Naufragio frente a la isla de Giglio dejó al menos 11 muertos y 22 desaparecidos: El "Costa Concordia" en el espejo del "Titanic"
El destino del crucero italiano es visto como una metáfora de la crisis, similar a lo que pasó en 1912 con el trasatlántico.
Ben MacIntyre THE TIMES
Del naufragio del "Costa Concordia" emerge un elenco de personajes tan familiar que es casi un cliché: el capitán sospechoso de abandonar su nave, el valiente camarero que ayuda a los pasajeros a escapar, la pareja que iba en su luna de miel rescatada desde su camarote, los dos hombres mayores atrapados en el restaurante, muriendo juntos. Mientras el barco se hundía, los pasajeros y la tripulación mostraron pánico y estoicismo, heroísmo y cobardía, nobleza y romanticismo.
Es el elenco del "Titanic", en otro siglo, pero inmediatamente reconocible. Los dos desastres, por supuesto, fueron a una escala diferente; más de 1.500 personas murieron cuando el gran barco se fue a pique el 15 de abril de 1912. Pero como con el "Titanic", símbolos y mitos ya empiezan a forjarse y a pegarse como lapas al crucero italiano que encalló frente a la isla de Giglio.
Sir Osbert Sitwell vio el hundimiento del "Titanic" como un "símbolo del sino que venía para la civilización Occidental". Hoy, en momentos en que Italia está agobiada por la deuda, la incertidumbre política, medidas feroces de austeridad y una economía frágil, la imagen de un lujoso crucero hundiéndose parece irresistiblemente apropiada.
En un año que se decidirá si el euro se hunde o sale a flote, aquí está la alegoría perfecta de la extravagancia financiera: un enorme palacio marino -que fue el crucero más grande de Europa cuando se construyó en 2006 y costó 572 mil millones de dólares- atascado en unas rocas.
Como en 1912, tras el desastre viene una ola de recriminaciones y preguntas: ¿fue otro caso en el que se privilegió el lujo por sobre la seguridad, de un mega hotel acuático sobrecargado con demasiados pisos de camarotes, centros comerciales y piscinas que cuando encalló, simplemente se dio vuelta? El "Costa Concordia" podía llevar el doble de pasajeros que el "Titanic". ¿Será que el hambre artificial de los humanos por el placer y la ambición chocó una vez más con la implacable naturaleza?
Los desastres tienen una manera accidental pero poderosa de remarcar los puntos de inflexión históricos y así como el "Titanic" representó un momento crucial de la era eduardiana, el "Costa Concordia" -como su precursor de hace un siglo- podría llegar a describir nuestra época, tan confiada como insegura.
El "Titanic" puede ser la metáfora histórica más duradera que haya existido, un mito imposible de hundir y que incluso sigue creciendo. Sus ruinas apenas habían tocado fondo cuando observadores consternados ya habían empezado a investirle un significado: la venganza de Dios (el obispo de Winchester), la vanidad y complacencia de la Humanidad, la arrogancia de construir un barco tan grande conducido hacia un iceberg, un relato de incompetencia, negligencia y diseño defectuoso.
Para algunos el desastre representó la arrogancia del poder, el final dramático que revela una serie de actitudes que serían destruidas en el Frente Occidental, cuando la guerra estalló dos años después. Para otros se convirtió en una parábola de la división de clases -40% de los pasajeros de primera clase se ahogó, mientras que 75% de la tercera clase murió- y el abismo entre los pocos ricos y los muchos pobres. Jack Astor murió con US$ 4.000 en sus bolsillos, un par de monedas para uno de los hombres más ricos del mundo; el inmigrante griego Vassilios Katavelas se ahogó con 10 centavos y un boleto de tren.
La reacción de Winston Churchill fue representativa de una sociedad impregnada en suposiciones sobre la caballerosidad de los británicos y su altruismo. "La historia es una de bondad", insistió. "El acatamiento estricto de las grandes tradiciones del mar hacia mujeres y niños, no refleja otra cosa que el honor de nuestra civilización".
George Bernard Shaw rápidamente trató de echar abajo esa ficción, denunciando una "explosión de escandalosas mentiras románticas" tras el hundimiento, una narración completamente irrealista que asumió que "todos enfrentarían la muerte sin tiritar" (no les pasó), que el capitán debía ser un héroe (no lo fue) y que la banda debía tocar "Nearer, My God, to Thee" (Más cerca, mi Dios, a Ti) -no lo hizo y prefirió el jazz, que probablemente provocaría menos alarma y desazón.
Las vidas del barco
Durante 100 años (y en más de mil libros, incontables películas, obras de teatro y programas de TV), el amplísimo significado simbólico del "Titanic" ha sido explorado, debatido y refinado, cada personaje designado a un rol como un ejemplar del capitalismo voraz, de la valentía sin esperanza, de la avaricia, el amor, la riqueza, la pobreza, el antisemitismo o la impetuosa carrera por más ganancias y más velocidad.
Más tarde, los expertos, sin embargo, se han enfocado más en las historias individuales, en la conducta humana en extremo, sin tratar de insertarlos en un marco simbólico. En "Titanic Lives: Migrants and Millionaires, Conmen and Crew" ("Las vidas del Titanic: migrantes y millonarios, estafadores y tripulación"), el primero de lo que sería una seguidilla de libros, Richard Davenport-Hines expone la "inseguridad, el desprecio a los otros y la subordinación" de la sociedad eduardiana, pero también explora los singulares relatos de las víctimas y de los sobrevivientes, al mismo tiempo edificantes, vergonzosos y desgarradores.
Debido a la importancia que se le ha dado al significado del "Titanic" durante décadas, es fácil olvidar que esta gente no pretendía convertirse en emblemas de nada. Ellos sólo querían viajar a Estados Unidos, pero se vieron forzados a tomar terribles decisiones en una situación que ninguno anticipó.
Por esto es que incidentes como el hundimiento del "Titanic" y el naufragio del "Costa Concordia" inmediatamente atrapan nuestra imaginación y nos continúan fascinando. Cuando el "Titanic" se iba hundiendo, a Isidor Straus, el copropietario de la tienda Macy's, le ofrecieron un puesto en el bote salvavidas en el que iba su mujer, Ida; cuando lo rechazó, ella regresó a cubierta con él y se ahogaron juntos; al mismo tiempo, el presidente de White Star Line (la compañía del Titanic), J. Bruce Ismay, se subió sin que nadie se diera cuenta a una balsa.
A bordo del "Costa Concordia," el jefe de los camareros, Marrico Giampetroni, trabajó para salvar a otros hasta que él quedó también atrapado; y el capitán Francesco Schettino habría dejado la nave cuando todavía quedaban 300 personas en ella.
En 1912, G. K. Chesterton estuvo entre los que buscaron dar un significado mayor al hundimiento del "Titanic", comparando la "modernidad" de la época con este barco supuestamente imposible de hundir, cada uno condenado por su "poder e impotencia, seguridad e inseguridad".
Es tentador ver al malherido "Costa Concordia" como un presagio de cambio similar, una advertencia y una retribución, un símbolo de la obsesión con la velocidad, el tamaño y el lujo de nuestra propia época. Pero esto es, en esencia, una historia humana, un accidente que hace la misma, simple y eterna pregunta de hace un siglo: ¿se quedaría usted en cubierta, ayudaría a otros a salvarse, escucharía tranquilamente a la banda o correría hacia los botes salvavidas?
4.880 personas podía llevar el "Costa Concordia", incluyendo a la tripulación (1.100 personas). El Titanic tenía capacidad para 3.587 personas, contando al personal (cerca de 900 empleados).
El elenco de personajes del "Titanic", actualizado un siglo después, es inmediatamente reconocible en los relatos de los sobrevivientes del "Concordia".
El comandante: "No abandoné el barco, es que me caí a un bote salvavidas"Francesco Schettino, a cargo del "Costa Concordia"
Francesco Schettino, el capitán del "Costa Concordia", aseguró que un problema técnico le impidió coordinar la evacuación a bordo del crucero que naufragó frente a la costa de Toscana al chocar con un roca.
"No es verdad que abandonara la nave. Es que me caí accidentalmente sobre el techo de una de las barcas de salvamento. Luego no pude volver a subir al barco, porque la barca quedó colgada, suspendida. Después estuve sobre una roca de la isla Giglio coordinando las operaciones de desembarco", declaró en su defensa Schettino, durante su comparecencia ante la jueza Valeria Montesarchio.
"Ni siquiera llevaba el chaleco salvavidas, porque en ese momento mi vida no era importante, pensaba en la vida de los otros y había otras personas que lo necesitaban", agregó el capitán del "Costa Concordia", según el diario El Mundo.
Sin embargo, las explicaciones de Schettino no han convencido para nada a la fiscalía de Grosseto, que sigue imputando al capitán del vergonzoso delito de haber abandonado la nave cuando en la misma aún había pasajeros en peligro.
"La versión de Schettino ha cambiado mínimamente el cuadro acusatorio", sostiene el fiscal de Grosseto, Francesco Verusio, quien, por si fuera poco, acusa además a Schettino de haber dejado abandonadas a su suerte a bordo del "Costa Concordia" a 300 personas incapaces de valerse por sí mismas, señaló Reuters.
La jueza estimó que Schettino realizó una "maniobra imprudente" al "acercarse demasiado" a la isla Giglio. Además, el capitán "subestimó" los daños ocasionados al barco después de chocar contra una roca y por eso retrasó la alarma. Después de que Schettino abandonara el crucero no emprendió "ningún intento serio" de "al menos acercarse de nuevo al 'Costa Concordia'", donde la evacuación aún estaba en curso. Dado que no hay riesgo de que huya, seguirá bajo arresto domiciliario. Sólo le está permitido tener contacto con familiares.
Por su parte, el abogado del capitán del "Costa Concordia" afirmó que no le parece que su defendido sea un cobarde ni un criminal, según dijo en Grosseto. "Me he encontrado ante una persona desmejorada", apuntó el abogado Bruno Leporatti.
A la pregunta de si Schettino pudo haber mentido sobre la gravedad del accidente, Leporatti contestó: "Son asuntos que todavía deben comprobarse".
"¡Vuelva a bordo, carajo!", la frase que causa furorDichos del capitán De Falco:
"¡Vuelva a bordo, carajo!" (en italiano, "¡Vada a bordo, cazzo!"), le dijo el capitán de la guardia costera de Livorno, Gregorio De Falco, a Francesco Schettino, el comandante del crucero "Costa Concordia", por haber abandonado la nave durante la noche del naufragio.
La frase que salió a la luz el martes dio la vuelta al mundo y ya hace furor, a tal punto que ya está a la venta una polera con la ahora célebre expresión de De Falco.
La camiseta cuesta 12,90 euros (16,56 dólares) y se puede comprar a través de internet.
La expresión de De Falco también impactó fuertemente en las redes sociales. En Twitter continúan los mensajes con el hashtag #vadaabordocazzo.
Mientras que en Facebook hay varias páginas y grupos con la misma frase. Uno de ellos, "Capitano Schettino, vada a bordo, cazzo" que ya tiene más de 20 mil fans .
Hoy De Falco está considerado como un héroe, mientras que Schettino es visto como "el capitán cobarde", indicó AFP.
Sin embargo, el capitán de la guarda costera no lo considera así.
"No soy yo el héroe. No hice más que mi deber. Mi oficio es socorrer, es por eso que esa noche grité", declaró a los periodistas el capitán De Falco, antes de apostillar: "¿Les puedo pedir un favor? ¡Olvídenme!".
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