14 de abril de 2016
EDITORIAL Más y más corrupción
Más y más corrupción
Persiste el aislamiento del PP a medida que crece la serie de escándalos
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El alcalde de
Granada, José Torres Hurtado, asegura que es inocente tras ser puesto en
libertad. Se le investiga junto con otras 16 personas por una presunta trama de
corrupción urbanística. PEPE TORRESEFE
Las
investigaciones sobre una trama de corrupción urbanística en torno al alcalde
de Granada, José Torres Hurtado —que durante unas horas estuvo detenido ayer
por la policía—, han desencadenado la típica reacción de un partido pillado en
falta: en cuanto el PP tenga los detalles, actuará en consecuencia contra su
correligionario. De momento le ha suspendido de militancia y anuncia un
expediente. La cuestión es el porqué de tomar la iniciativa interna siempre a
remolque de las investigaciones judiciales.
No hace
falta esperar a que se produzcan despliegues policiales y registros
espectaculares para considerar con cuidado cuáles son las personas que merecen
la confianza de un partido político serio. El regidor de Granada lleva una
larga trayectoria: diputado, delegado del Gobierno en Andalucía, alcalde
durante varios mandatos en los que ganó mayorías absolutas, hasta que el año
pasado perdió votos y necesitó un pacto con Ciudadanos para conservar la vara
de mando. No se trata, por lo tanto, de ningún desconocido ni de un recién
llegado que pueda haber sorprendido la buena fe de sus patrocinadores. Como
tampoco lo eran muchos de los investigados antes en la órbita del PP en Madrid,
la Comunidad Valenciana o Baleares, por no recordar los problemas detectados en
la sede central.
La
corrupción requiere de complicidades o negligencias políticas. Mariano Rajoy ha
insistido en la injusticia de descalificar a la política, en general, por unos
cuantos casos de personas que no se comportan debidamente, pero ese análisis
tan simple corre el riesgo de quedar rectificado por la realidad. La corrupción
permite crear redes clientelares y falsear la competición política; destruye la
confianza en las instituciones y crea unas relaciones oscuras entre empresarios
y conseguidores, que viven del tráfico de influencias, del amiguismo y de las
comisiones. La corrupción no es un mal menor, sino una amenaza seria contra la
existencia misma del sistema democrático. Por eso es inquietante la cantidad de
casos acumulados por las organizaciones políticas que han tenido responsabilidades
de poder, y entre ellas, destacadamente, el Partido Popular.
Concurre,
además, en el alcalde de Granada una personalidad pintoresca, capaz de
impulsarle a lanzar comentarios en público como el que le hizo famoso en julio
pasado: “Las mujeres van más elegantes cuanto más desnudas”. Un chabacano no
tiene por qué ser un presunto corrupto; pero si se unen las dos condiciones,
cabe preguntarse qué había visto en él la dirección del Partido Popular como
para impulsarle a correr tantas carreras con sus colores.
Al final todo repercute en el aislamiento político del PP, a escala
nacional, en parte por una presencia tan reiterada en las crónicas policiales y
de tribunales. El estallido delcaso Taula en Valencia le sorprendió
en los primeros compases de los tanteos para la formación de Gobierno, lo mismo
que la trama granadina recorta aún más el margen de Mariano Rajoy para
conseguir apoyos a su investidura, antes o después de unas nuevas elecciones
generales.
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