19 de marzo de 2013
El Gobierno español acude a Roma con los ‘deberes’ de religión hechos
el pais - NATALIA JUNQUERA Roma 18 MAR 2013 - 22:41 CET198
Los Príncipes, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y los ministros de Exteriores, José Manuel García Margallo; Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, e Interior, Jorge Fernández Díaz, encabezan la delegación española que asiste este martes a la misa de entronización del papa Francisco con la que se inaugura una nueva etapa en las relaciones entre España y el Vaticano. La fotografía será muy distinta a la de abril de 2005, cuando el entronizado era Benedicto XVI y el entonces presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, acababa de aprobar la ley de matrimonio homosexual.
El Gobierno se presenta hoy en Roma ante el nuevo papa con los deberes hechos, es decir, casi una enmienda a la totalidad a la legislación de Zapatero que Benedicto XVI definió como de “anticlericalismo radical”. El Ejecutivo de Rajoy ha eliminado la asignatura de Educación para la Ciudadanía —que para Ratzinger era una “amenaza a la libertad religiosa”—; ha recurrido (aunque sin éxito) ante el Constitucional la ley de matrimonio homoxexual —que para el anterior papa era “destructiva”— y trabaja en una reforma a la baja de la ley del aborto socialista.
En la foto de la ceremonia de inicio de papado habrá hoy menos tensión. También menos delegados españoles que en la de Benedicto XVI. Entonces, no acudió el presidente Zapatero, pero sí lo hicieron los ministros de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos; de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, y de Defensa, José Bono, y por parte del PP Mariano Rajoy, Ángel Acebes y Eduardo Zaplana. Hoy no habrá representación oficial del PSOE, según fuentes del partido, porque no han creído necesario asistir.
En cambio, se han quedado fuera varios miembros del PP que deseaban acudir a la entronización del papa Francisco. “Había tortas para entrar en la delegación”, asegura un portavoz del Gobierno. Pese a todo, se ha intentado “acomodar” a quien ha pedido asistir, como el alcalde de Barcelona, Xavier Trias.
Rajoy, que asistirá a la ceremonia acompañado por su mujer, saludará brevemente al Papa con los Príncipes de Asturias. En abril de 2005 fueron los Reyes quienes presidieron la delegación española en la entronización de Benedicto XVI. Esta vez, por encontarse el Rey convaleciente de su operación de hernia discal del pasado 3 de marzo, se decidió que fuera el Príncipe en su lugar. Para ello se publicó el pasado sábado en el BOE un real decreto por el que se confiere a don Felipe “la representación de España en la Misa Solemne de Inicio del Ministerio como Pastor Supremo de la Iglesia Universal de Su Santidad Francisco”.
El Gobierno ve importantes puntos en común con el nuevo Papa. “Es un jesuita, gente de fiar”, dijo el ministro Margallo, quien confía en que el idioma común sirva para sumar otra “contribución a la marca España”. Gallardón, que fue alumno de los jesuitas, incluso confesó una “alegría cómplice” por que el nuevo papa lo fuera, convencido de que ayudará a “abrir puertas”. En el telegrama de felicitación que envió al nuevo pontífice, Rajoy manifestó la disposición del Ejecutivo de reforzar “las especiales relaciones entre la Santa Sede y España” sobre la base de los valores compartidos, entre los que citó “la vida, la dignidad humana, la libertad, la paz y la justicia”.
Durante su pontificado, Benedicto XVI visitó España tres veces en seis años, lo que denotaba la inquietud del Vaticano por frenar ese “laicismo fundamentalista” o “clerofobia radical” que Ratzinger veía en el Gobierno de Zapatero y temía se contagiara al resto de Europa. Está por ver si ahora ese vínculo común del idioma es más poderoso que aquella inquietud y el nuevo papa viene a España tanto o más que su predecesor.
Pese a todo, el socialista Ramón Jáuregui, exministro de la Presidencia, insiste en que las relaciones con el Vaticano “empezaron mal, pero terminaron bien” gracias a “la excelente confianza entre el cardenal Antonio Cañizares y Zapatero” y a la Operación María Teresa Fernández de la Vega. La vicepresidenta se empleó a fondo en la tarea de acercamiento al Vaticano y asegura ahora que incluso se aprendió “varios brindis en latín para impresionar a los cardenales”. “El Gobierno envió a la vicepresidenta para recomponer relaciones y funcionó”. “Terminamos bien pero sin renunciar a nuestros principios. Pusimos a la Iglesia en su sitio. Las leyes las hace el Parlamento, no el Vaticano”, añade Jáuregui.
Pese a los roces que provocaron la ley del matrimonio [homosexual] y o la Educación para la Ciudadanía, pocos Gobiernos han tratado mejor que el del PSOE a la Iglesia, ya que el Ejecutivo de Zapatero elevó a definitivo el sistema de financiación pública a la Iglesia e incrementó un 37% la cuota del IRPF que Hacienda entrega a los obispos por las declaraciones de los fieles que así lo desean.
Jáuregui prepara ahora el embrión de lo que será el programa del PSOE para las próximas elecciones. “Tenenos un grupo de 30 personas dedicado solamente a hacer una reflexión ideológica sobre el laicismo, la aconfesionalidad del Estado y la relación con las diferentes religiones”.
Ángel Gallardo, director general de relaciones con las confesiones religiosas, dependiente del Ministerio que dirige Alberto Ruiz-Gallardón, cree que la ley de libertad religiosa “no es una prioridad” y destaca “el interés del nuevo papa por el diálogo interreligioso. Eso para España, donde conviven varias confesiones, es muy importante”. En cuanto a la presión que desde el Vaticano pueda ejercerse con leyes como la del aborto, opina: “El Estado no puede ser ajeno al hecho religioso. España no es un país puramente laico como puede ser Francia”.
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