9 de agosto de 2010

Las anécdotas de la jornada de Michelle Obama con los Reyes

Las anécdotas de la jornada de Michelle Obama con los Reyes

ABC

Las anécdotas de la jornada de Michelle Obama con los Reyes

La comida se celebró en el jardín frente a la bahía de Palma

ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS / PALMA DE MALLORCA

Día 09/08/2010 - 12.34h

ROQUE MARTÍNEZ

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Con ese «saber recibir» que dominan los Reyes y que tanto llama la atención de los mandatarios extranjeros y de sus cónyuges, Don Juan Carlos y Doña Sofía bajaron la escalinata del Palacio de Marivent para recibir a su invitada. El Rey, con chaqueta y sin corbata —la etiqueta del verano— y la Reina, con uno de sus clásicos blusones en tonos azules y pantalón blanco. Segundos después, un inmenso todoterreno negro y blindado de la marca americana Chevrolet llegó a las puertas del Palacete.

A los periodistas nos habían informado de que a la pequeña no la veríamos, aunque asistiría a la comida, ya que al ser menor de edad viajaría en otro coche para no salir en la foto oficial. Quizá alguien pensó que las hijas de Obama eran como las del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, que no deja que se publiquen fotos de sus hijas, ni siquiera cuando posaron con el presidente de Estados Unidos. Sin embargo, del vehículo se bajaron Michelle Obama y su hija y se acercaron a saludar a los Reyes con toda naturalidad ante los 67 periodistas que accedieron a Marivent.

El Rey invitó a bajar a Doña Letizia

Don Juan Carlos besó la mano de la madre y dio dos besos a la niña. Mientras la Reina besaba a ambas, el Rey invitó a bajar a la Princesa, que se había quedado en un discreto segundo plano, sin bajar las escaleras, a la espera del gesto del Monarca. Doña Letizia, con un vestido blanco sin mangas, un llamativo collar y zapatos de alto tacón color beige, también besó cariñosamente a las dos invitadas. La esposa del presidente de Estados Unidos escogió una blusa blanca sin mangas anudada en un hombro y una falda color salmón. De este mismo tono era el top de tirantes que llevaba su hija con una falda de tul, tipo «tutú», en color amarillo chillón. Ambas calzaban bailarinas en tono metálico.

Tras el saludo, el Rey invitó a la niña a apartarse para proceder a la foto oficial (a Don Juan Carlos también le habían indicado que la pequeña sería excluida), pero a Sasha no le hizo ninguna gracia que la dejaran fuera del posado con los Reyes de España. Con la misma naturalidad con la que se ha desenvuelto estos días, la niña se resistió (llegó a tirar del brazo del oficial que se la llevaba) y su madre intercedió ante el Rey para que Sasha saliera en las fotos que tomaban los periodistas. Todo lo contrario de lo que ocurrió hace casi un año cuando Rodríguez Zapatero intentó evitar a toda costa que se publicara una foto de sus hijas con Obama tomada durante una recepción oficial en Nueva York.

Sasha sonrió feliz

Reincorporada al grupo, la niña sonrió feliz, a la derecha del Rey, quien la cogió por los hombros como queriendo compensar el disgusto que casi le produce. Tras las fotos, los Reyes, la primera dama, la Princesa y Sasha se retiraron a almorzar un gazpacho andaluz, seguido de rodaballo, escalopines de ternera, arroz oriental, tumbet mallorquín y frutas con helado.

Al finalizar la comida, el Rey regaló a su invitada una colección de semillas de plantas hortícolas españolas para incorporarlas al huerto de los Obama, y Doña Sofía obsequió a la primera dama y a sus hijas con collares de artesanía y bisutería balear.

Después se incorporaron el jefe de la Casa del Rey, Alberto Aza, y los embajadores de España en Washington, el recién casado Jorge Dezcallar, y de EE.UU. en Madrid, Alan Solomon, quienes acompañaron a Michelle Obama de nuevo al aeropuerto. Justo después, llegaron a la isla los Duques de Palma, con sus cuatro hijos, pero Michelle Obama ya se había ido hacia América.

Michell, deslumbrada

Una acogida natural, familiar y afectuosa ante la impresionante bahía de Palma. Eso es lo que ayer le ofrecieron Sus Majestades los Reyes a la esposa del presidente de Estados Unidos, Michelle Obama, quien almorzó con su hija pequeña, Sasha, de nueve años, en el Palacio de Marivent, antes de regresar a su país, tras pasar cinco días en España. A la comida, servida en una terraza frente al imponente mar en la que corría una fresca brisa, asistió también la Princesa de Asturias, esta vez sin Don Felipe, que en esos momentos acababa de aterrizar en Torrejón de Ardoz procedente de Colombia, donde el sábado asistió a la toma de posesión del nuevo presidente, Juan Manuel Santos.

Después, al café, se incorporaron la Infanta Doña Elena y sus dos hijos, Felipe y Victoria Federica, quienes no llegaron a tiempo de asistir al almuerzo por un retraso de su vuelo regular procedente de Madrid, pero al menos pudieron compartir veinte minutos con la primera dama estadounidense y con su hija. Sasha pudo jugar en los jardines de Marivent con los hijos de Doña Elena, quienes ya tienen un buen nivel de inglés, aprendido en el colegio, con la ayuda de su abuela, la Reina, y en los campamentos de verano de los que acaban de regresar.

Durante el almuerzo, Michelle Obama relató a los Reyes y a la Princesa su periplo por tierras andaluzas y se mostró muy impresionada, sobre todo, por sus visitas a Ronda y Granada. Aunque algunos temieron que el revuelo popular suscitado por su presencia pudiera haber llegado a agobiar en algún momento a la primera dama estadounidense, Michelle Obama agradeció a los Reyes la cálida acogida que le han brindado los españoles. Quizá lo hizo por cortesía, o porque entienda que forma parte de las servidumbres que conlleva ser la esposa de Barack Obama.