4 de agosto de 2010

Templo del consumo en Gaza

Las estanterías del Gaza Mall son un lujo consumista desconocido para os palestinos de la franja

ABC

Templo del consumo en Gaza

La ciudad de Gaza estrena su primer centro comercial, sin fotos de mártires ni pintadas de Hamás... abastecido a duras penas del contrabando de los túneles de Rafah

MIKEL AYESTARÁN / ENV. ESP. GAZA

Día 03/08/2010

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M. AYESTARÁN

Tres plantas de novecientos metros cuadrados cada una, horario ininterrumpido de ocho de la mañana a dos de la madrugada los viernes incluidos, ochenta empleados y unos precios «más bajos que en el resto de las tiendas», según su director, Salahadin Abu Abdu, son la carta de presentación del primer gran centro comercial que abre sus puertas en Gaza.
Desde su inauguración el pasado 17 de julio los resultados están siendo «espectaculares, gracias a Dios», relata Salahadin que explica el éxito debido a que «la mayor parte de ciudadanos conoce este tipo de superficies porque los han vistos en los países del Golfo o en películas americanas, ahora lo tienen a poco metros de sus casas».
Las horas punta son de doce del mediodía y a partir de las ocho de la tarde, cuando familias enteras aparcan sus coches en el parking privado del subsuelo, llenan carros de la compra en el supermercado de la primera planta, perfectamente surtido, y compran ropa, juguetes, perfumes y zapatos de la segunda. Para rematar la jornada disponen de un restaurante de comida rápida.
Ni fotos de mártires, ni propaganda política, ni pintadas a favor de nadie. «Un grupo de empresarios de Gaza querían hacer algo distinto a todo lo que había y se han jugado su dinero», señala el joven director de este mini templo del consumo relleno de productos «llegados de los túneles de Rafah, como casi todo en esta ciudad». Pequeñas luces de neón anuncian las mejores ofertas y una gran televisión de plasma emite en forma de bucle un anuncio sobre el centro. La gente sube y baja las escaleras, que no son mecánicas, mirando las imágenes en las que otros como ellos son protagonistas. En sus miradas se percibe una mezcla de satisfacción, esperanza y orgullo porque desde hacía mucho tiempo no eran protagonistas de buenas noticias.
Saida Abbus espera a los clientes en su tienda de ropa y complementos para niños. «Nos dijeron que los turnos serían de ocho
horas, pero con tanta gente estamos trabajando mucho más», confiesa esta diplomada en Magisterio. En la juguetería de al lado, tras una puerta similar en la que se puede leer «welcome», Loai Abu Qued, piensa que está viviendo «un sueño que antes sólo había visto en Emiratos Árabes, esto era impensable en Gaza».
Un gran hormiguero
No hay multicines porque la economía local no da para tanto, y porque Hamás no lo considera políticamente correcto, no son precisamente amigos del séptimo arte. Los aledaños del Gaza Mall son un hormiguero de coches que desde distintas direcciones intentan acceder sin éxito al parking subterráneo. Un operario en una escalera repara las bombillas rojas fundidas que anuncian el centro. «Hay que aprovechar hasta el próximo bombardeo y rezar para que Israel lo deje en pie», dice Salahadin.