15 de enero de 2009
"No se puede acabar con el 'narco', pero sí arrinconarlo"
EL PAIS - MAITE RICO - Madrid - 15/01/2009
ENTREVISTA: JOAQUÍN VILLALOBOS Analista y consultor para la resolución de conflictos
"No se puede acabar con el 'narco', pero sí arrinconarlo"
Como legendario jefe de la guerrilla salvadoreña, donde militó durante 22 años, Joaquín Villalobos dejó una imagen de brillante estratega. Hoy, a sus 57 años, vive en Oxford, volcado en sus actividades académicas y como consultor para la resolución de conflictos, al que ha recurrido la ONU o la Universidad de Harvard. Experto en temas de seguridad y geopolítica en Latinoamérica, desde hace tres años investiga el fenómeno del narcotráfico en México. Ha participado esta semana en Madrid en un foro sobre las relaciones entre Europa, América Latina y EE UU.
Pregunta. ¿Puede México acabar con el narcotráfico, o acabará el narcotráfico con México?
Respuesta. El combate al narcotráfico es muy complejo, porque no puedes partir de la idea de que vas a acabar con él. Para ello habría que suprimir la demanda, iniciar un debate serio sobre la legalización, y nada de esto tiene bases sustantivas. Lo que puedes hacer es arrinconarlo y reducir significativamente el nivel de daño. En ese escenario trabaja México: si descubres ratones en tu casa, que se pasean cínicamente frente a ti en la cocina, en la sala y en el baño, tienes que hacer un esfuerzo por echarlos.
P. ¿Cuál es la relación de fuerzas entre el Estado mexicano y el crimen organizado?
R. En México, el poder del Estado era superior al de los delincuentes, y esto le permitía actuar cuando cruzaban ciertos límites. La corrupción afectaba a poca gente y, sobre todo, en niveles bajos. El consumo no era significativo. Se veía como "un problema de los gringos". Las cosas cambian con el aumento constante de la demanda y la diversificación de los productos, con la aparición de las drogas sintéticas. El flujo financiero de los narcos aumenta tanto que les permite comprarse policías locales completas. Y se da la situación inversa: el Estado se ve sometido y aterrorizado. Cuando se desatan las guerras entre los carteles, tiene que intervenir.
P. ¿Cuál es la estrategia del Gobierno de México?
R. [El presidente Felipe] Calderón da un auténtico giro. Durante los años de Ronald Reagan, se intenta desarticular las cabezas de las redes criminales. Pero las cabezas se reproducen. Ahora la estrategia es otra: atacar la rentabilidad del negocio, mientras se retoma el control territorial. Por eso en una primera etapa los datos son contundentes: se han incautado 170 millones de dólares en efectivo, casi 300 aviones, más de 6.000 vehículos, centenares de lanchas, además de miles de toneladas de droga. Esto empieza a distorsionar el negocio, y se agudiza la conflictividad entre los carteles, y aumenta la violencia. Ahora los capos han empezado a caer, porque hay una descomposición interna, se denuncian, se matan.
P. Precisamente ese incremento de la violencia (alrededor de 5.000 muertos en 2008) ha desatado la alarma social.
R. La violencia preocupa a la opinión pública, pero hay que tener claro que hay dos Méxicos, y que esa violencia se circunscribe a seis Estados. Por otra parte, cuando decides combatir el narco, generas un proceso autodestructivo. El narco se rige por la violencia, el crimen y la muerte. A medida en que vas teniendo éxito, los vas conduciendo a niveles de degradación más profundos y a un mayor nivel de violencia, lo que genera un problema político. La intensidad de ese proceso es una de las manifestaciones de que el Estado se ha hecho presente.
P. ¿Se volverá algo endémico?
R. En absoluto. La violencia va a tener un ciclo descendente, a no ser que el Gobierno se eche para atrás, y en ese caso se reproducirá con más virulencia. Es cierto que no faltan voces en la sociedad mexicana que piden "buscar otras vías", como la negociación. El problema es que no hay otra vía. El narco deja al Estado sin poder coercitivo y le disputa espacios de poder. De ahí la decisión de Calderón de actuar.
P. ¿Los narcos siguen siendo héroes para un sector de la sociedad mexicana?
R. No. A pesar de que hay una cultura criminal (telenovelas o narcocorridos que ensalzan una imagen de triunfador del traficante), las cosas van cambiando. Ser narcotraficante no es ya tan glamuroso ni tan divertido. A medida en que el Estado va actuando, se les va acortando las perspectivas de un retiro cómodo: saben que acabarán muertos o presos. Ya no son un modelo. Resulta que el negocio dejó este año 5.000 muertos, y son muertos que trabajaban en el bísnes.
P. México ha reclamado a EE UU una mayor implicación.
R. Las actuaciones de Colombia y México contra el narcotráfico han obligado a reaccionar a Estados Unidos, que tenía una visión hipócrita del problema: "Nos envenenan a nuestros hijos. Los malos son ellos, los del Sur, los productores". Y el Sur decía: es problema de ellos, y no hacemos nada. A partir de un esfuerzo propio por recuperar su seguridad, México y Colombia han forzado a EE UU a reconocer su culpa: que ellos están armando a los narcos, que ellos los financian, y que el principal problema es el consumo. Calderón y Colombia han obligado a Washington a implicarse. Eso no había ocurrido antes.
P. ¿Qué aporta la Iniciativa Mérida?
R. La corresponsabilidad de EE UU es el principio político fundamental. Después podemos hablar de tecnología y de los millones. La clave es que tanto México como Colombia han aplicado su propia estrategia a la lucha contra la droga. Al contrario de lo que decían los norteamericanos, el problema de Colombia no era la droga, sino un Estado débil. Los colombianos optaron por controlar su propio territorio e implantar el Estado donde no existía. Colombia ha tenido un encadenamiento positivo de varios Gobiernos, desde Gaviria, cuando se inicia la batalla contra Escobar y los carteles urbanos (como pasa ahora en México), hasta Álvaro Uribe, cuya política de Seguridad Democrática tuvo efectos en apenas 18 meses, con el incremento de la seguridad y de la actividad económica. En México no había Estado ausente, sino Estado cooptado. El grueso del poder coercitivo del Estado está a nivel local, en los más de mil cuerpos policiales. El plazo para que se note la mejoría será proporcional al tiempo que tome el desarrollo de fuerzas federales y la renovación de la policía local.
P. ¿Qué viene después?
R. La última fase es la construcción del Estado y de la ciudadanía. Medellín o Bogotá son ejemplos de ciudades recuperadas. Pero para que eso ocurriera, antes tuvo que crearse seguridad y confianza. México está en la etapa de guerra, en la fase de construcción de esa fuerza necesaria para recuperar el territorio y el control. En ambos casos, el Ejército ha sido imprescindible.
ENTREVISTA: JOAQUÍN VILLALOBOS Analista y consultor para la resolución de conflictos
"No se puede acabar con el 'narco', pero sí arrinconarlo"
Como legendario jefe de la guerrilla salvadoreña, donde militó durante 22 años, Joaquín Villalobos dejó una imagen de brillante estratega. Hoy, a sus 57 años, vive en Oxford, volcado en sus actividades académicas y como consultor para la resolución de conflictos, al que ha recurrido la ONU o la Universidad de Harvard. Experto en temas de seguridad y geopolítica en Latinoamérica, desde hace tres años investiga el fenómeno del narcotráfico en México. Ha participado esta semana en Madrid en un foro sobre las relaciones entre Europa, América Latina y EE UU.
Pregunta. ¿Puede México acabar con el narcotráfico, o acabará el narcotráfico con México?
Respuesta. El combate al narcotráfico es muy complejo, porque no puedes partir de la idea de que vas a acabar con él. Para ello habría que suprimir la demanda, iniciar un debate serio sobre la legalización, y nada de esto tiene bases sustantivas. Lo que puedes hacer es arrinconarlo y reducir significativamente el nivel de daño. En ese escenario trabaja México: si descubres ratones en tu casa, que se pasean cínicamente frente a ti en la cocina, en la sala y en el baño, tienes que hacer un esfuerzo por echarlos.
P. ¿Cuál es la relación de fuerzas entre el Estado mexicano y el crimen organizado?
R. En México, el poder del Estado era superior al de los delincuentes, y esto le permitía actuar cuando cruzaban ciertos límites. La corrupción afectaba a poca gente y, sobre todo, en niveles bajos. El consumo no era significativo. Se veía como "un problema de los gringos". Las cosas cambian con el aumento constante de la demanda y la diversificación de los productos, con la aparición de las drogas sintéticas. El flujo financiero de los narcos aumenta tanto que les permite comprarse policías locales completas. Y se da la situación inversa: el Estado se ve sometido y aterrorizado. Cuando se desatan las guerras entre los carteles, tiene que intervenir.
P. ¿Cuál es la estrategia del Gobierno de México?
R. [El presidente Felipe] Calderón da un auténtico giro. Durante los años de Ronald Reagan, se intenta desarticular las cabezas de las redes criminales. Pero las cabezas se reproducen. Ahora la estrategia es otra: atacar la rentabilidad del negocio, mientras se retoma el control territorial. Por eso en una primera etapa los datos son contundentes: se han incautado 170 millones de dólares en efectivo, casi 300 aviones, más de 6.000 vehículos, centenares de lanchas, además de miles de toneladas de droga. Esto empieza a distorsionar el negocio, y se agudiza la conflictividad entre los carteles, y aumenta la violencia. Ahora los capos han empezado a caer, porque hay una descomposición interna, se denuncian, se matan.
P. Precisamente ese incremento de la violencia (alrededor de 5.000 muertos en 2008) ha desatado la alarma social.
R. La violencia preocupa a la opinión pública, pero hay que tener claro que hay dos Méxicos, y que esa violencia se circunscribe a seis Estados. Por otra parte, cuando decides combatir el narco, generas un proceso autodestructivo. El narco se rige por la violencia, el crimen y la muerte. A medida en que vas teniendo éxito, los vas conduciendo a niveles de degradación más profundos y a un mayor nivel de violencia, lo que genera un problema político. La intensidad de ese proceso es una de las manifestaciones de que el Estado se ha hecho presente.
P. ¿Se volverá algo endémico?
R. En absoluto. La violencia va a tener un ciclo descendente, a no ser que el Gobierno se eche para atrás, y en ese caso se reproducirá con más virulencia. Es cierto que no faltan voces en la sociedad mexicana que piden "buscar otras vías", como la negociación. El problema es que no hay otra vía. El narco deja al Estado sin poder coercitivo y le disputa espacios de poder. De ahí la decisión de Calderón de actuar.
P. ¿Los narcos siguen siendo héroes para un sector de la sociedad mexicana?
R. No. A pesar de que hay una cultura criminal (telenovelas o narcocorridos que ensalzan una imagen de triunfador del traficante), las cosas van cambiando. Ser narcotraficante no es ya tan glamuroso ni tan divertido. A medida en que el Estado va actuando, se les va acortando las perspectivas de un retiro cómodo: saben que acabarán muertos o presos. Ya no son un modelo. Resulta que el negocio dejó este año 5.000 muertos, y son muertos que trabajaban en el bísnes.
P. México ha reclamado a EE UU una mayor implicación.
R. Las actuaciones de Colombia y México contra el narcotráfico han obligado a reaccionar a Estados Unidos, que tenía una visión hipócrita del problema: "Nos envenenan a nuestros hijos. Los malos son ellos, los del Sur, los productores". Y el Sur decía: es problema de ellos, y no hacemos nada. A partir de un esfuerzo propio por recuperar su seguridad, México y Colombia han forzado a EE UU a reconocer su culpa: que ellos están armando a los narcos, que ellos los financian, y que el principal problema es el consumo. Calderón y Colombia han obligado a Washington a implicarse. Eso no había ocurrido antes.
P. ¿Qué aporta la Iniciativa Mérida?
R. La corresponsabilidad de EE UU es el principio político fundamental. Después podemos hablar de tecnología y de los millones. La clave es que tanto México como Colombia han aplicado su propia estrategia a la lucha contra la droga. Al contrario de lo que decían los norteamericanos, el problema de Colombia no era la droga, sino un Estado débil. Los colombianos optaron por controlar su propio territorio e implantar el Estado donde no existía. Colombia ha tenido un encadenamiento positivo de varios Gobiernos, desde Gaviria, cuando se inicia la batalla contra Escobar y los carteles urbanos (como pasa ahora en México), hasta Álvaro Uribe, cuya política de Seguridad Democrática tuvo efectos en apenas 18 meses, con el incremento de la seguridad y de la actividad económica. En México no había Estado ausente, sino Estado cooptado. El grueso del poder coercitivo del Estado está a nivel local, en los más de mil cuerpos policiales. El plazo para que se note la mejoría será proporcional al tiempo que tome el desarrollo de fuerzas federales y la renovación de la policía local.
P. ¿Qué viene después?
R. La última fase es la construcción del Estado y de la ciudadanía. Medellín o Bogotá son ejemplos de ciudades recuperadas. Pero para que eso ocurriera, antes tuvo que crearse seguridad y confianza. México está en la etapa de guerra, en la fase de construcción de esa fuerza necesaria para recuperar el territorio y el control. En ambos casos, el Ejército ha sido imprescindible.