23 de marzo de 2013
¿Qué nos quedará del estado del bienestar?
IDEAS ANTE LA CRISIS | Reflexión sobre las consecuencias de la crisis
Ahora que tanto se habla del estado del "malestar", conviene quizás remontarse a los orígenes del estado del bienestar para comprender mejor lo que está en juego. "La idea surge tras la devastación causada por la Segunda Guerra Mundial en Europa. Los partidos democráticos llegan a un consenso para dar 'protección' a los ciudadanos. Se trata en el fondo de intentar crear una sociedad más justa, con un reparto más equitativo de la riqueza entre la población y con el ideal del pleno empleo".
Tomás Fernández-García, 62 años, profesor titular de Trabajo Social en la UNED, lleva casi toda su vida profesional dedicado a la persecución de ese escurridizo "ideal", vapuleado ahora por la cruda austeridad. A la dura encrucijada le ha dedicado un extenso artículo -'El estado del bienestar frente a la crisis política, económica y social'- en el que arremete contra el neoliberalismo rampante por estar creando "situaciones de pobreza y exclusión social que no veíamos desde hace cuatro décadas".
Pero estamos donde estamos, y la pregunta parece obligada: ¿Qué nos quedará del estado del bienestar?
"Nos quedará la capacidad para seguir luchando por los derechos sociales que tanto nos costó lograr. Yo sigo teniendo una gran esperanza en la capacidad de los ciudadanos para forzar los cambios desde la calle. No sé cuánto tiempo más puede durar este ataque feroz contra el modelo que ha permitido que millones de personas accedan a una vida digna, pero imagino que tendrá un límite, porque el sistema necesita del consumo de las clases mediasy no se las puede seguir destruyendo como hasta ahora".
"Las situaciones de pobreza, paro, precariedad y falta de vivienda en España son ya intolerables", denuncia Tomás Fernández-García.En los últimos cinco años hemos dado un paso atrás de varias décadas. Yo sigo reivindicando ese modelo que nos permitió alcanzar altas cotas de igualdad y solidaridad colectiva, frente a la codicia y la especulación de las elites económicas, que han sido las auténticas causantes de la crisis".
La pregunta del millón queda sin embargo flotando en el aire. Le pedimos al coautor de 'El Estado del Bienestar: perspectivas y límites' (entre una larga lista de títulos) que haga un ejercicio de 'futurología' y se ponga en el peor y en el mejor de los casos de aquí a diez años.
"En el mejor de los casos, volveremos a conseguir algunos grados de bienestar, pero siempre estaremos muy por debajo de lo que tuvimos hace apenas cinco años, cuando los gastos sociales eran el 20% del PIB. Ahora debemos rondar el 13% o 14%, uno de los más bajos de Europa. Hay ya más de un millón de familias totalmente desprotegidas, y quienes más van a pagar la factura van a ser van ser las mujeres, los niños y los mayores. No tardaremos en perder nuestra posición privilegiada entre los países con mayor esperanza de vida".
A Tomás Fernández-García le conocimos hace más de dos décadas en la periferia madrileña, entre las chabolas de La Celsa y en una situación aún más apocalíptica que la que vivimos ahora. Las fuerzas policiales tomaron posiciones en las colinas que rodeaban el poblado gitano. Los helicópteros vigilaban todos nuestros movimientos desde el cielo. El trabajador social y el periodista se vieron de pronto obligados a cerrar los postigos y a parapetarse con los marginados. Aquello era un redada anti-droga. ¡Manos arriba!
De aquella experiencia surgió un vínculo que dura hasta ahora y que siempre tuvo como telón de fondo aquella lucha desigual (aunque había traficantes entre los marginados, y también policías de dudosa reputación que saltaban con pasmosa familiaridad entre los dos bandos).
Digamos que la experiencia de campo, a ambos lados de la barrera, le ha permitido a Tomás Fernández-García tener una visión muy directa de esa doble realidad. "La crisis nos afecta a todos, pero la capacidad de defensa es muy diferente según el lugar que se ocupe en la distribución la renta. La desigualdad económica es cada vez más grande. Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres. Y lo cierto es que no podrán salir de esa situación de exclusión sin el apoyo del Estado".
"España llegó tarde al estado del bienestar", recuerda Tomás Fernández-García. "En la época franquista funcionábamos con la caridad y la beneficencia, y no podemos permitirnos volver a eso. De la dictadura arrastramos aún problemas estructurales como el débil tejido productivo, muy relacionado con el paro, que afloran periódicamente cuando las cosas van mal. Pero en la Constitución se puso un empeño especial por paliar ese déficit social y se asentaron los cuatro pilares del estado del bienestar: la salud pública, la educación, las pensiones y los servicios sociales".
Fernández-García defiende la vigencia del principio keynesiano de una sociedad más igualitaria y el reconocimiento de los "derechos sociales de la ciudadanía" que acuñó el sociólogo inglés T.H. Marshall. "En los años ochenta, con la llegada de Thatcher y Reagan, se rompió el consenso que existía sobre las políticas sociales. Las ideas neoliberales empezaron a ganar fuerza y a hablar del agotamiento del paradigma keynesiano. La ofensiva fue muy fuerte, pero la idea del estado de bienestar sobrevivió y sigue aún muy presente sobre todo en los países nórdicos".
"La crisis ha obligado también a realizar ajustas a países como Dinamarca o Suecia", admite Tomás Fernández-García. "Pero que no hay que dejarse engañar: en estos países no se está desmantelando el estado del bienestar. El proyecto de una sociedad más igualitaria pervive porque está en la esencia de cualquier país democrático. Lo que no es democrático es la desigualdad y la exclusión".
Contra viento y marea, Fernández-García propone finalmente un pacto social similar al que dio origen al estado del bienestar, antes de que la situación llegue a un deterioro irreversible… "Pese a las dificultades económicas, tenemos que hacer un esfuerzo por construir el tipo de sociedad que queremos. Un país en el que uno de cada dos jóvenes no puede encontrar un empleo es un país sin futuro. Necesitamos inversiones sociales urgentemente... Estamos dejando escapar nuestros mejores cerebros y condenando a la resignación a los que se quedan. Los ciudadanos ven que sus hijos van a vivir peor que ellos y es lógico que se indignen. Yo espero que sepamos canalizar esa indignación para convertirla en una fuerza social de cambio".
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