30 de julio de 2011

La envenenada herencia económica del presidente

La envenenada herencia económica del presidente

Zapatero tuvo que dar un giro a su política económica. Esos recortes no han devuelto la confianza

Mariano Rajoy camina ayer por los pasillos de la sala de prensa del Partido Popular, en Génova. / ÁLVARO GARCÍA
Noqueada, sin apenas resuello para encajar más golpes. Así apura la economía española el último tramo del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. El dirigente socialista ensaya desde hace meses un cambio radical de política económica que permita voltear la crisis. Los datos, tozudos, muestran que, en el mejor de los casos, las consecuencias de esta vorágine reformadora tardarán en llegar. Que el cambio no se percibirá en esta legislatura, pese a que el presidente lo volvió a dar por hecho ayer. Apenas tres horas antes de la comparecencia de Zapatero para adelantar las elecciones, se divulgaba el dato que lo resume todo:4,8 millones de parados.
Al Gobierno de Zapatero la economía le ha permitido tocar el cielo con los dedos, antes de hundirse en el infierno de la mayor recesión desde la posguerra. Poco antes de las elecciones de 2008, el Ejecutivo socialista presumía de la menor tasa de paro de la democracia (apenas el 8% de la población activa a finales de 2007), de unas cuentas públicas con superávit, de un crecimiento robusto y estable que permitía a España jugar en la “Champions League” de la economía mundial. Con una renta por habitante superior a la de Italia, la convergencia con Francia y Alemania, los gigantes europeos, dejó de ser una entelequia a ojos de Zapatero.
A esa visión idílica de la economía española le ha sobrado toda una legislatura. La debacle de las finanzas mundiales hizo añicos el espejismo. Cuando la marea del crash de 2008 se retiró, la imagen que devolvía España era otra muy distinta: el país en el que más rápido crecía el desempleo, el país al que más le costaba salir de la recesión, uno de los países que más déficit público acumulaba en menos tiempo… Si antes el mundillo anglosajón (analistas, especuladores, prensa especializada) que nutre a los mercados había jaleado “el milagro económico español”, ahora le faltó tiempo para situar a España en la pocilga de los PIGS (en inglés, acrónimo de Portugal, Irlanda, Grecia y España, también traducible por “cerdos”).
España ha pasado del “milagro económico” a verse metida en los PIGS
El mayor impacto de la crisis internacional en España obligó a una relectura de los años de bonanza. La economía había cabalgado durante años una burbuja en los mercados inmobiliarios y financieros, a la que debía buena parte de sus excelentes resultados en lo laboral, del incremento constante de los ingresos públicos, de los beneficios empresariales o del propio crecimiento. Los Gobiernos de Aznar, primero, y de Zapatero, después, negaron la importancia de la burbuja. El entonces ministro de Economía socialista, Pedro Solbes, un puntal en la victoria electoral de 2008, se apuntó a la tesis de que, en los precios y la actividad inmobiliaria, habría un aterrizaje suave.
Casi nadie podía anticipar que las hipotecas tóxicas de EE UU iban a desencadenar la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión, que congelaría la actividad bancaria internacional. Cuando el crédito se secó, estalló esa burbuja que nadie veía. Lo que dejó al aire ese petardazo fue una economía con un elevado nivel de endeudamiento de familias y empresas en el peor momento posible. Y unas perspectivas de crecimiento y creación de empleo lastradas por la especialización en un sector, la construcción, que de un plumazo ha vuelto a niveles de actividad ínfimos, inéditos desde los años sesenta del siglo pasado.

Oportunidad perdida 

A toro pasado, la primera legislatura queda como la oportunidad perdida de Zapatero, aunque los datos contaran entonces otra historia: el Gobierno socialista obvió tendencias preocupantes, como la baja productividad o el galopante endeudamiento con el exterior, y apenas aplicó ajustes en el modelo económico legado por el PP, cuando no amplió algunas de sus apuestas, como el recorte de impuestos. “Hemos mejorado con creces la herencia recibida” o “bajar los impuestos es de izquierdas”, son algunos de los lemas del presidente del Gobierno en aquella primera etapa.
La debacle financiera de 2008 dejó a Zapatero en un estado de estupor del que le costó recuperarse. Durante meses negó la crisis, luego la relativizó y solo cuando los mercados y la UE empezaron a mostrar una creciente preocupación por el futuro próximo de España, el presidente del Gobierno dio un controvertido golpe de timón. El cambio fue tan radical como para refundar la legislatura a medio camino. En 2009, España fue uno de los países que más usó los estímulos públicos para reactivar la economía, tal y como aconsejaban las instituciones internacionales, con resultados escasos. Desde mayo de 2010, lo prioritario es reducir el déficit público, aunque sea a costa del salario de los funcionarios, de rebajar el gasto en políticas sociales o en inversiones antes imprescindibles o de congelar las pensiones.
Esa metamorfosis fue radical. De las intuiciones sociales de la primera legislatura y del tratamiento keynesiano en las primeras etapas de la crisis se pasó de golpe a los recortes y tijeretazos. Esa conversión de Zapatero se produjo después del fin de semana del 9 de mayo: los mercados y los socios europeos le exigieron un cambio de rumbo espectacular. Alemania pidió a España recortes draconianos, de hasta 35.000 millones. Finalmente fueron 15.000, con rebajas de sueldo a los funcionarios, congelación de las pensiones, reducción del gasto público e inicio de la senda reformista, que Zapatero emprendió con aquel tono de penitente del “cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste”.
La reforma laboral o la reforma de las pensiones sustentan la idea de que en mayo de 2010 la legislatura dio un giro copernicano. La realidad es que en este tiempo el Gobierno apenas ha podido taponar la sangría, que las costuras amagan con reventar cada vez que los mercados encarecen los costes de financiación de las Administraciones, las empresas y las familias. El paro superó los 4,9 millones de personas en el primer trimestre, el crecimiento no llega a unas décimas del PIB, el cambio del patrón económico ni se atisba (el gasto en I+D bajó el año pasado) y la abultada prima de riesgo que pagan los bonos españoles, pese al reciente acuerdo europeo sobre Grecia, da fe de la poca fe de los mercados.
Las recetas anticrisis keynesianas dieron paso a recortes por la presión de la UE
El anuncio del adelanto electoral fue, en buena medida, un repaso a la herencia económica que Zapatero dejará a su sucesor. Y aún en el balance de la peor etapa económica de la historia reciente, el presidente del Gobierno tiró de optimismo hasta el exceso. Saludó el dato de paro del segundo trimestre (78.000 desempleados menos que entre enero y marzo) como un “cierto cambio de tendencia” cuando la mejora se debe a razones estacionales: la campaña turística. Sin ellas, el paro habría vuelto a aumentar. Y anticipó que el INE anunciará en unos días que el PIB creció entre abril y junio “por séptimo trimestre consecutivo”. Le sobró una mentira piadosa (hace tres trimestres, el PIB retrocedió, aunque fuera un par de centésimas), y le faltó una puntualización: el crecimiento es tan débil que difícilmente se cumplirá la previsión del Gobierno para este año, un avance del 1,3%.
Zapatero insistió en que con los plenos parlamentarios previstos antes de la disolución de las Cortes se culminará su programa de reformas. Más allá de que quedan algunas disposiciones relevantes en el sector servicios sin desarrollar (horarios comerciales, liberalización de colegios profesionales), el resultado de la reforma laboral, la proa de ese programa, habla por sí solo: el paro sigue en niveles históricos, mientras el uso y abuso de contratos temporales y precarios apenas ha disminuido. Y dio por reconducido el problema de las cuentas públicas y de la banca. Pese a algunos logros incuestionables, varios datos recientes (las dificultades de las comunidades para reducir su déficit, la intervención de la CAM) revelan que aquí también a su sucesor le queda mucho, mucho trabajo por delante.

El FMI pide un recorte de la nómina de los funcionarios y subir el IVA

El FMI pide un recorte de la nómina de los funcionarios y subir el IVA

El Fondo desconfía de las previsiones de déficit y crecimiento y reclama también una rebaja de las inversiones y una subida del impuesto de los carburantes. -El organismo insiste en recomendar una reforma laboral que rebaje más el coste del despido

SANDRO POZZI | Nueva York 29/07/2011
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La economía española se recupera gradualmente y reequilibra. Esa es la lectura general que hace el Fondo Monetario Internacional en su informe anual sobre España, en el que vuelve a defender que se flexibilice el despido con una rebaja de su coste. Y aunque señala que el proceso de consolidación fiscal va encaminado, advierte que la crisis de la deuda soberana ejerce presión y pide medidas adicionales para reducir el déficit, como elevar el IVA y los impuestos especiales (en particular sobre los carburantes) y recortar las inversiones y el gasto en funcionarios, la nómina total del sector público.
"Las autoridades españolas respondieron a los retos económicos con un fuerte y amplio abanico de políticas", señala el documento aprobado por el consejo ejecutivo del Fondo. "Eso ayudó a reforzar la confianza del mercado". Pero puede no bastar. Al organismo le preocupa la situación del mercado laboral, junto a un sector de la vivienda que precisa sigue en una fase de ajuste.
El FMI pone de relieve que la tasa de paro española es "inaceptable" y la compara con la de sus socios, al señalar que "es más del doble" a la media de la zona euro. Aún así, los miembros del consejo ejecutivo reconocen el "esfuerzo" que está haciendo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para reducir "las rigideces" del mercado laboral.
Una vez más, el organismo insiste en sistema de negociación de los salarios más "descentralizado" y que no dependa tanto de la marcha de la inflación. Es decir, pide una reforma laboral que rebaje a la vez el coste del despido y que eleve la productividad. Con estas medidas, en Washington esperan que se rebaje el alto paro estructural que acosa la economía española.
La creación de empleo es, precisamente, una de las prioridades que se fijó Christine Lagarde como directora gerente del FMI, porque considera que el paro es una fuente de instabilidad social y no puede dar solidez ni sostenibilidad al crecimiento de un país. Existe además el temor de que la lenta salida de la recesión enquiste más la frágil situación del mercado laboral.
España además sufre una profunda dualidad en el empleo. Washington quiere ver resultados para que los dos extremos se acerquen y se incentive la contratación fija sobre la temporal que domina entre los jóvenes. Si no, insiste, España deberá proceder a una reforma aún más ambiciosa. En juego, señalan, está la competitividad de la economía.
El otro punto de atención es la consolidación fiscal. El objetivo, como señala el FMI, es reducir el déficit al 3% del PIB para 2013. Lo califica, de hecho, de "optimista". De momento, se consiguió una mejora de dos puntos porcentuales comparada con la de 2009 e indica que el nivel que se fijó Madrid para 2010 se cumplió por el aumento de los ingresos y un gasto menor.
Pero no le convence. Al igual que detalla las cosas que quiere ver en la reforma laboral, en el aspecto del ajuste de las cuentas públicas recomienda que se suba de nuevo el IVA y los impuestos especiales, en concreto el de las gasolinas. También pide un recorte en las inversiones públicas y del gasto, y ahí hace referencia al recorte en el gasto en sueldos de los funcionarios, que se ha disparado por el aumento del personal público. El Fondo no detalla si el recorte de la nómina pública se debe hacer mediante una reducción del número de funcionarios o mediante una rebaja adicional directa de sus sueldos, tras la del 5% aprobada por decreto el año pasado.
La otra pega la pone a nivel regional. Señala que más de la mitad de las autonomías incumplen sus objetivos de déficit. En términos generales, proyecta que el déficit baje al 6,2% del PIB este año, tres puntos menos que en 2010. Ahí difiere con la proyección del ministerio de Elena Salgado. Por eso le pide que considere medidas fiscales adicionales para alcanzar los objetivos a medio plazo.
La rapidez del ajuste fiscal, dice el consejo ejecutivo, es clave para la preservar la confianza. La proyección de sus economistas es que el déficit sea del 5,1% del PIB en 2012, frente a la previsión del Gobierno del 4,4% y que en 2013 se incumpla el objetivo de llegar al 3% del PIB, pues sus economistas prevén el 4,3%. Por eso, y ante el riesgo de que el crecimiento menor, cree que Madrid debería tener en la recámara medidas adicionales equivalentes al 2% del PIB. La deuda, señala, sigue creciendo y llegará al 74%.
De hecho, tal y como ya había publicado en abril pasado, el FMI no cree que la economía española vuelva a crecer por encima del 2% al menos hasta 2017. El FMI desconfía de todas las previsiones de crecimiento del Gobierno para los próximos años.
Es decir, avances tanto en el ámbito laboral como de saneo de las cuentas públicas, pero incompletos. El FMI habla por lo general de "riesgos a la baja" para la economía. La previsión es que se crezca a un 0,8% en 2011, desde una contracción de una décimas en el pasado ejercicio. La tasa de paro seguirá en el 20,1%. Del lado de los precios, la inflación se acelerá un punto, al 3%.
Y una de cal y una de arena también en el sector financiero. El FMI señala que los bancos están reduciendo su nivel de apalancamiento y elevando sus colchones de capital. Eso no evitó, sin embargo, que la calidad de sus activos siguiera deteriorándose y que esté restringido el crédito. Aún así, señala que el nivel de solvencia (Tier 1) subió del 8,4% en 2008 al 9,6% en 2010.
También menciona el proceso de integración en curso en la Cajas. Una de las recomendaciones que hizo en el pasado el FMI es que esas entidades de ahorro saltaran al mercado bursátil para su recapitalización o acudieran en última instancia al fondo de reestructuración bancaria. Pero es evidente, como en el caso de la consolidación fiscal, que la presión del mercado sigue ahí.
Como señala el FMI, hay dudas sobre las pérdidas reales que están sufriendo los bancos por el ajuste de la vivienda. Por eso ven recomendable elevar los colchones de capital y ir más allá de los pasos dados para mejorar la transparencia. Los resultados de las pruebas de resistencia realizadas en la zona euro, indica, pone en evidencia la necesidad de "completar" la reforma.
Se trata, por tanto, de reducir todos los desequilibrios que se fueron acumulando durante la larga fase de crecimiento. Un proceso que el FMI reconoce llevará años completar, pero que requieren de "una acción política determinada". Por eso pide a las autoridades españolas que no se rindan a la hora de sacar adelante las reformas lanzadas.

Una broma de mal gusto

ESPAÑA / ANÁLISIS| IGNACIO CAMACHO

Una broma de mal gusto

Zapatero anuncia que las elecciones generales serán el próximo 20 de noviembre

Día 29/07/2011 - 13.41h
Lo que no podía ser no podía ser y además era imposible. Ni la embestida de los mercados –con Moody´s blandiendo la puntilla--, ni el estancamiento social y económico, ni la incertidumbre de la deuda, ni la falta de apoyo para los próximos presupuestos, ni los intereses de Rubalcaba aguantaban hasta marzo con un Gobierno en funciones y un pavoroso vacío de poder. Zapatero ha tenido que declinar su último empeño; definitivamente éste no era su año. Cada día que permaneciese en el poder era una pesa más que cargaba en el lastre de la candidatura de su partido.
Las elecciones no van a arreglar nada por sí mismas, pero alivian la presión política y financiera y permiten alumbrar la esperanza de que una nueva legitimidad política pueda tomar las decisiones que este Gabinete exánime ya no se sentía en condiciones de adoptar. Por eso no se entiende que la convocatoria a urnas se posponga hasta noviembre, con una campaña de cuatro meses que fácilmente podía haberse abreviado fijando la fecha en octubre.
El día lo ha elegido Rubalcaba, que necesita algo de tiempo para prepararse, y previamente ha cocinado a su medida la encuesta del CIS que le inyectase algo de optimismo a su causa. Y al señalar el 20-N se ha reservado el toque de simbolismo macabro marca de la casa, un estúpido tic fetichista que le servirá para tres o cuatro vacuidades retóricas con que aliñar un discurso empobrecido por el fracaso del mandato zapaterista. Ni siquiera para liquidar este calvario ha tenido grandeza el presidente; después de tantos fracasos no debería haberse concedido a sí mismo el estrambote de una broma de mal gusto.