27 de abril de 2016
CARTA DEL PAPA FRANCISCO A HANS KÜNG “Querido hermano Hans...”
CARTA DEL PAPA FRANCISCO A HANS KÜNG
“Querido
hermano Hans...”
EL PAÍS publicó una petición del
teólogo al Papa para debatir libremente el dogma de la infalibilidad. El propio Küng
da a conocer ahora la respuesta de Francisco
El Papa confesó el
sábado a los fieles en la plaza de San Pedro. EFE
El día 9 de marzo de 2016 se publicó en importantes periódicos de
diferentes países mi Llamamiento al papa Francisco rogándole que hiciera posible un debate abierto,
imparcial y libre de prejuicios sobre la cuestión de la infalibilidad. Me
alegró mucho recibir, inmediatamente después de Pascua y a través de la
nunciatura de Berlín, una respuesta personal del papa Francisco fechada el
Domingo de Ramos (20 de marzo).
De este
escrito son importantes, para mí, los siguientes puntos:
— Que el
papa Francisco me respondiera y que no me dejara con mi Llamamiento, por
decirlo de alguna manera, suspendido en el vacío.
— Que
fuera él mismo quien respondiera, y no su secretario privado o el cardenal
secretario de Estado.
— Que resaltase el carácter fraternal de su carta en español mediante el
uso del encabezamiento en cursiva y en alemán “lieber Mitbruder”
(“querido hermano”).
— Que haya leído con atención mi Llamamiento, cuya
traducción española le adjuntaba.
— Que valorara altamente las reflexiones que me habían conducido a
publicar el volumen 5 [de mis obras completas], dedicado a la infalibilidad, en
el que propongo debatir teológicamente las diferentes cuestiones en torno a
este dogma a la luz de la sagrada Escritura y de la Tradición, con la intención
de que la Iglesia del siglo XXI, semper reformanda, profundice en un
diálogo constructivo con la ecúmene y la sociedad postmoderna.
El papa
Francisco no fija limitación alguna. De esta forma, corresponde a mi deseo de
abrir un debate libre sobre el dogma de la infalibilidad. Personalmente
concluyo que este nuevo espacio de libertad debe ser aprovechado para avanzar
en el esclarecimiento de las declaraciones dogmáticas controvertidas en la
Iglesia católica y la ecúmene.
No podía yo imaginar entonces el gran espacio de libertad que, pocos
días después, abriría el papa Francisco en su exhortación apostólica
postsinodal Amoris laetitia. Ya en la introducción declara que “no
todos los debates doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltos con
intervenciones magisteriales”. Se posiciona contra “una fría moral de gabinete”
y se niega a que los obispos sigan comportándose como “controladores de la
gracia”. Considera que la eucaristía no es un premio para los perfectos, sino
un “alimento para los débiles”. Cita con frecuencia las declaraciones del
Sínodo de los Obispos y de las conferencias episcopales nacionales. No quiere
seguir siendo el único portavoz de la Iglesia.
Este es el
nuevo espíritu que siempre esperé del Magisterio. Estoy convencido de que, por
fin, también el dogma de la infalibilidad, una cuestión fundamental y decisiva
de la Iglesia católica, se podrá debatir con espíritu libre, abierto y alejado
de todo prejuicio. Estoy profundamente agradecido al papa Francisco por
ofrecernos esta posibilidad. Mi agradecimiento se une a la expectativa de que
los obispos, teólogas y teólogos hagan suyo sin reservas este espíritu y
colaboren en la tarea de esclarecer el dogma de la infalibilidad en el espíritu
de la Escritura y de la gran Tradición eclesial.
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