27 de enero de 2013
Rouco mete en cintura a Escuelas Católicas
Rouco
mete en cintura a Escuelas Católicas
Los obispos ‘intervienen’ las jornadas de la
organización docente y vetan a sus ponentes
El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, durante una misa celebrada el pasado mes de mayo. /ALBERTO MORANTE (EFE)
Los obispos quieren intervenir en todo
lo que ocurre en el catolicismo español, o, al menos, que se les consulte antes
de organizar nada. La última víctima de esa vocación de control son Escuelas
Católicas, la marca de la poderosa Federación de Religiosos de la Enseñanza
(FERE-CECA). Propietaria de 2.630 centros donde estudian 1.399.499 chicos a
cargo de 117.446 personas, entre profesores y personal administrativo, la FERE
es el 15,2% del sistema educativo y el 59,2% de la escuela privada concertada.
La jerarquía quiere saber de sus pasos, sin contemplaciones.
Esta vez, el objeto del seguimiento es
Escuelas Católicas, que organiza cada año unas jornadas de reflexión por las
que han pasado 35.000 docentes en los últimos cinco años, hasta ahora sin
problemas. Las de este curso, sin embargo, bajo el título Cartografías de la
fe, no han obtenido el placet de los prelados. Motivo aparente: el no haberles
consultado (nunca se había hecho). Causa principal: el que entre los ponentes
hay personas que disgustan a la jerarquía. Tras semanas de idas y venidas y de
tiras y aflojas, la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha impuesto sus
condiciones y Escuelas Católicas las ha aceptado a regañadientes.
Para calibrar el nivel del conflicto,
basta con leer entre párrafos los comunicados cruzados entre la CEE y Escuelas
Católicas. Se quejan los obispos de que “ninguno había sido informado de las
jornadas” que iban a celebrarse en sus diócesis y de los “contenidos y los
ponentes”. Lo dice el tercer punto de la nota oficial de la CEE, al dar cuenta
de la rectificación de Escuelas Católicas, acogiendo “la propuesta [de los
prelados] con espíritu de comunión eclesial”, una vez introducidas “las
modificaciones de contenidos y de ponentes pedidas”. Añade la CEE: “Es de
esperar que, en el futuro, actividades pastorales como estas jornadas, con
incidencia tan destacada en la Iglesia, sean programadas con el consentimiento
de los obispos diocesanos”.
Escuelas Católicas, efectivamente,
aceptó el rapapolvo con deportividad, después de reunirse su secretario
general, el marianista José María Alvira Duplá, con el presidente de la
Comisión de Enseñanza y Catequesis en la CEE, el obispo Casimiro López
Llorente. Habrá jornadas, pero con control estricto. Del programa inicial, ya
impreso, se caen todos los ponentes menos uno y se fijan condiciones para el
futuro.
Todo empezó en el arzobispado de
Oviedo, cuyo pontífice, el franciscano Jesús Sanz Montes, tiene jurada aversión
a la federación de congregaciones religiosas dedicadas a la enseñanza, que son
casi todas las presentes en España (jesuitas, salesianos, teresianas,
escolapios, mercedarias, agustinos, sagrados corazones y un largo etcétera).
Fue Sanz, muy cercano al presidente de la CEE, el cardenal Antonio María Rouco,
quien abrió la caja de los truenos prohibiendo en su territorio eclesiástico
las jornadas de Escuelas Católicas, anunciadas allí para este fin de semana.
Poco después, siguió su camino el arzobispo de Granada, Javier Martínez.
El comunicado de Escuelas Católicas
sobre la actitud de Sanz Montes resume el tono del conflicto. “Ante la postura
del arzobispado, Escuelas Católicas, fiel a su sentido y pertenencia a la
Iglesia, ha decidido no celebrar estas jornadas en Oviedo. No obstante, como
cada año, desde hace 22, continua apostando por la celebración de las jornadas
de pastoral, organizadas desde la sede nacional en colaboración con las sedes
autonómicas. Escuelas Católicas lamenta esta situación que afecta a una labor
que cada año se organiza desde la institución con la mejor voluntad y con la
idea siempre presente de servicio a la Iglesia y a la escuela católica.
Desconoce en profundidad las razones que han motivado el desacuerdo, pero está
abierta al diálogo para exponer el sentido de estas jornadas”.
El cruce de reproches a través de
Internet no se hizo esperar cuando los medios católicos se hicieron eco de la
noticia, sin disimular la sorpresa. “Más de un prelado ha afeado a Sanz su
persecución a los religiosos, después de que la Plenaria [de la CEE] vetase su
nombramiento como responsable de Vida Religiosa. Es lástima que una persona tan
espléndida en algunos aspectos actúe, en ocasiones, de una forma tan menor”,
editorializó Religión Digital. “Cuando un pastor tiene miedo, lo que hace es
encerrar a sus ovejas en el corral y darles allí la comida que él cree que es
la mejor”, decía otro medio.
Lo cierto es que el baculazo del
arzobispo Sanz, sin consultar con sus colegas (o eso se dice) ponía en aprietos
al resto de los prelados en cuyas sedes había también programadas jornadas.
¿Mantendrían la misma intransigencia sus obispos? La solución fue salomónica.
Se leería la cartilla a Sanz por actuar por libre, comprometiendo al resto,
pero Escuelas Católicas debía rectificar su programación, para guardar las
apariencias de un acuerdo en el que las dos partes cedían.
El conflicto tiene otros frentes. En
realidad, se trata de un golpe de mano definitivo del cardenal Rouco y sus
incondicionales por el control de los principales resortes del catolicismo
español.
Son conocidos los desencuentros de la
CEE con la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), que agrupa a casi
70.000 frailes y monjas, y con la FERE. Su presidente es ahora el jesuita Elías
Royón y sus relaciones con Rouco son relativamente pacíficas (quizás por
inexistentes). Pero, años atrás, los conflictos arreciaron cuando los
religiosos, que pisan más la calle y las aulas que los obispos, se negaron a
secundar los radicalismos de los prelados.
La implantación de la asignatura
Educación para la Ciudadanía fue el último detonante. Frente al posicionamiento
combativo de Rouco, que predicó la objeción de conciencia y el rechazo total,
Escuelas Católicas optó por el entendimiento y un cierto pacto, a cambio de que
el Gobierno de Zapatero les dejase libertad para aplicar la asignatura en cada
centro. Ello disgustó sobremanera a los obispos y Manuel de Castro, salesiano,
que dirigía entonces la FERE, salió del cargo asqueado (aunque aclamado por su
organización en pleno). Fue sustituido por Juan Antonio Ojeda, religioso de la
Salle, que abandonó pronto, también espantado por el ambiente en el que debía
trabajar.
Hubo que buscar el sustituto en Roma,
donde Alvira Duplá venía ejerciendo labores en la curia de la Compañía de
María. Se buscaba, sobre todo, a un hombre puente de dialogo entre la FERE, el
Gobierno y el episcopado, en la idea de que hay obispos dispuestos a alejarse
de las tesis de Rouco en busca de acuerdos.
Así que en el plan por controlarlo todo
(y que sepa de ese control el pueblo de Dios), ahora le ha tocado el turno a
Escuelas Católicas. Los arietes de Rouco han sido los arzobispos de Oviedo y
Granada. Al fondo, además, el interés en que lleguen a buen puerto las
negociaciones que mantienen el ministro de Educación, José Ignacio Wert, y el
secretario y portavoz de la CEE y obispo auxiliar de Rouco, Juan Antonio
Martínez Camino.
Lo que los obispos piden (más bien,
exigen) al Gobierno es mejorar el estatus de la asignatura de Religión, un
control más cómodo de los nombramientos y despidos de sus docentes de
catolicismo y la eliminación radical de Educación para la Ciudadanía con la
imposición de una asignatura alternativa a la religión con dificultad
suficiente como para facilitar que el alumnado prefiera apuntarse a clase de
religión. También reclaman más facilidades para ampliar la educación concertada
religiosa. A estas negociaciones no ha sido invitada la FERE, que toma el
desplante como la confirmación de que Rouco y su portavoz quieren meter mano en
todo lo relacionado con la enseñanza.
En ese mar revuelto de poderes, el
conflicto con Escuelas Católicas por las jornadas de pastoral es lo de menos,
pese a su aparatosidad. Más allá de conferencias y ponentes vetados a capricho,
lo que busca la jerarquía es poner de manifiesto la tensión que existe entre el
episcopado y Escuelas Católicas, para aviso de otras posibles (y supuestas)
indisciplinas, y que quede constancia pública de cómo en el conflicto se ha
impuesto la hoja de ruta episcopal. Por eso, el comunicado final de los obispos
pone en el tejado de FERE la cuestión difícil: están probando a Escuelas
Católicas para ver si se avienen al diálogo (no siempre lo han hecho), pero a
la vez los están atando corto. Y la federación de religiosos sabe que ha de
mostrar “una actitud profética para seguir en comunión”, consciente, sin
embargo, de que esa actitud “no puede ser la de un cadáver”. Así se expresaba
el viernes pasado uno de los afectados.
Podría pensarse que lo programado este
año por Escuelas Católicas se sale de lo común. No lo parece. Se trata de una
más de tantas jornadas ya clásicas, en las que han participado decenas de miles
de profesores ante ponentes de diversa procedencia, aunque casi siempre
alineados con tesis pedagógicas más avanzadas. Colectivos de católicos conservadores
siempre las han mirado con recelo, pero, por ejemplo, en los últimos años del
mandato de Manuel de Castro, el tema central, con un Gobierno socialista, fue
la asignatura de Educación para la Ciudadanía, y se hizo piña con él. Además,
el episcopado solía acudir a clausura de las jornadas, de las que tenían
información con antelación, “aunque sin necesidad de tener que pedirles
permiso”.
Este año, los anunciados como ponentes
eran Serafín Béjar, teólogo y párroco en Granada; la monja Lucía Caram,
dominica contemplativa de Manresa; Emilio Pinto, maestro y psicoterapeuta; Juan
Rubio, sacerdote, escritor y director de la revista Vida Nueva; Carmen Barba,
profesora de cartografía moral en La Salle, y Denis Rafter, director teatral.
Después del “peinado episcopal”, como con sorna dijo ayer uno de los afectados,
se mantiene en el programa el director de Vida Nueva y el dramaturgo Rafter. El
teólogo Béjar y la profesora Barba se retiran “por motivos personales”.
“Se ha alcanzado una postura de
consenso. Pero, ojo, solo después de que los ponentes vetados por el arzobispo
Sanz ofreciesen a los organizadores de las jornadas su salida para que estas se
pudieran celebrar sin mayores problemas. La solución no ha venido por parte de
los obispos, sino de los agraviados, Lucía Caram y Emilio Pinto, que han
demostrado, una vez más, que es más importante el evangelio que la norma, y la
libertad que el baculazo. Y que a veces, también en la Iglesia, la mejor
victoria está en conservar la dignidad. Grandes personas, ambos, frente a
obispos, como en este caso Sanz, bajo mínimos”, reprocha a los prelados el
escritor católico Jesús Bastante.
Pese a los mensajes de normalidad expresados
desde la CEE, las heridas que deja el conflicto son evidentes. En una circular
de Escuelas Católicas, sin hacer referencia al veto, se dice: “Siempre hay
imponderables e imperativos que nos ayudan a comprender y aceptar los cambios
oportunos que se han producido a última hora, ajenos a nuestra voluntad, pero
sí en consonancia con nuestro espíritu de diálogo y aceptación de sugerencias
que nos llevan, por este año, a dar un formato diferente a las XXII Jornadas.
Seguiremos celebrándolas con el mismo empeño, fidelidad y deseo de servicio
educativo-pastoral en este año de la fe. No podemos dejar que la sal se vuelva
sosa y la luz permanezca oculta. Y menos, la luz de la verdad. Que por nuestra
parte no quede el intento serio de comunión en la caridad y en la verdad”.
Sor Lucía Caram. / GORKA LEJARCEGI
¿Es
que son herejes? ¿Quién les ha declarado como tales, en qué proceso? ¿Por qué
incordian los obispos este año en las jornadas de Escuelas Católicas? Las
respuestas están en el viento, como cantaba Bob Dylan. Nada presagiaba el
conflicto con los prelados, a la vista
de los ponentes y los temas a tratar. Serafín Béjar, por ejemplo, iba a hablar
del Olor de Dios —“¿cómo es la imagen que transmitimos de Dios, cómo lo
huelen / perciben nuestros alumnos?”—. Carmen Barba, sobre el tema Educación
creíble, afirmaría ante sus oyentes que “para creer ¡hay que tener mucha
moral!”, e incluso aportaba esta cita de Benedicto XVI: “Se ha oído tantas
veces lo que no estaba permitido que ahora hay que decir, al contrario, que
somos portadores de una visión positiva de la vida”. El dramaturgo Denis
Rafter, irlandés, hablaría sobre “un pirata bueno en el mar de las creencias”,
o lo que es lo mismo: “Educar con humor sin perder en hondura, y transmitir la
fe con sentido de la alegría”.
Y
así todos. La propia biografía de los ponentes no deja lugar a dudas, todos
integrados en el sistema, unos como maestros en Escuelas Católicas, otros como
profesores de universidad o en facultades de Teología, y el resto moviéndose en
el mundo de las comunicaciones sociales.
Es
el caso de la monja Lucía Caram, dominica contemplativa que mantiene desde su
clausura un sabroso blog en Religión Digital. Quizás el veto episcopal radica
en lo que ahí escribe —“Jesús pasó por este mundo quitando cruces, no
poniéndolas”—, aunque no consta protesta de autoridad alguna hasta ahora.
Quizás
por miedo, tal vez por cansancio, el silencio es la tónica general en este
conflicto. Hay notas oficiales, pero bocas cerradas, pendientes todos de
quiénes serán los sustitutos de los vetados. Solo consta que en las jornadas de
Madrid el cardenal Rouco ha impuesto a César Franco, uno de sus obispos
auxiliares.
Juan
Rubio, que se mantiene en el programa, se ha aventurado a opinar en solitario.
Dice: “Las jornadas han sido un buen instrumento para la formación de los
profesores de Escuelas Católicas. Ellos son pioneros y en su carisma se refleja
el deseo de la Iglesia por estar en las lindes de la evangelización. Pero hay
que hacer un esfuerzo de comunión con las iglesias locales, abriendo cauces
para que se realicen en comunión, sin que tampoco haya que dejar todo en manos
de los obispos, a los que corresponde velar por la comunión, pero una comunión
activa, fecunda y creativa. Abogo por un mayor diálogo. No debemos dar un
espectáculo de división ni en la Iglesia ni en nuestra postura ante la reforma
de la enseñanza en la que FERE tiene mucho que decir”.
Rubio es sacerdote diocesano, dirige
el semanario Vida Nueva, la gran revista de los marianistas, y es un avezado
navegante en noticias de alta mar eclesial. Entre sus libros, destaca En
memoria mía. Fragmentos de la vida de un cura, que no desmerece al mejor
Bernanos de Diario de un cura rural. También es autor de la biografía del
cardenal Estepa, que fue el vicario general castrense elegido por el Rey en
1983 (a petición del Gobierno de Felipe González) tras la asonada militar de
1981, en el que su predecesor, el arzobispo Benavent Escuín, estaba implicado.
Rubio acaba de publicar Evangelizar en el planeta digital. Cómo hacer
significativa nuestra presencia en Internet. Es el tema de su ponencia,
convencido entre los primeros de que el mundo digital es un desafío en el
ámbito educativo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario