HERMANN TERTSCHSEGUIR
8 de abril de 2016
OPINION - HERMANN TERTSCH: El triunfo del periodismo predeterminado
HERMANN TERTSCHSEGUIR
Aparte del gran periodismo, que existe aunque escaso, se da hoy -como siempre, todos lo conocen-, el periodismo malo, frívolo, que confunde y mezcla información, suposición, datos, opinión y maledicencia. También está el periodismo mediocre, sin mala fe pero también sin nervio ni pulso, que ni intoxica ni conmueve y apenas informa, que no tiene cultura, fondo ni contexto. Esos son los tipos de periodismo más comunes. Hay uno mucho peor, que es el periodismo que queda bien definido por una frase atribuida a Salvador Allende, pero que han pronunciado muchos revolucionarios en el siglo XX , que es «el periodista revolucionario no se debe a la verdad, sino a la revolución». Allende quería un Chile como aun hoy Cuba, con un periodismo que no difunde información, sino promueve verdades ideológicas. Adecuar la realidad a esas máximas ideológicas, dirigir la narrativa de los hechos en la dirección adecuada para la doctrina es el objetivo del periodismo predeterminado. Sucedía en todos los países comunistas que eran considerados por gran parte de la izquierda mundial como la vanguardia en la historia. La URSS había creado desde la Revolución de Octubre un periodismo nuevo para el hombre nuevo y un tiempo nuevo. Había que forjar y domeñar la realidad como el mismo acero en los altos hornos. Y así se hizo. Durante décadas en gran parte del mundo solo existió un periodismo con objetivos predeterminados a los que subordinaba el tratamiento de la realidad y la realidad misma. El periodismo libre, el que busca la verdad para contarla sin reparar en dónde la encuentra ni en sus consecuencias, era perseguido a muerte. Toda la censura en dictaduras de otro tipo palidecía ante la implacable persecución bajo los regímenes soviéticos. De ahí la sorpresa de Alexandr Soljenitsin cuando alguien en España quiso comparar dictaduras. El gigante moral de las letras rusas dijo que en España había visto por todas partes máquinas de escribir y fotocopiadoras y toda la prensa internacional en los kioscos, cosas impensables en la URSS y que eso demostraba que había dictaduras y dictaduras.
En España hemos asistido en estos tres lustros a un inesperado triunfo del periodismo predeterminado. Y no es el soviético porque no es obligatorio, al menos todavía. Pero tiene la misma voluntad de «forjar, forzar y domeñar la realidad» para ayudar a la llegada del tiempo nuevo que es la victoria de unas fuerzas de la izquierda radical que cambien el régimen en España. Los periodistas que aplauden a los neocomunistas en las conferencias de prensa, los que valoran los hechos, las gestas o los delitos según la ideología de sus autores, practican ya ese periodismo predeterminado del marxismo-leninismo pero en democracia. Sufren un grado de ideologización que incapacita para un periodismo de mirada limpia que busca la verdad sin necesidad de que le encaje en su marco estrecho y primitivo de doctrina. Odian a todo el que no esté en ese periodismo «progresista» que siempre tiene dos varas para juzgar a amigos y enemigos y que necesita manipular y tergiversar para amoldar la realidad a su verdad ideológica. Ese periodismo es ya mayoritario. Decisivo para su triunfo ha sido que el Gobierno de Rajoy se ha centrado en favorecer esta trinchera izquierdista y crear uno equivalente obediente a La Moncloa. Un cálculo fatal. La pujanza y omnipresencia de la ultraizquierda ha arrollado a la mediocridad de las defensas mediáticas del PP. Para confirmarlo, Rajoy le da la entrevista total al máximo exponente de ese periodismo que todo lo pervierte, profana y manipula. Parece no saber aun hoy los cuervos que ha criado. Que ya han empezado a devorar la democracia y el Estado de Derecho.
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