La diáspora de españoles en el extranjero aumenta
cada año. El 1 de enero de este año eran 1.931.248 los empadronados en otros países del mundo, un 6,3% más que en el año anterior y dos terceras partes de ellos viven en América, según publicó ayer el Instituto Nacional de Estadística (INE). Desde 2008, han aumentado en más de 450.000.
Este padrón solo registra 43.671 nacidos en España que residen en el extranjero, un 27% del total, pero la mayoría de los emigrantes de nueva hornada, impulsados a irse por la crisis, no tienen motivaciones para inscribirse en el censo hasta que llevan varios años en el país, según Amparo González, demógrafa del CSIC, por lo que la cifra es mucho más elevada, aunque muy difícil de fijar.
De los casi dos millones de españoles censados en otro país de los que sí se tiene conocimiento, más de 1,2 viven en América y 650.000, en Europa. El resto de continentes rozan, en conjunto, los 60.000.
Jon Ugarte (Vitoria, 24 años) es arquitecto y se marchó a Brasil con una beca con la idea de tantear el terreno y encontrar un trabajo allí.
Se fue directamente al salir de la universidad, sin experiencia laboral. “Ahora se me terminan las prácticas y me quedaré trabajando
en negro para la misma empresa. Aquí es normal porque conseguir los papeles es muy difícil”, cuenta. De los 157.933 nuevos españoles censados en el extranjero en 2012, Brasil es uno de los países donde más ha aumentado su presencia: 9.800 nuevos, solo por detrás de Argentina, donde el aumento es de 17.500, y seguido de Cuba, con 8.600. Ugarte no está registrado y espera “en un año o dos” conseguir un permiso de trabajo. “La idea de la beca es que te formes fuera y traigas valor añadido para las empresas vascas, pero tal y como está la cosa allí, no vuelvo”, añade por teléfono.
“El dato refleja una tendencia al alza, pero no brutal de españoles que dejan el país en búsqueda de un trabajo”, aclara la demógrafa del CSIC. De los nuevos inscritos en 2012, un 59,1% nacieron en su actual país de residencia. Muchos obtuvieron la nacionalidad española gracias a la Ley de Memoria Histórica por ser familia de exiliados durante la Guerra Civil y la dictadura, que no habían viajado nunca a España. Pese a este fenómeno que desvía la cifra, los expertos coinciden en que la fuga es preocupante y perjudicial para el país. “Sean españoles o inmigrantes naturalizados que regresan a sus países, se trata de una población que conoce el idioma, el mercado laboral y nuestra cultura”, apunta González. “No solo es una pérdida que se vayan los jóvenes titulados. También perdemos a los que no vienen. Si la situación fuera mejor, los descendientes de los exiliados serían candidatos, muchos de ellos cualificados, que se plantearían venir”, añade Antonio Izquierdo, catedrático de Sociología de la Universidad de La Coruña.
“Me fui porque en España no hay trabajo para todos”, explica Antonio Rivera, un ingeniero granadino de 42 años. Es director general de la sucursal de una empresa eléctrica española afincada en la localidad de San José Dos Campos (en la provincia de São Paulo). La compañía lo contrató el año pasado, cuando se instaló en Brasil. “Tu empresa tiene que justificar que eres indispensable para el cargo, porque si no, es muy difícil que te den el visado. Brasil no acepta mano de obra”, explica desde Granada mientras espera que se le renueve el visado.
Brasilia endureció el acceso a los españoles a su territorio por reciprocidad el pasado mes de abril.
“Muchos se van por probar —volvieron unos 40.000—, pero mi certeza es que la cantidad de españoles en el extranjero va a seguir aumentando. Cuando se hayan resuelto todas las solicitudes de hijos de exiliados, habrá que buscar otras razones”, afirma Izquierdo.
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