29 de marzo de 2010

Ejemplo de tolerancia


ABC

Ejemplo de tolerancia

El debate sobre la fiesta taurina existe desde hace más de cien años en la Familia Real: al Rey a Doña Elena le apasionan. La Reina y Doña Cristina sufren con este espectáculo. En el medio están los Príncipes

El Rey y la Infanta Elena, en la Maestranza de Sevilla en 2008 / ABC

ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS | MADRID

Domingo , 28-03-10


El debate que recientemente se ha desatado sobre los toros en algunas zonas de España existe, al margen de los argumentos políticos, desde hace más de cien años en la Familia Real. Desde tiempos de la Reina Victoria Eugenia, abuela del Rey, hay opiniones para todos los gustos sobre la Fiesta. Lo mismo ocurre en la mayoría de las familias españolas, donde conviven en tolerancia grandes aficionados con otras personas que lo pasan realmente mal en el ruedo.
Es público y notorio que algunos miembros de la Familia Real, como el Rey y la Infanta Doña Elena, son unos apasionados de la Fiesta, afición que nunca han ocultado y a la que no tendría sentido que renunciaran ahora. Sin embargo, aunque a Don Juan Carlos le gusten los toros, a título particular, él sabe que en su condición de Rey no puede tomar partido en estos momentos en un asunto que enfrenta a los españoles, ya que la Corona es un elemento integrador.
En el lado contrario se encuentran la Reina y la Infanta Doña Cristina, que sufren con este tipo de espectáculos y evitan ir a las plazas. En una situación intermedia están los Príncipes de Asturias, que van de cuando en cuando a ver corridas y es difícil saber si lo hacen por verdadera afición o porque consideran que es lo que se espera de ellos por parte de un público que cuenta con el apoyo tradicional de la Corona.
Esta diversidad de pareceres no es nada nuevo en la Familia Real, pues está presente desde hace varias generaciones. Una de las mayores defensoras de los toros era la madre del Rey, la Condesa de Barcelona, que hasta tiene una estatua ecuestre dedicada a su memoria en los aledaños de la Real Maestranza de Sevilla.

Sin embargo, a la abuela de Don Juan Carlos, la Reina Victoria Eugenia, le horrorizaba este espectáculo. Británica de nacimiento y apasionada de los caballos, nada más llegar a España se sintió obligada a ir a los toros -la España de entonces no hubiera entendido que no lo hiciera- y ella recurría a ingeniosos trucos para no ver lo que sucedía en la arena. En una ocasión contempló como un toro desgarraba hasta la muerte a un caballo, que en aquella época no llevaban protección, y aquella experiencia la marcó para siempre.
Se decía que la Reina Victoria Eugenia se ponía gafas opacas para no ver lo que sucedía en la arena, o que utilizaba los anteojos al revés, para alejar el ruedo, en lugar de acercarlo. Los relatos de personas que estuvieron muy cerca de la Reina en aquellos momentos añaden que ocultaba la visión del albero con sus grandes abanicos.
También Doña Sofía, cuando todavía era Princesa, se sintió obligada a acudir a las plazas para evitar las críticas. Poco a poco, los españoles se fueron haciendo tolerantes y, desde hace tiempo, la Reina ya puede hablar con toda libertad de su amor a los animales, una pasión que le ha llevado también a no comer carne y a no ponerse abrigos de piel. «Adoro a los animales ¿qué le voy a hacer?», declaró Doña Sofía a ABC en una entrevista realizada con motivo de su setenta cumpleaños.