos a verle». Son los estertores del franquismo y ETA y sus ansias de independencia gozaban entonces una simpatía social de la que hoy carecen. «Se salió de los marianistas antes de cantar misa. Luego contrajo matrimonio con una chica de allí. Dicen que sus padres son del Partido Nacionalista Vasco, pero que apenas sí tienen relación con ellos», prosigue. Tiene dos hijos, chico y chica.
Bodas, bautizos, funerales o comuniones... ningún acontecimiento familiar propició el reencuentro. Poco conocen del Carlos Trénor adulto, un desconocido para muchos de ellos, la oveja negra de la que mejor no saber para evitar que mancille el prestigio de una saga familia que acoge a juristas de renombre.
El acta como concejal de HB fue el primer gran aldabonazo. Pero cuando realmente el entorno familiar se percata de la dimensión de su deriva radical es en 1998, cuando la Justicia puso cara y nombres a los peones en los que ETA se apoyaba para garantizar el éxito de su «lucha armada». «Desde entonces, vivimos horrorizados. Puedo entender cualquier cosa, pero con muertos no», señala este familiar, que reniega de aquel compañero de juegos pero que «no quisisera morir sin poderle preguntar por qué». Le ha sorprendido la condena por abultada pero no porque la considere inmerecida. «Me sorprenden los 17 años porque me pregunto: ¿hasta dónde habrá llegado?».
La respuesta, si quiera parcial, a esa pregunta está en la sentencia del sumario 18/1998, esa que dice que Cárlos Trenor tenía mucho predicamento en la banda; que sus opiniones, como «prestigioso letrado en ejercicio», eran tenidas en consideración. Fue presidente del consejo de Administración de Ardatza y puso al servicio de la banda terrorista su inteligencia y sus conocimientos como experto en derecho laboral para lograr la descapitalización de Orain, S.A., grupo editor del diario «Egin», desde el que se legitimaba la violencia etarra y se fijaban objetivos. Orain tenía una deuda con la Seguridad Social superior a los 500 millones de pesetas y Carlos Trénor colaboró activamente en el ocultamiento de los bienes inmuebles de la sociedad para evitar que le fueran embargados. Cumplida esta misión, se integró en la Fundación Joxemi Zumalabe, desde la que promovió abiertamente la desobediencia civil.
La estirpe del terrorista
Carlos Trénor es nieto de Vicente Trénor y Palavicino, Marqués de Sot, coronel de Artillería y presidente de la Diputación de Valencia. Su abuela, Carmen de Arróspide, fue marquesa de Serdañola, de Cordellas y baronesa de Picassent. Fue su tatarabuelo quien introdujo la dinastía de los Trénor en Valencia, a principios del siglo XIX.
Tomás Trénor Keating nació en Irlanda. Huérfano a edad temprana, acosado por la persecución religiosa en su país, acepta la invitación de su tío, coronel, para desplazarse a España y luchar a las órdenes del duque de Wellington contra la invasión napoleónica.
En 1827 se instala definitivamente en Valencia y funda la banca Trénor. El campo valenciano estará siempre en deuda con esta saga familiar. Fue la sociedad Trénor y Cía una de las empresas más relevantes de la economía valenciana del siglo XIX, por su contribución al desarrollo agrícola e industrial. Aunque inicialmente se estableció en una fábrica de hilatura de seda, se dedicó a la importanción y exportación de productos agrarios, pero realmente hizo fortuna con la producción de sacos de yute y, sobre todo, con la introducción del guano, abono animal traído de América, cuya comercialización proporción los mayores beneficios a la compñaía.
Hoy, los Trénor van ya por la octava o la novena generación. Esta saga familiar que echó raíces en las fértiles tierras de Valencia tiene ramificaciones en Madrid, Asturias, Canarias, Barcelona... Son más de 800. La mayoría no sabe ni quiere saber del terrorista que un día ingresó con «dieciséis años y pantalones cortos» en un seminario. Sus padres ya fallecieron, «afortunadamente», musitan.