20 de mayo de 2009

Obama pide a Netanyahu un Estado palestino

EL PAIS

El conflicto de Oriente Próximo

Obama pide a Netanyahu un Estado palestino

El presidente de EE UU se niega a poner plazos a la negociación con Irán para que renuncie a su programa nuclear como pretende Israel

ANTONIO CAÑO - Washington - 19/05/2009
Barack Obama y Benjamín Netanyahu demostraron ayer estar tan lejos en su visión de Oriente Próximo como sus diferentes biografías y proyectos políticos anticipaban. El presidente norteamericano se negó a fijar un plazo exacto para que Irán renuncie a las armas nucleares e insistió en la necesidad de un Estado palestino.
Barack Obama y Benjamín Netanyahu demostraron ayer estar tan lejos en su visión de Oriente Próximo como sus diferentes biografías y proyectos políticos anticipaban. El presidente norteamericano se negó a fijar un plazo exacto para que Irán renuncie a las armas nucleares e insistió en la necesidad de un Estado palestino. El primer ministro israelí discrepó sobre ambos cruciales asuntos y dio paso a una nueva era de relaciones entre Israel y Estados Unidos en la que la urgencia de un acuerdo está a la altura de su improbabilidad.
Lo mejor que puede extraerse de la esperada reunión en la Casa Blanca entre Obama y Netanyahu, los dos nuevos en sus respectivos cargos, es la dedicación con la que ambos se emplearon en la dificilísima agenda que tienen por delante. Cuatro horas duró una entrevista que se saldó sin más éxito que el retórico compromiso mutuo de perseguir una negociación de paz con los palestinos.
Como los dos dirigentes se encargaron de recordar, Estados Unidos e Israel comparten historia y una larga tradición de relaciones especiales en las que Washington asume la seguridad del Estado judío como una responsabilidad propia. Han tenido y tienen aún enemigos comunes y objetivos comunes en la región más turbulenta del planeta. Su alianza no está en peligro porque no puede estarlo. Pero, dentro de ese marco de cooperación inevitable, Obama y Netanyahu fueron incapaces ayer de dar pasos concretos en la misma dirección en la solución de los problemas actuales.
Si el destino de la amistad entre dos personas se forja, como creen algunos, en los primeros cinco minutos de su primer encuentro, ésta no nace entre los mejores augurios. Donde Obama decía peras, Netanyahu decía manzanas. Donde Obama decía Estado palestino, Netanyahu decía Irán. Donde Obama decía alto a los asentamientos, Netanyahu decía terrorismo. Donde Obama decía paz, Netanyahu decía seguridad.
El primer ministro israelí venía a Washington a advertir de que la existencia de un Irán con armas nucleares hace imposible cualquier progreso hacia la paz, y eso es lo que hizo. El presidente norteamericano quería explicar a su invitado que un acuerdo de paz con los palestinos reduce los peligros contra Israel y facilita la desnuclearización de Irán, y eso es lo que hizo. Pero ninguno pareció mover al otro de las posiciones anteriores a su primer apretón de manos.
Obama coincidió con su colega en que "un Irán con armas nucleares es un motivo de preocupación, no sólo para Israel y Estados Unidos sino para toda la comunidad internacional". Pero añadió que su Administración quiere abordar ese problema a través de la negociación con el régimen de Teherán.
Netanyahu desconfía de ese camino y quiere forzar a Washington a poner sobre la mesa la opción militar o a fijar un plazo preciso -se ha mencionado la fecha del próximo mes de noviembre- para que esas negociaciones den el fruto deseado. El primer ministro israelí ha insinuado que, si EE UU no se decide, Israel podría actuar contra Irán por su cuenta, y lo ha hecho de forma tan creíble que el propio director de la CIA, Leon Panetta, tuvo que ir la semana pasada a Jerusalén para advertirle que no se le ocurriera una agresión unilateral.
Obama manifestó ayer que confía en que antes de final de año, como pide Netanyahu, las conversaciones con Irán hayan dado algún fruto, pero se resistió a poner lo que llamó "un límite artificial a la diplomacia" y se negó a mencionar la alternativa militar. "No estamos cerrando el abanico de opciones contra Irán, incluyendo las sanciones, si mantiene su programa nuclear", manifestó.
A su evidente decepción por esas palabras, el primer ministro israelí contestó con otra frustración para Obama: la negativa a respaldar la solución conocida como "dos Estados", la creación de un Estado palestino conviviendo pacíficamente junto al Estado de Israel.
"Esa es la mejor solución para todos, incluido Israel", dijo el presidente norteamericano. "Nosotros no queremos gobernar a los palestinos, queremos la paz con ellos, queremos que ellos se gobiernen por sí mismos", contestó Netanyahu, sin doblar el brazo en la mención de la palabra "Estado".
El primer ministro israelí tenía previsto reunirse después con la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y mañana lo hará con los miembros del Congreso. Es poco probable que vuelva con más resultados que el de haber satisfecho a su clientela doméstica con una exhibición en el Despacho Oval de sus dotes de halcón de la política judía. Pero eso no significa que aquí acaba todo. Ni mucho menos. Como dijo ayer Obama, "vamos a arremangarnos y vamos a ser socios en este proceso".
La próxima semana, el presidente norteamericano recibirá al presidente de Egipto, Hosni Mubarak, y al de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. El 4 de junio pronunciará en El Cairo un histórico discurso al mundo islámico. Quedan, por tanto, tres semanas por delante en las que se pueden producir movimientos de gran relevancia para la paz en Oriente Próximo.
Pero ninguno de esos movimientos puede cobrar fuerza si Obama no consigue subir a su tren a Netanyahu. El primer ministro israelí recordó ayer, respecto a Irán, que "nunca ha habido antes un tiempo en que árabes e israelíes sientan una amenaza común como hoy".
Muchos pueden coincidir, más o menos silenciosamente, con esa visión. Pero Obama, que está entre los que la comparten, considera que un ataque a Irán arruinaría esa oportunidad, mientras que un acuerdo con los palestinos la potenciaría. El tiempo, se dijeron Obama y Netanyahu, dirá quién tiene razón.
LAS CLAVES DE LA NEGOCIACIÓN
- Dos Estados. La constitución de un Estado palestino que conviva en paz junto a su vecino israelí es la clave de las negociaciones emprendidas en la última década. El concepto, implícito en los acuerdos de Oslo de 1993, fue adoptado por la Administración Bush en 2002 y fue incluido en 2003 en la Hoja de Ruta establecida por el Cuarteto (EE UU, UE, Rusia y la ONU). El acuerdo de Annapolis de 2007 también establece como fundamento para la paz la solución de los dos Estados. El Gobierno de Netanyahu rechaza aceptarlo.
- Reparto territorial. El reparto de la tierra ha sido un obstáculo hasta ahora insuperable. El plan de partición de la ONU de 1947 asignó a los judíos un 55% de los territorios de la antigua Palestina. El Estado de Israel fue fundado en 1948 tras la victoria en la guerra por la independencia contra los Estados árabes. El nuevo Estado se apoderó de una superficie equivalente al 78% de la antigua Palestina. Tras la guerra de 1967, Israel tomó también el control de Jerusalén Este, Sinaí, Cisjordania, Altos del Golán y franja de Gaza. El regreso al reparto territorial anterior a 1967 es una solución con amplio respaldo internacional, incluso en la comunidad árabe.
- Asentamientos. La resolución 242 de 1967 del Consejo de Seguridad de la ONU pide, aunque con una formulación ambigua, "la retirada de las Fuerzas Armadas de Israel de territorios ocupados". Más de 400.000 colonos viven en asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este, lo que complica las negociaciones territoriales. Pese a los llamamientos internacionales, el proceso de colonización sigue, aunque su ritmo se ralentiza.
- Refugiados. Millones de palestinos han sido desplazados a causa del conflicto. Según un recuento de la ONU, en 2006 había 1.835.000 refugiados palestinos registrados en Jordania, 435.000 en Siria y 405.000 en Líbano. Otros 1.700.000 son desplazados dentro de Cisjordania. El regreso de los refugiados alteraría profundamente el equilibro demográfico de la región, que de por sí tiene una dinámica desfavorable a Israel, debido a la mayor tasa de natalidad palestina.
- Irán. La desafiante actitud de Teherán y su desarrollo de un ambiguo programa nuclear ponen a Irán en el centro del proceso. Israel exige a EE UU firmeza ante la amenaza iraní y pretende poner este asunto por delante del proceso de paz.
- Siria. Es otro actor fundamental en el proceso, también debido a su papel en Líbano y las estrechas relaciones que mantiene con Hezbolá. Tiene abierto con Israel un contencioso sobre los territorios de los Altos del Golán. En 2007, un bombardeo destruyó unas instalaciones sirias que, según muchos los analistas, albergaban el incipiente programa nuclear de Damasco. Nadie duda de que fue la aviación israelí la responsable del ataque. Pese al incidente, los expertos coinciden en que hay margen para mejorar las relaciones.
- El plan saudí. Arabia Saudí propuso en 2002 a Israel un plan de paz respaldado por los países de la Liga Árabe. La oferta consistía en el reconocimiento del Estado de Israel por parte de los 22 miembros de la Liga a cambio de la retirada de los territorios ocupados y del reconocimiento del Estado palestino. La iniciativa ha logrado el respaldo de la ONU y del Cuarteto.