«Esta mañana un alumno me ha llamado [...] y me ha tirado una silla a la cabeza»
Día 20/11/2014 - 01.58h
Los padres superan a sus hijos en las agresiones a profesores, según el último informe del sindicato Anpe
Decir que «el profesor me ha cogido manía» es un clásico generacional. Lo que es novedad es que el padre se abalance sobre el docente para agredirle. «Hoy un padre en el patio –nunca se había presentado antes en el centro a lo largo del curso– en la fila de entrada delante de los niños, de otros profesores y padres comenzó a gritarme y a amenazarme con prenderme fuego». Así como está escrito, lo denunció un profesor al Defensor del Profesor y así ha quedado reflejado en la memoria que ha facilitado el sindicato independiente de profesores ANPE. En el documento se alerta del hecho de que «cada vez con más frecuencia, son los padres los causantes» de más «interferencias, amenazas o coacciones» en el entorno educativo.
El mayor número de denuncias se produce en Primaria
Agresiones físicas
La explicación, dice Suárez, es que «los padres han tomado el testigo. Antes eran los alumnos de cursos superiores los que cometían actos de desconsideración. Ahora, los que insultan o incluso o agreden, son los progenitores». Para corroborar sus afirmaciones anima a buscar en la memoria casos como el de un profesor que cuenta cómo fuera del centro recibió «intimidación, amenazas y agresión física del padre de una alumna», que le «empujó de forma reiterada» y le llegó incluso a golpear en la cara.
Los problemas personales de los padres recaen sobre los profesores
Bajas laborales
Durante los nueve años que lleva en marcha este servicio, más de 25.000 profesores han hecho uso de él. De las 10 llamadas que se reciben cada día, algunas son increíbles. «Esta mañana, un alumno me ha llamado [“...”] y me ha lanzado una silla y su mochila», cuenta un profesor. Una situación no muy distinta de otro que narra cómo al acercarse a un alumno para que dejase de agredir a otro, este le llamó [«...»] y le lanzó a la cara el balón «con toda la fuerza con que fue capaz», obligándole a coger una baja laboral.
Y estos casos son representativos tan solo del epígrafe de conductas agresivas. Faltan los de problemas para dar clases, faltas de respeto e insultos, acoso y amenazas, grabaciones y fotos, daños a pertenencias, falsas acusaciones, acoso laboral o falta de respaldo por parte de la administración.
Situaciones tan desesperantes para los docentes que no es difícil comprender que la ansiedad entre este colectico haya subido, según el informe, desde un 50% del curso 12-13, a un 57% en el 13-14; o que también hayan subido los casos de depresión de un 16% a un 17%. No parece que ese sea el entorno «para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas» del que hablaba la ley de 2006.
Testimonios desde las aulas
A. C. MADRID
«Imparto clases en un IES. Realmente me lo estoy pasando mal y no sé muy bien cómo enfrentar la situación. Uno de los grupos que tengo asignados de segundo de la ESO se me ha ido de las manos. Esta mañana uno de estos alumnos, me ha llamado [“...”] y me ha lanzado una silla y su mochila. Le he puesto un parte, pero mi duda es si desde la dirección van a tomar cartas en el asunto ya que no es la primera vez y no se ha aplicado ninguna sanción».
«Hace un par de días tuvimos conocimiento en el centro de que una madre ha publicado una serie de insultos, difamaciones y mentiras sobre tres profesores. A mí en concreto me acusa de haber pegado a su hija y asegura que es una práctica muy común en mis clases no solo con su hija sino también con otros niños. Además de esta gravísima calumnia, asegura que ya fui expulsada de un centro -donde nunca he ejercido como docente- por esta misma cuestión».
«En este momento me encuentro en tratamiento psicológico. No puedo dar clase. Los alumnos se dan cuenta de la situación en la que me encuentro y hacen comentarios en mi presencia: “si a ti no te hace caso ni el director”, “ni se te ocurra ponerme un parte porque si lo haces toda la clase hará un escrito para que te echen”… Así que al final al sentirme tan desautorizada y por miedo a posibles represalias término por no hacer partes. Ir a clase se ha convertido en un suplicio para mí».
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