16 de julio de 2011
Economía, derecho y sexo
Día 16/07/2011
Estas reflexiones nacieron a raíz de un almuerzo durante el cual, apenas transcurridas unas horas de la detención de Strauss Kahn, declaré mi indignación, mi sorpresa, mi tristeza... por lo sucedido. Todos los estados de ánimo negativos confluían en mi persona.
Los que me rodeaban llegaron a criticar mi actitud obsesiva por el tema y sin embargo cuanto más vueltas le daba a lo sucedido, más me ratificaba en mi primera impresión; estábamos ante un fenómeno de tal magnitud que abarcaba las distintas esferas de la vida y de la sociedad. Pocos días más tarde, una Tercera de Guy Sorman me provocaba, a su vez, sorpresa, incredulidad e incluso algo de frustración por la suavidad con la que el excelente ensayista abordaba el tema.
Todos los ingredientes se reunían para que John Grisham «cocinase» la mejor de sus novelas o Hitchcock consiguiera con este argumento hacer olvidar Rebeca o La ventana indiscreta. Desde el asesinato de John Lennon, nunca en Estados Unidos un fenómeno ha levantado tanta expectación mediática, por no citar la convulsión política allende los Pirineos, donde nadie se atreve ya a pronunciarse sobre el devenir político del partido socialista francés.
En efecto, economía, justicia, sexo, religión, trampas, mentiras, envidias, «chauvinisme», intelectualidad… se agrupaban en torno a un sujeto. Sin embargo, no habían transcurrido dos meses desde aquel fatídico 14 de mayo cuando de nuevo se producía un giro copernicano: el presunto agresor ya no lo era tanto de la mano del «as» de los penalistas americanos,Benjamín Brafman. No es este el momento ni el lugar ni yo la persona adecuada para analizar las debilidades, las desviaciones, las perversiones humanas, pero sí las consecuencias que las mismas pueden acarrear cuando recaen sobre alguien con tan alta responsabilidad.
Si nos situamos en el ámbito económico, tenemos que empezar por reconocer que estamos probablemente ante uno de los tres cargos con más poder del planeta. Sino que se lo digan a nuestra «querida» Europa, que no ha tardado en colocar a la prestigiosa Lagarde como responsable del ente antes que cualquier país emergente tuviese la osadía de arrebatarle tan preciado puesto. ¿Y qué es el poder más que, en palabras de Max Weber, la capacidad de influir más o menos en los demás?
Si bien de todos es sabido que la burocracia ha llegado a anquilosar los organismos internacionales, no es menos cierto que un comentario del director del Fondo Monetario sobre la solvencia financiera de una entidad, sobre las inyecciones de liquidez necesarias en una economía, sobre el nivel de endeudamiento de un país puede provocar una convulsión de esto que algunos han venido a llamar mercados y que no son otra cosa que los principales grupos inversores mundiales y por tanto el ahorro global, tan necesario para el crecimiento y la recuperación de toda economía.
¡Y qué decir de una posible rebaja en el rating de tal o cual banco, lo que a su vez puede ocasionar que al día siguiente miles de accionistas pierdan gran parte de sus ahorros si los tenían invertidos en aquella institución! Pues este poder residía en manos de alguien que los americanos de forma suave califican como womenizery con unos calificativos irrepetibles en otros casos.
El mundo puede tener que sufrir, y de hecho así sucede, malos gobernantes y gestores, pero el mundo y sobre todo la civilización occidental, que debería ser espejo y modelo para tantas economías en vías de desarrollo, no debería permitirse responsables de este porte. ¿Con qué cara se le puede exigir a países como Grecia, Irlanda, Portugal que hagan sus deberes en materia económica, que reduzcan su déficit, que racionalicen sus políticas económicas, si el máximo responsable de las finanzas internacionales no es capaz de controlar sus instintos más primarios?
Si saltamos al terreno jurídico y judicial, las controversias y cuestiones se multiplican. En efecto, desde aquellos que valoran la agilidad, la rapidez y la igualdad de la Justicia americana hasta las críticas vertidas desde este lado del Atlántico a la falta de presunción de inocencia, a la publicación de fotos de un detenido sin haber sido juzgado, a las declaraciones de una inmigrante posible falsificadora de documentación… Sin embargo, con envidia, un magistrado español me comentaba como todo lo sucedido en Nueva York hubiese sido imposible en nuestro país. Resulta sorprendente que sin ser la democracia estadounidense la más antigua del mundo sea sin embargo la que mejor siga aplicando la separación de poderes de Montesquieu, a pesar de los errores en que pueda incurrir y a pesar del peso enorme que la elección de un influyente abogado pueda suponer en el final del proceso.
Y si de los tres poderes hablamos, no dejemos de lado la vertiente política del tema, ya que a estas alturas de la película todavía no tenemos la certeza de que el mencionado sujeto llegue a la cúspide de la presidencia francesa, con la influencia que ello significase, no sólo para la agricultura española, tan dependiente de los caprichos de nuestro vecino país en esta materia, sino sobre todo para las grandes alianzas internacionales, en un momento en el que los países árabes despiertan a la vida democrática y algunos eligen como modelo a las «decadentes» sociedades europeas.
¿Cómo pudo un político socialista escalar a las cumbres mundiales con la ostentación de riqueza que le era característica? Es cierto su adscripción a la gauche caviar, antaño llamado divine, pero ello no es óbice para que no cesase de pedir el voto a los explotados por el mundo capitalista.
Muchos han considerado a este político y economista un fruto típico del mayo francés del 68, un defensor a ultranza de las políticas keynesianas del dinero barato, del consumo galopante… y por tanto responsable de la actual crisis financiera. Sin llegar a estos límites de exageración por el papel jugado por DSK en la crisis actual y sin querer minusvalorar las grandes aportaciones y logros del keynesianismo a la estabilidad mundial de los últimos 70 años, no me queda más remedio que admitir que aquellos que critican al FMI (por cierto, creación del propio Lord Keynes junto con un socialista, Dexter White) por su excesivo liberalismo se equivocan, ya que las actuaciones del FMI se han caracterizado ante todo por las subidas de impuestos más que por reducir el tamaño del Estado.
A pesar de mi imaginación, a veces excesiva, me resulta imposible verme nacida en un país musulmán. Pero en un intento sublime en esta línea no quiero pensar lo que pueden haber fabulado las mentes femeninas de estos territorios: francés judío viola mujer musulmana practicante en un territorio por excelencia hostil al mundo árabe… y pocos días más tarde es puesto en libertad.
Realmente aquellos que no quieran reconocer que Europa está en decadencia y que la sociedad occidental debe recuperar sus raíces y volver a los valores que hicieron de ella el espejo y la envidia del mundo se han puesto una venda en los ojos.
Ya que Schumann, De Gasperi, Monnet no pueden resucitar, por favor que nos envíen desde este lugar que algunos llamamos Cielo, fundamento de muchas religiones entre ellas del cristianismo, una de las raíces de Europa, a políticos, gobernantes, economistas… en una palabra a personas que actúen como modelos y maestros.
ISABEL ESTAPÉ TOUS ES MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y FINANCIERAS
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