29 de abril de 2016
OPINION: DAVID GISTAU - El encanto etarra
DAVID GISTAUSEGUIR
Francesco Forgione es un político italiano que durante dos años presidió la Comisión Antimafia del Parlamento. Heredó la misma lucha que en los ámbitos policial y judicial empezaron Dalla Chiesa, Falcone y Borsellino, todos ellos asesinados. Los jueces, durante la guerra de la Mafia contra el Estado declarada por Totó Riina, el capo con el que se besó Andreotti y que en los maxiprocesos obligó a los testigos a declarar de espaldas porque si lo veían los paralizaba el miedo. Durante una visita a España, Forgione dedicó un rato a explicar su escándalo por el hecho de que aquí existiera una cadena de restaurantes llamada «La Mafia se sienta a la mesa». Su impacto, dijo, fue tan brutal como el que sufriría una víctima de ETA si, durante un viaje a Roma, comprobara que nuestro terrorismo fue banalizado por una cadena de asadores vascos llamada «La ETA se sienta a la mesa».
Lo que el nombre del restaurante demuestra es cuán perjudicial resulta la fotogenia que el cine prestó a la Mafia y cómo dificulta la pedagogía con la que se intenta extirpar ese horror de una desviación cultural. Al repasar la obra de Leonardo Sciascia, se aprecia cuán heroico y solitario fue su esfuerzo por voltear la percepción mafiosa que en Sicilia penetraba todo el tejido social hasta el punto de que quienes la combatían eran considerados «invasores septentrionales». Como Mussolini cuando se propuso machacarla y provocó una gran migración mafiosa a NY. El surgimiento argumental de la Camorra contribuyó mucho gracias a Saviano porque su relato fue crudo y despojado de gatitos acariciados desde el principio. De hecho, es posible hacer un pequeño experimento. Si se mete la palabra Mafia en el buscador del Google, abundan las entradas que sugieren cine y elegancia, flores en el ojal, gángsters caritativos y católicos que constituyen una forma de Estado allí donde el Estado no alcanza. Si se mete la palabra Camorra, casi todo lo que sale es brutal, verídico y repugnante.
A Forgione le daba rabia que, en España, la Mafia tuviera una coartada cinematográfica de la que carecía la ETA. Me gustaría poder responderle, después del trato de estadista dispensado a Otegui en las instituciones europeas, después de la empatía del Entrevistador, después de que Iglesias lo haya elevado a hombre de paz y socio necesario en la refundación nacional, que, en España, nuestra mafia local aún tiene la protección que le depara una coartada mucho más eficaz que la cinematográfica: la coartada política. La que le confiere un relato rehabilitador del asesinato. La que permitió a Pablo Iglesias, en referencia a los años que aún eran de plomo, consagrar a la ETA como un actor de la izquierda con lucidez y coraje para declarar la guerra al franquismo camuflado posterior a la Transición. Es verdad que, en España, la ETA no se sienta a la mesa. Es mucho peor: se sienta directamente en los escaños de los parlamentos y en los habitáculos morales donde la extrema izquierda diseña su porvenir distópico.
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