25 de mayo de 2009

Juegos malabares en el atasco


ABC

Juegos malabares en el atasco


GUILLERMO D. OLMO MADRID

Actualizado Sábado, 23-05-09 a las 10:13

Los automovolistas madrileños empiezan a familiarizarse con una escena de lo más pintoresca cada vez que se detienen en los cruces de las principales avenidas de la capital. En muchas de ellas, malabaristas espontáneos convierten repentinamente el asfalto en un improvisado escenario circense.

Se trata de un fenómeno relativamente reciente que va camino de desbancar a otros modelos tradicionales de pedigüeños, como los que le guarreaban a los atribulados conductores la luna delantera de su coche para después pedirles dinero a cambio.
Estos trapecistas urbanos emplean un método menos invasivo. Aprovechan la luz roja del semáforo para invadir el cebreado y desplegar sus habilidades lanzando mazas al aire y recogiéndolas al vuelo. Algunos virtuosos incluso lo hacen montados en espigados monociclos.

Pablo es uruguayo y es uno de los que se gana la vida con esta callejera actividad. Aunque no quiere decir cuánto dinero saca en una de sus jornadas, dice que con eso le basta para subsistir, ya que no tiene otra ocupación. Pablo es malabarista en exclusiva. Se dedica a conciencia a esta actividad, tanto, que se lamenta porque últimamente no dedica suficiente tiempo a entrenar. «Todavía no sé lanzar las mazas desde el monociclo, sólo consigo subirme a él. Tengo que mejorar en esto».

Son unos cuantos los que ya viven de esto en la ciudad y la mayoría de los miembros de esta particular comunidad se conocen entre sí. Pablo no puede dejar de reconocer que el más hábil con el monociclo es un tipo al que conocen como «el Portugués».

Dentro de esta comunidad hay historias de lo más diverso. Desde la de Pablo, que hace 2 años que practica con las mazas, hasta la de un muchacho que fue atropellado por una bicicleta cuando deleitaba a los conductores con uno de sus números y consiguió una indemnización de 16.000 euros por las lesiones que le causó el ciclista, una indemnización que este malabarista anónimo decidió gastarse disfrutando de un viaje a Argentina.