3 de marzo de 2010
China exporta alumnos cum laude
ABC -030310
China exporta alumnos cum laude
El número de estudiantes del país asiático en las universidades españolas se ha multiplicado en los últimos años. «Son alumnos disciplinados, trabajadores, con un sentido muy desarrollado de la autoridad y la lealtad», elogian los profesores
Estudiantes chinos en un aula universitaria española
CARLOS BENITO | BILBAO
China es el país de las magnitudes enormes. Con más de 1.300 millones de habitantes, todo en su sociedad parece desmesurado y lo relacionado con los estudios no se queda a la zaga: este curso, por ejemplo, diez millones de jóvenes se presentaron al «gao kao», la temible prueba de acceso a la Universidad. Esta especie de selectividad supone un momento clave en la biografía de los chinos ya que, de esos aspirantes, «sólo» 6,2 millones obtendrán plaza en alguna facultad.
Ante ese panorama, la opción de estudiar en el extranjero resulta cada vez más tentadora, favorecida además por el fortalecimiento de las economías domésticas y la «política del hijo único». Desde 1978, cuando el Gobierno abrió las puertas, alrededor de un millón y medio de jóvenes chinos han cursado estudios en el extranjero. Cada año son más: este ejercicio académico, se calcula que hay 200.000 inscritos en centros de otros países. La diáspora china se ha convertido en un apetecible pastel para las universidades del resto del mundo, que compiten por hacerse con una buena porción.
Estados Unidos y el Reino Unido copan junto a la relativamente cercana Australia la mayor parte de este mercado. Aunque con cifras mucho más modestas, España ha experimentado una progresión muy llamativa: «Desde la apertura de nuestra consejería en 2005 y el Instituto Cervantes de Pekín, el incremento ha sido espectacular, explica Vicente Francisco Valverde, consejero de Educación de la embajada española. Se calcula que en 2005 apenas había 400 estudiantes chinos en España, mientras que a mediados de 2009 ascendía a 3.100». Las razones de este interés creciente son diversas: «Conocen el país cada vez mejor gracias a nuestra labor de difusión -analiza Valverde-, está el año de España en China, la asistencia a ferias, gran número de acuerdos interuniversitarios, el hecho de que nuestras universidades pertenecen al Espacio Europeo de Educación Superior, la importancia del español, los precios asequibles...».
A todo ello se suma un factor difícil de cuantificar, pero que sin duda pesa en el ánimo a la hora de elegir universidad: igual que nosotros vemos a los chinos a través de las gafas del estereotipo, ellos también andan sobrados de tópicos sobre nosotros. «Yo creo que una cosa que atrae a muchos estudiantes es simplemente el encanto -sonríe Fan Ye, director de la sede del Instituto Confucio en Granada-; en China, España es un país exótico y que genera muchas ilusiones». Como en cualquier otro sitio, también en China los padres quieren para sus hijos todo aquello que ellos no pudieron tener, y pocas cosas les han dejado más marcados que el sueño imposible de ver mundo. «La curiosidad impulsa a muchos estudiantes», insiste Fan Ye.
Las universidades españolas llevan años tendiendo puentes para que esa curiosidad se vea saciada. Dos de ellas, la Autónoma de Barcelona y la de Alcalá de Henares, incluso han abierto oficinas de representación en Shanghai.
Un idioma con tirón
Los alumnos chinos suelen venir a hacer estudios de español o algún posgrado, normalmente relacionado con la economía y los negocios, pero cada vez resulta menos raro que se matriculen en una carrera completa. La Universidad Complutense inició el curso pasado un programa específico en ese sentido: «Hacen primero un curso de inmersión para dominar el español, aunque ya vienen con un nivel A2 del Instituto Cervantes, el más alto de iniciación. Y, después, estudian la carrera en la Universidad», explica Ignacio Díez, secretario docente del Centro Complutense de Español para Extranjeros. Un grupo de 26 jóvenes fue el encargado de romper el hielo y este curso han llegado otros 50. Son gente como Shao Hongyan, una chica de Jilin que empezó la carrera de japonés en Pekín pero decidió apostar por un cambio radical: «El japonés sólo lo hablan los japoneses, pero el español se habla en muchos países, se usa en reuniones. Por eso vine aquí», explica.
El reto de afrontar una licenciatura completa en un idioma que no se domina exige mucha audacia y aún más esfuerzo. En este sentido, los profesores se reconocen admirados ante la inflexible ética de trabajo de estos alumnos: «Suelen ser muy buenos estudiantes, serios, con un nivel de autoexigencia enorme», elogia Ignacio Díez.
China exporta alumnos cum laude
El número de estudiantes del país asiático en las universidades españolas se ha multiplicado en los últimos años. «Son alumnos disciplinados, trabajadores, con un sentido muy desarrollado de la autoridad y la lealtad», elogian los profesores
Estudiantes chinos en un aula universitaria española
CARLOS BENITO | BILBAO
China es el país de las magnitudes enormes. Con más de 1.300 millones de habitantes, todo en su sociedad parece desmesurado y lo relacionado con los estudios no se queda a la zaga: este curso, por ejemplo, diez millones de jóvenes se presentaron al «gao kao», la temible prueba de acceso a la Universidad. Esta especie de selectividad supone un momento clave en la biografía de los chinos ya que, de esos aspirantes, «sólo» 6,2 millones obtendrán plaza en alguna facultad.
Ante ese panorama, la opción de estudiar en el extranjero resulta cada vez más tentadora, favorecida además por el fortalecimiento de las economías domésticas y la «política del hijo único». Desde 1978, cuando el Gobierno abrió las puertas, alrededor de un millón y medio de jóvenes chinos han cursado estudios en el extranjero. Cada año son más: este ejercicio académico, se calcula que hay 200.000 inscritos en centros de otros países. La diáspora china se ha convertido en un apetecible pastel para las universidades del resto del mundo, que compiten por hacerse con una buena porción.
Estados Unidos y el Reino Unido copan junto a la relativamente cercana Australia la mayor parte de este mercado. Aunque con cifras mucho más modestas, España ha experimentado una progresión muy llamativa: «Desde la apertura de nuestra consejería en 2005 y el Instituto Cervantes de Pekín, el incremento ha sido espectacular, explica Vicente Francisco Valverde, consejero de Educación de la embajada española. Se calcula que en 2005 apenas había 400 estudiantes chinos en España, mientras que a mediados de 2009 ascendía a 3.100». Las razones de este interés creciente son diversas: «Conocen el país cada vez mejor gracias a nuestra labor de difusión -analiza Valverde-, está el año de España en China, la asistencia a ferias, gran número de acuerdos interuniversitarios, el hecho de que nuestras universidades pertenecen al Espacio Europeo de Educación Superior, la importancia del español, los precios asequibles...».
A todo ello se suma un factor difícil de cuantificar, pero que sin duda pesa en el ánimo a la hora de elegir universidad: igual que nosotros vemos a los chinos a través de las gafas del estereotipo, ellos también andan sobrados de tópicos sobre nosotros. «Yo creo que una cosa que atrae a muchos estudiantes es simplemente el encanto -sonríe Fan Ye, director de la sede del Instituto Confucio en Granada-; en China, España es un país exótico y que genera muchas ilusiones». Como en cualquier otro sitio, también en China los padres quieren para sus hijos todo aquello que ellos no pudieron tener, y pocas cosas les han dejado más marcados que el sueño imposible de ver mundo. «La curiosidad impulsa a muchos estudiantes», insiste Fan Ye.
Las universidades españolas llevan años tendiendo puentes para que esa curiosidad se vea saciada. Dos de ellas, la Autónoma de Barcelona y la de Alcalá de Henares, incluso han abierto oficinas de representación en Shanghai.
Un idioma con tirón
Los alumnos chinos suelen venir a hacer estudios de español o algún posgrado, normalmente relacionado con la economía y los negocios, pero cada vez resulta menos raro que se matriculen en una carrera completa. La Universidad Complutense inició el curso pasado un programa específico en ese sentido: «Hacen primero un curso de inmersión para dominar el español, aunque ya vienen con un nivel A2 del Instituto Cervantes, el más alto de iniciación. Y, después, estudian la carrera en la Universidad», explica Ignacio Díez, secretario docente del Centro Complutense de Español para Extranjeros. Un grupo de 26 jóvenes fue el encargado de romper el hielo y este curso han llegado otros 50. Son gente como Shao Hongyan, una chica de Jilin que empezó la carrera de japonés en Pekín pero decidió apostar por un cambio radical: «El japonés sólo lo hablan los japoneses, pero el español se habla en muchos países, se usa en reuniones. Por eso vine aquí», explica.
El reto de afrontar una licenciatura completa en un idioma que no se domina exige mucha audacia y aún más esfuerzo. En este sentido, los profesores se reconocen admirados ante la inflexible ética de trabajo de estos alumnos: «Suelen ser muy buenos estudiantes, serios, con un nivel de autoexigencia enorme», elogia Ignacio Díez.