29 de abril de 2013

"Ahora es común que los hombres vayan a escuchar a la rabina"


"Ahora es común que los hombres vayan a escuchar a la rabina"

 Judith Nowominski y Sarina Vitas son dos de las diez únicas mujeres del judaísmo de Latinoamérica que brindan servicios religiosos.

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 Las primeras y diez únicas rabinas de Latinoamérica se formaron en la Argentina y asumen un compromiso que hasta 1994 era exclusivo de los hombres, por lo que ahora no resulta extraño verlas al frente de servicios religiosos en sinagogas y acompañando a la comunidad que tienen a su cargo.
Dos de ellas, Sarina Vitas y Judith Nowominski, prefieren compararse con una maestra que camina a la par de su comunidad que con un religioso que da un sermón desde el púlpito, y coinciden en que ser rabina hoy tiene también que ver con recuperar un lugar de participación del que la mujer había sido exceptuada.
"Mantener vivos los preceptos y las tradiciones de nuestro pueblo es una alegría y a la vez un desafío. No me quejo pero este rol, más que full-time, yo diría que es full-life", dice Vitas, al frente de la comunidad hebrea Or Jadash. A punto de cumplir su centenario, Or Jadash congrega a unas 400 familias del barrio porteño de Flores, y es la única en Latinoamérica que tomó el desafío de tener una mujer rabina al frente, ya que el resto tiene un rabino hombre o una conducción compartida.
Vitas explica que la tarea de rabinos y rabinas "es ayudar a comprender la revelación divina a través de la lectura e interpretación de los libros de la Torá, una práctica constante del pueblo hebreo para mantener vivos los preceptos y la tradición del judaísmo". Recibida hace once años, después de casarse y antes de tener a sus dos pequeños hijos, destaca que en la lectura de esos textos "encontramos que la mujer ha tenido antiguamente una participación activa, que fue disipándose con el tiempo. Por eso decimos que este rol de rabinas fue recuperar un lugar que en realidad habían tenido las mujeres en los siglos -I, I, y II y que más tarde perdieron porque fueron exceptuadas de ciertos preceptos y prácticas."
A diferencia de los judíos ortodoxos, "los que integramos el movimiento conservador decimos que tenemos la Torá en una mano y el diario en la otra, porque no podemos dejar de ver la tensión entre lo contemporáneo y lo tradicional", reflexiona Vitas. "Nos tocó vivir en el siglo XXI, en esta realidad. Tenemos que procurar que no se fosilicen nuestros principios, valores y prácticas; que sigan teniendo el mismo sentido y ordenanza prescripta, pero que podamos hacerlos prácticos el día de hoy."
Casada y con dos hijos de 23 y 26 años, Nowominski fue la última mujer en conseguir su título de rabina, en 2012. Está al frente de la comunidad Bet Hilel, en el barrio porteño de Palermo, junto con un rabino hombre. "Yo tuve el camino allanado porque Sarina se desempeñó allí en sus comienzos como rabina. No es la primera vez que ven una mujer en el púlpito. En ese sentido, es más fácil", dice Nowominski, y agrega: "Como rabina, acompaño a la comunidad en todos los momentos importantes de la vida: el nacimiento, la madurez de los chicos (Bat Mitzvá), el casamiento y el duelo; además, cada semana organizamos los rituales propios del shabat."
"Se da en forma natural que cada vez más mujeres disponen de tiempo y de ganas de participar. Es muy común que las mujeres vayan a escuchar al rabino. Ahora, en las comunidades donde estamos nosotras, se ve ese fenómeno al revés: muchos hombres van a escuchar a la rabina, tal vez por curiosidad", reflexionó.  «
 
En el Seminario
Graduadas
Las otras ocho rabinas son Margit Baumatz, Analía Bortz, Sandra Kochmann, Graciela Grynberg, Deby Grinberg, Daniela Szuster, Karina Finkielsztein y Silvina Chemen, graduadas en el Seminario Marshall T. Meyer, único de la región que acepta mujeres. 
 
Télam
 

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