4 de mayo de 2009

La dictadura franquista no fue una época fascista, según FAES

elmundo.es España

HISTORIA La organización la preside Aznar

La dictadura franquista no fue una época fascista, según FAES

Efe Madrid

Actualizado sábado 02/05/2009 11:38 horas

La dictadura franquista no fue una época fascista ya que el régimen de Francisco Franco se caracterizó por la ausencia de una ideología que no fuera la de perpetuarse en el poder, según sostiene la Fundación FAES que preside José María Aznar.
En la última edición de los 'Cuadernos de pensamiento político' de FAES, el catedrático de Derecho Político Manuel Ramírez publica un artículo en el que afirma que el régimen autoritario de Franco no fue "un conjunto estático", sin cambios ni variaciones, sino que en su análisis se pueden distinguir hasta tres etapas unidas por el nexo común de la "fidelidad política" al entonces jefe del Estado.
Em el artículo -titulado "Hace setenta años. El régimen político y su mentalidad' y publicado con motivo del 70 aniversario del final de la Guerra Civil-, Ramírez defiende que el franquismo no tuvo una base ideológica, sino aportaciones de muy distintas fuentes, a veces "recortadas" y a veces "estimadas" según las circunstancias.
Así, recalca que en esta etapa de la historia de España no hubo una "ideología fuerte llena de verdades absolutas y que impregnara en la sociedad" -como sí ocurrió en la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini- y añade que, precisamente, fue esta ausencia de ideología la que facilitó la caída del régimen franquista, una vez desaparecido su creador.
La primera etapa que distingue el autor de los 40 años de dictadura y que denomina 'El paso inicial por una influencia totalitaria', va del final de la Guerra Civil a 1945 cuando Franco "recurre" a La Falange pero sin adoptar el pensamiento de su fundador, José Antonio Primo de Rivera, "en su totalidad".
'El franquismo católico-empírico' es la frase con la que Ramírez centra la segunda etapa de los cuarenta años de régimen franquista, los que van del final de la Segunda Guerra Mundial (1945) a 1960, aproximadamente.
Franco crea en estos años la llamada "democracia orgánica" basada -en lugar de en los partidos políticos- en las llamadas instituciones "naturales": familia, municipio y sindicato.
Esta etapa se caracteriza también por la sustitución, en los ámbitos de poder, de los falangistas por destacados representantes cercanos a la Iglesia Católica, a quien se concede la hegemonía en órganos y sectores de la sociedad, como la enseñanza.
La última etapa sería, según Ramírez, 'El franquismo tecno-pragmático', e iría desde los años sesenta hasta la muerte de Franco, y estaría basada en la presencia de la "técnica" en las decisiones políticas.
Franco ya no es sólo el protagonista principal del régimen aunque no deja de ser su principal protagonista. Con este juego de palabras, el autor explica que el franquismo es ya "algo más que Franco" y se ha consolidado un régimen de creencias y adhesiones.
De la mano de Carrero Blanco llegan al poder un nuevo tipo de dirigentes cualificados que emprenden los planes de desarrollo y dan los primeros pasos para el acercamiento a Europa.
Son además los años de la afluencia masiva de turistas extranjeros que "abrieron ojos, cambiaron formas de pensar, multiplicaron riqueza y crearon puestos de trabajo".
El autor concluye que los cuarenta años del franquismo dejaron en la sociedad española como legado una "mentalidad" que estuvo vigente hasta comienzos de los años 80 y que ha sido la "asignatura pendiente" de la democracia.
Sus rasgos fundamentales son: la despolitización y una provocada apatía, la pervivencia del trauma de la Guerra Civil, una especial suspicacia ante problemas de orden público, y una escasa secularización del pensamiento y permanente tendencia a la utilización de patrones religiosos tradicionales.
Asimismo, una histórica debilidad de un sentimiento de "moral cívica" -entendida como la disposición a separar la ética de la política y la sociedad-, un profundo individualismo y casi nulo espíritu comunitario además de una especie de necesidad permanente de tener un enemigo cercano, y una tendencia a la rigidez a la hora de mantener las opiniones o posturas.