18 de abril de 2016

Los obispos alzan la voz contra “la incertidumbre y las exclusiones”

Los obispos alzan la voz contra “la incertidumbre y las exclusiones”
El cardenal Blázquez sostiene que “esta situación tan difícil puede dejar heridas en la convivencia social”

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EL PAIS -  JUAN G. BEDOYA

Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española, en 2014.
Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española, en 2014. Bernardo Pérez

Desde las pasadas elecciones, numerosos obispos han alzado la voz de alarma ante la crisis política y contra algunas de las reformas que afectan a su iglesia, anunciadas por varios partidos de la izquierda. Eran opiniones personales, advertían. Esta mañana lo han hecho colectivamente, mediante el discurso de su presidente, el cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, ante la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE), reunida en Madrid hasta el próximo viernes. “Estamos sumidos en la incertidumbre. Nos preocupa no solo el tiempo largo transcurrido, sino también las exclusiones. Nos hallamos como en una encrucijada. Esta situación tan difícil y prolongada puede dejar unas heridas en la convivencia social que entorpezcan la comunicación y el trabajo que a todos afecta. Abundan las descalificaciones personales. La desacreditación mutua hace imposible una reflexión serena sobre los problemas básicos y las tareas pendientes”, dijo.

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La alarma del cardenal Blázquez fue más lejos, hasta el punto de ver en la crisis política y el comportamiento de algunos líderes la resurrección de las dos Españas. Cauto como siempre, lo dijo con palabras ajenas. “Me permito citar a un observador penetrante de nuestra historia, pasada y presente. Son palabras impregnadas de preocupación porque considera tales actitudes ya superadas en los decenios anteriores”. El líder episcopal se refiere al teólogo Olegario González de Cardedal, quizás el pensador cristiano con mayor autoridad entre el episcopado en el último medio siglo. 

Refiriéndose a “la perversión del lenguaje y la escisión y confrontación de la sociedad en dos partes, la derecha y la izquierda, el teólogo proclama: “Es una injusticia mayor reclamar para una de ellas la verdad de España negándosela a la otra, como si esta no existiera y no perteneciera a la única historia, y sacando la consecuencia de no dialogar con ella. Esta postura reclama para sí la única que tiene dignidad cultural y posee la primacía moral, y con ello lanza una mirada despreciativa a la otra”.
A partir de esta opinión, el cardenal Blázquez sospecha que “se han removido hasta los cimientos de nuestra convivencia como pueblo; cuando esto acontece y tememos que acontezca, vacilamos y nos sentimos desconcertados, mirando al futuro con particular aprensión”.
El alarmismo episcopal va más allá de la política. Los prelados temen por el estatus de su confesión en la sociedad española, inmersa en un proceso de galopante secularización. Blázquez expresó ese sentimiento recordando cómo se gestó la Constitución de 1978, que para los obispos supuso un triunfo pese a que algunos de los grandes prelados de entonces la combatieron con virulencia. “Aunque haya aspectos en los que el paso del tiempo nos indique la conveniencia de ser actualizados, no es razonable ni legítimo poner en cuestión las líneas fundamentales de la misma; sin esta casa común quedaríamos a la intemperie”, sostuvo.
La reforma de los Acuerdos con el Vaticano
Después de repasar los aspectos constitucionales en los que, según el prelado, se sustentan los privilegios eclesiásticos y, en concreto, los llamados Acuerdos entre España y el Estado vaticano de 1976 y 1979, Blázquez sentenció: “La Iglesia no aspira en España a ser privilegiada ni quiere ser preterida. Se siente en el derecho de reclamar la libertad religiosa y este mismo derecho quiere compartirlo con las demás confesiones cristianas, con otras religiones y con quienes no se reconocen en ninguna religión. La aconfesionalidad significa que el Estado no profesa ninguna confesión religiosa para que todos se puedan sentir igualmente libres e igualmente respetados, garantizando una sociedad plural en lo religioso”.
Blázquez, sin embargo, no descarta la necesidad de una reforma de lo concordado hace 40 años con la Iglesia romana mediante la reforma del concordato nacionalcatólico de 1953. Lo expresó con estos recelos: “La laicidad positiva, como expresó en alguna ocasión el Tribunal Constitucional, que implica cooperación y neutralidad, se ha encauzado a través de los Acuerdos con la Santa Sede. En la presente encrucijada me ha parecido conveniente recordar el marco fundamental de nuestra convivencia como pueblo y sociedad. Si estos cimientos se conmovieran, nuestra convivencia se volvería insegura. Obviamente, ruptura es distinta de actualización, que en algunos aspectos pudiera ser oportuna”.


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