9 de agosto de 2010

Los jueces «llenan» las cárceles con más de un millar de conductores

ABC

Los jueces «llenan» las cárceles con más de un millar de conductores

«Mi hijo cree que estoy trabajando en Alicante», relata uno de los condenados por un delito de Tráfico

CRUZ MORCILLO / MADRID

Día 08/08/2010

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Usted, que nunca ha pisado una comisaría, puede ser el siguiente en ir a la cárcel. Atención a las copas del verano, a ponerse bravo si le paran en un control o decide recorrer la calle como una flecha para que no se le cierren los semáforos. Los jueces han enviado ya a prisión a 1.033 conductores solo por delitos contra la seguridad vial, casi una cárcel al completo aunque obviamente cada uno cumple donde le toca. Además hay otras 2.537 personas entre rejas a las que les consta una infracción de tráfico como delito principal, que no único.
Una conducción temeraria, el exceso de alcohol o de velocidad y carecer de carné de conducir están tipificados como delitos desde hace tres años. Si la pena no excede del año es habitual que se sustituya por multa o trabajos en beneficio de la comunidad; también cuando es de dos años pero se trata de gente sin antecedentes. Ahora bien, si el conductor reincide la prisión es una medida casi automática. Es lo que les ha pasado a Javier, Fernando, José —los tres son nombres supuestos— y a Daniel Navarro, este sí real, que están en la cárcel madrileña de Valdemoro donde jamás imaginaron que podrían acabar.
Alcohol y reincidencia
En este centro cumplen condena a fecha de hoy 22 hombres por conducción temeraria, uno por negarse a la prueba de alcoholemia y otros 13 por haber rebasado la tasa de alcohol que marca la ley. Todos son lo que en el argot se conoce como delincuentes primarios, es decir, sin antecedentes. Nuestros cuatro protagonistas están en la sección abierta de la prisión, sin rejas en las celdas, con la puerta del recinto entornada y salidas de fin de semana: «Un colegio mayor para niños malos», según descripción de un funcionario. Pero antes han convivido con presos de todo tipo al otro lado del muro de la cárcel.
Javier, madrileño de 44 años, trabajaba como encuadernador. Le condenaron a 15 meses por conducción temeraria y a otros seis por no someterse a la prueba de alcoholemia. Jamás había delinquido. Pagó la multa alternativa y pidió un indulto. Meses después dio positivo en una alcoholemia. Lleva en prisión desde abril de 2009 y en un mes obtendrá la libertad condicional. «Entré acojonado. Yo no sabía ni que había televisión en las cárceles. La clave está en no mezclarte con cierta gente». Cada fin de semana vuelve a casa. Asegura que ha aprendido la lección. «Nunca pensé que iban a ser tan estrictos. Yo solo digo que todo el mundo se lo piense dos veces antes de coger el coche con unas copas».
Fernando, también madrileño, excelentes modales y apostura, tenía una buena vida. Siempre ha trabajado en tareas de mantenimiento. A raíz de la muerte de una persona cercana empezó a beber y se perdió. Cuando se le cruzaban los cables cogía el coche de su mujer —él no tiene carné— y se iba de fiesta. Le pararon en un control de alcoholemia en Fuenlabrada a mediados del año pasado y dio 1,60 gramos por litro en la prueba. «No sé cuánto pero había bebido mucho». Le impusieron una multa de 1.500 euros y 40 días de trabajos en beneficio de la comunidad. Pagó y cumplió —«estuve haciendo chapuzas en unos colegios a los que me mandaron»—, pero a los tres meses volvió a las andadas. Esta vez dio 1,20. Ya era reincidente; a los cuatro días le condenaron en un juicio rápido a diez meses de prisión. También pasa los fines de semana fuera, en un mes tendrá la condicional y en diciembre será de nuevo un hombre libre. «He estado en dos prisiones. Tenía miedo a que me violaran o me mataran. Qué sé yo. Es duro, mucho, yo no había pisado una comisaría en mi vida». Dos días antes de ingresar pidió la baja voluntaria en la empresa. «No le iba a decir a mi jefe que me iba al talego». Ahora irá al paro. «Ni mis hermanos saben que estoy aquí, solo mi mujer que me ha apoyado sin fisuras».
«Crees que nunca acabará», reflexiona José, que tampoco se llama así. Este ecuatoriano cuarentón se ha deslomado en las obras desde hace diez años. «Ya estoy buscando trabajo. Lo encontraré, siempre lo he hecho». Dio positivo en una alcoholemia en 2008 y un año después, bajó a mover el coche mal aparcado, en mitad de un cumpleaños con mucho alcohol. Se asustó al ver a la Policía Municipal —se había metido en dirección prohibida— y se negó a hacerse la prueba. Le cayeron cuatro meses de los que ya ha cumplido dos. «Mi hijo de ocho años cree que estoy trabajando en Alicante. Me dice que mejor me venga a Madrid que así estaremos juntos. Cuánto duele oír eso de un niño».
«Recurre, que yo no soy Farruquito»
Daniel Navarro ladea la sonrisa. Cae bien a la primera. En 2003 se fue a la concentración motera «Pingüinos» de Valladolid. Allí vivió una historia surrealista. Se enfangó con un camarero de madrugada que le sacó un cuchillo jamonero. Acabó con su furgoneta entre tiendas de campaña y pinares, según él, huyendo. Lo detuvo la Guardia Civil y dio positivo en la alcoholemia. Cuando faltaban 20 días para que prescribiera, a los cinco años, le condenaron. Un año de cárcel y tres sin carné. «Yo trabajaba como transportista y mensajero. Le dije a la abogada "recurre que yo no soy Farruquito, no he matado a nadie”. En qué hora. El juez no admitió el recurso y me puso en busca y captura. Al salir de una discoteca me detuvo la Policía y salió la busca». Tiene un contrato de camarero esperándolo. Mañana empieza. «Olvídense de los farruquitos. Como te trinquen, vas adentro. Y eso que a mí me llamaban el "trina" porque solo bebía cada dos meses».