23 de enero de 2013
Israel se adentra en una delicada fase de formación del nuevo Gobierno
ANA CARBAJOSA Jerusalén 23 ENE 2013 - 19:21 CET11
Una anodina campaña electoral en Israel ha dado paso a un día después frenético, en el que se multiplican las quinielas acerca de qué partidos compondrán el Gobierno de coalición, e incluso quién lo dirigirá. El presidente, Simón Peres, es el encargado de llamar, en principio, al líder del partido más votado —en este caso a Benjamín Netanyahu— y pedirle que ponga en pie un Ejecutivo con mayoría parlamentaria. De no lograrlo, Peres consultaría con el líder del segundo partido más votado, como sucedió en las anteriores elecciones de 2009, en las que el Kadima de Tzipi Livni fue la formación más votada, aunque, finalmente, el Gobierno acabó en manos del Likud de Netanyahu.
Los diarios y webs israelíes desmenuzaban ayer hasta el más improbable escenario, a la espera del comienzo de las negociaciones. Tratan de analizar también el batacazo de Netanyahu, cuya alianza con el ultranacionalista Avigdor Lieberman perdió 11 escaños, a pesar de ser la más votada. No entienden cómo los sondeos han dibujado en las últimas semanas una y otra vez un resultado bien distinto al actual. Y sobre todo tratan de entender qué han querido decir los electores al encumbrar a un recién llegado a la política como el centrista Yair Lapid, que con 19 escaños logró un inesperado segundo puesto. Los resultados indican que, con el 99% de los votos escrutados, los laboristas quedaron terceros con 15 escaños y los ultrarreligiosos de Shas y La Casa Judía cuartos, con 11 escaños.
Hasta las diez de la noche electoral del martes, la emoción era más bien escasa. Los sondeos vaticinaban una amplia mayoría al primer ministro Netanyahu, además de un ascenso de la extrema derecha, y tal vez de algún que otro partido de centro o incluso de la izquierda. Pero nada más cerrarse los colegios, cayó la bomba en forma de sondeos a pie de urna. Netanyahu había ganado, sí. Pero los israelíes también habían dejado claro con su voto que quieren un cambio. Que los políticos al uso no son capaces de cubrir sus necesidades y que quieren caras nuevas. Lapid, hasta hace poco un popular presentador de televisión, defensor de las clases medias y de que los ultrarreligiosos se integren en el Ejército, es sin duda uno de esos nuevos rostros. Naftali Bennett, el millonario ultraderechista que propone anexionar buena parte de los territorios palestinos, otro.
“Estas elecciones suponen el fracaso del establishment y el triunfo de los que no han sido políticos desde pequeños. La gente no ha votado a las caras nuevas por lo que son, sino por lo que no son”, sostiene Etgar Keret, uno de los más destacados escritores israelíes contemporáneos.
Algunos observadores piensan que el resultado de los comicios supone la resurrección de una izquierda a la que se daba por muerta. Otros, como el también escritor y antiguo presidente del Parlamento Avraham Burg, no creen que el resultado sea positivo para la izquierda. Burg considera que Yesh Atid (Hay Futuro) es un partido de centroderecha y que la derecha seguirá gobernando, pero sí piensa que de integrarse Yesh Atid en el próximo Gobierno, supondría “el fin de un periodo de dominio de la extrema derecha xenófoba y ultranacionalista”.
Burg hace referencia a la coalición que se considera más probable, la que incluiría a Yesh Atid, la extrema derecha de Bennett, y con Netanyahu al frente. De hecho, frente a los llamamientos del laborismo para crear un bloque que impidiera a Netanyahu formar Gobierno, Lapid se pronunció ayer tajante: “Aclaremos que no habrá este bloque de obstrucción”.
Los expertos creen que la presencia de Yesh Atid moderaría a un futuro Ejecutivo israelí. El del presentador Yair Lapid es un partido de centro que pone énfasis en lo social y que en la cuestión palestina defiende la solución de dos Estados, a pesar de que su número dos, el rabino Shai Pirón, vive en un asentamiento.
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