24 de septiembre de 2010

Homenaje y actualidad de Flores de Lemus

ABC

Economía

Homenaje y actualidad de Flores de Lemus

Día 20/09/2010
Para los economistas españoles, Flores de Lemus fue quien transformó nuestra ciencia económica, tras pasar por las universidades de Tubinga y Berlín, y en ambas trabajar con la flor y nata de grandes economistas, hacendistas, estadísticos, historiadores alemanes, desde los Neumann, Schoenberg y von Bortkiewicz a los Ballod y Lexis, o a colosos como Wagner y Schmoller, con el añadido de Sombart. Cuando regresa a España era, por una parte, un competente. Pero, además, era un patriota. En su correspondencia con su maestro en Madrid, Giner de los Ríos, es como se muestra con frases de acendrado amor a su país y, también, por lo que sucedía en el paso del siglo XIX al XX, de dolor por España. Datos como los de su solidaridad con los miembros de la generación del 98 —los Unamuno, Azorín, Antonio Machado, Pío Baroja— prueban este talante. Pero, además, su postura política era la de un conservador, bastante poco liberal, que se va a sentir cómodo, y prácticamente correligionario, con Maura —a punto estuvo de ir con él como ministro de Hacienda, en un Gobierno que se hunde en una maniobra palatina como nos expone en sus «Memorias» Ossorio y Gallardo— e incluso con Primo de Rivera, pues no sólo fue miembro de la Asamblea Nacional, sino que en ella defendió con brío extraordinario al dictador, ante una maniobra oscura. En suma, tenía un claro entusiasmo por el despotismo ilustrado, admiración por el estilo burocrático y militarista de Prusia, y también siempre estuvo dispuesto a favorecer el desarrollo de políticas sociales —fue, pues, un socialista de cátedra—, y sin duda alguna, además, era persona de catolicismo acendrado.
Se trata, pues, para emplear un lenguaje claro, de un economista de derechas, que a más de ser catedrático de universidad y cabeza de una escuela de discípulos egregios, como Carande u Olariaga, Prados Arrarte o Ullastres, Castañeda o Valentín Andrés Álvarez, se transformó en un funcionario clave del Ministerio de Hacienda, con el designio de cambiar a fondo nuestra economía. Se convirtió así en un servidor público ejemplar, de excepcional valía además. Para que Calvo Sotelo comprendiese en medio de la polémica en relación con la caída de la cotización de la peseta, que no debía entrar nuestro país en el patrón oro, redactó un dictamen basado, por primera vez en la historia de la ciencia económica, en un modelo econométrico que explicaba el comportamiento del conjunto de la economía de España.
No ahorró ayudas, pero tampoco críticas ante las decisiones del Gobierno. A pesar de su actitud política básica, le vemos auxiliar a Indalecio Prieto cuando, como ministro de Hacienda y ante el susto de Azaña, que por eso le acabó apartando pronto de ese ministerio, decide llevar adelante una reforma del Banco de España, iniciando el proceso de su estatificación, ése que culminaría Mariano Navarro en 1962. Pero también lo contemplamos como crítico implacable de cualquier defecto significativo de la política económica, fuera ésta la de los tratados de comercio que llevó adelante el conde de San Bernardo, o el abandono, salvo en el caso de Maura, del «principio de autoridad en el campo», creador de una anarquía que hundía los cultivos y esto sin dejar de ser partidario, dadas las condiciones entonces de nuestra economía, al ser ésta esencialmente rural, de una importante reforma agraria.
Acaban de aparecer, recopiladas, las «Obras» de este gran economista que tuvo aportaciones analíticas tan importantes como su ensayo «El problema de la circulación del capital en Marx». O, como yo creo haber expuesto, su rápida percepción de la importancia del «teorema de la telaraña». Pero lo que de la lectura de ellas trasciende es lo que indica sobre él Fuentes Quintana. Considera éste que de Flores de Lemus procede una «genial anticipación en la forma de entender el modo de reformar», al ser partidario Flores de Lemus de hacer los cambios de manera «silenciosa, con las modificaciones impuestas por las mudanzas del tiempo». No le hubiera venido mal a España que esto hubiera tenido lugar a partir de 2003.