13 de agosto de 2010

De cañas, ahora en casa


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SOCIEDAD

De cañas, ahora en casa

Los hábitos de los españoles acusan la crisis y hasta la cerveza del aperitivo se resiente: cada vez son más los que tienen que tomarla en casa y, si van al bar, solo una ronda y nada más

CRISTINA DURÁN LEÓN / MADRID

Día 10/08/2010

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La crisis no conoce fronteras ni condiciones y ahora se ha propuesto cambiar algunas de las tradiciones más arraigadas entre los españoles. Hasta el hecho de salir de cañas se está viendo afectado y cada vez son más los que deciden apretarse el cinturón y tomarse la cervecita en casa. Y si hay que ir al bar, una y no más. A grandes males, grandes remedios.
«Vivimos inmersos en una crisis y eso se nota. Vamos igual que antes a los bares, pero consumimos menos. Nos tenemos que conformar con una ronda», asume Jacobo Olalla, director general de Cerveceros de España. No obstante, que nadie se alarme, porque si dicen que el ser humano agudiza sus sentidos frente a la adversidad son muchos los que podrían tomar ejemplo de los españoles.
Una ronda basta
«La gente la compra en el supermercado para tomársela en su casa». Tanto es así que desde el año 2001 el consumo de cerveza ha decrecido de un 76 por ciento a un 67 por ciento en establecimientos hosteleros. De hecho, solo en 2009 el consumo de cerveza cayó en un 4,6 por ciento en la hostelería mientras que aumentó en un 5 por ciento en los hogares. «Antes la mayoría de la gente se la tomaba en los bares, y no una sino tres o cuatro rondas. Ahora nos cuesta renunciar al placer de tomar una cerveza, pero solo una», dice en la presentación del informe el «Barómetro del verano».
A los que más les cuesta tomarse solo una es a los de Levante, Andalucía y el centro de España, «por tradición y costumbre». De hecho, el 67 por ciento de los españoles se acerca a un bar de dos a cuatro veces por semana: «Irnos de cañas forma parte de nuestra cultura. Ir de tapeo es como un rito y espero que no cambie por el bien de nuestra economía». No obstante, los que más acuden a los bares son los vascos y gallegos.
Esta bebida lleva presente en nuestro país desde hace al menos de 4.000 años. Así lo certifican las evidencias científicas halladas hasta la fecha y «supone una fuerte fuente de ingresos, pues España es el tercer país, empatado con Polonia, como productor de cerveza», explica. De hecho, la industria que se genera alrededor de esta bebida compuesta fundamentalmente por cebada, lúpudo y agua produce el uno por ciento del producto interior bruto y genera 225.000 empleos de forma directa e indirecta. «Tan solo el año pasado exportamos 700.000 hectolitros. Una cifra que se traduce en 55 millones de euros. Los mayores importadores de cerveza española fueron Guinea Ecuatorial, Italia, Portugal y Francia, y los mayores productores en España Andalucía, el sur de Extremadura, el centro y el noroeste».
Quizás 700.000 hectolitros sean muchos como para consumirse solo por los españoles. «Estamos por debajo de la media europea. Bebemos 55 litros por persona y año». Sin embargo, en época estival y con la llegada del turismo la cosa cambia: «Ascendemos a 80 litros por persona y alcanzamos la media europea».
Según explica Olalla, nos mostramos «prudentes» con el consumo de alcohol, tanto que somos el primer país de la Unión Europea en consumo de cerveza sin alcohol: «No buscamos emborracharnos sino refrescarnos». «La tomamos muy fría y casi no percibimos la diferencia de sabor».
Tortilla y jamón
Pese a la crisis, a la dificultad de gastar y a los cambios de hábitos de consumo, la cerveza continúa siendo la reina de las tapas. Tanto que al 75 por ciento lo hace sentado en una terraza: «Tenemos que desmitificar la barriga cervecera. Sólo tiene 45 calorías, lo que engorda es lo que la acompaña». Aquí, lo que más pedimos de acompañamiento es la tortilla de patata, el jamón y las aceitunas, por este orden.
Sin embargo, como ya adelantábamos lo que sí ha conseguido la recesión económica es dañar el sector: «Nos mantenemos en alza porque es un producto barato, si subiese el precio como en otros países de Europa la gente dejaría de beberla. Estaría al alcance de muy pocos». De que no se eleven los precios depende en gran medida que no se lleven a cabo políticas que puedan resultar «dañinas al consumo; sería pernicioso para el sector», puntualiza Olalla mojándose los labios con espuma blanca.