21 de abril de 2012

Traje de faena


Traje de faena

"La que debe estar mordiéndose la lengua es Letizia, con lo que es ella, que se lee hasta el prospecto del dentífrico"

La Reina Sofía, visitando al Rey Juan Carlos en el hospital USP San José, Madrid, el pasado martes. / PIERRE-PHILIPPE MARCOU  (AFP)
Con estos cambios de tiempo me duelen hasta los huesos. Esto va a ser la osteoporosis menopáusica esa, ¿qué te juegas? Como llevo a leche desnatada desde el destete, tengo el calcio por los suelos y ya no me lo levanta ni Monereo, el mago del lifting. Como lo primero que cascas es la cadera, voy a pedir hora con Ángel Villamor para que me vaya tomando medidas, ¿será por prótesis? Qué nombre más bien puesto, como de Adonis pijo, el del cirujano áulico. Qué facha, qué mata de pelo, qué manos que salvan esqueletos. Casado no sé, pero el doctor está cañón hasta con esa bata blanca y esa corbataza nudo Windsor que se gasta para informar a la prensa.
Hablando de uniformes, la que se puso el traje de faena para hacerle la visita del médico al marido fue la Reina. Yo también vengo en chándal al curro cuando tengo por delante un día de perros. Pero como ella trabaja de cara al público, se colocó un traje pantalón vaquero para ir arreglada pero cómoda. Con chaqueta armada, raya planchada a tiralíneas, bandolera y salones a juego, y el tiro más alto que la cabeza, que una soberana tiene que ir erguida y conjuntada aunque la procesión vaya por dentro. Almorzaron juntos el menú de la clínica, mataría por haber visto esa comida. Apuesto a que lo único blando en esa cumbre fue la dieta. Él tomó solomillo, para eso es carnívoro de toda la vida. Ella, una merluza a la plancha para mantener el tipo, aunque para mí que lleva tragando sapos hace siglos, por mucho que presuma de vegetariana.
Que todo “fenomenal”, y que el Rey tiene “buen apetito”, declaró doña Sofía, eso es decirlo todo sin decir ni pío. Dicen que la real pareja está de malas y cubre el expediente de cara a la galería, paren máquinas. Anda que no he ido yo de morros con mi legítimo a bodas, bautizos y comuniones por los niños. Y quien dice los niños –cuando te crecen los enanos y los yernos–, dice los súbditos. Todo sea por los herederos.
La que debe estar mordiéndose la lengua es Letizia, con lo que ha sido ella. Como su cuñada Elena es Alteza de nacimiento, tiene el cuajo de decir que no ha oído nada porque estaba trabajando sin que se le caiga la testa de vergüenza, pero la Princesa lee hasta el prospecto del dentífrico. Incluso la prensa rosa ha entrado hasta la cocina en el marronazo de palacio como un elefante en una cacharrería. Que si la Reina está sola. Que si el Rey hace su vida. Que si no sé qué de una rubia alemana con nombre, foto y apellidos. Que se acabó el misterio, vamos. El futuro de la Corona no sé, pero lo que está claro es que se ha abierto la veda informativa y hay una estampida que ríete tú de la de Tarzán de la selva.
Personalmente, yo a todo esto me quedo con Hillary Clinton, otra que tragó quina en su día. Tenías que verla de secretaria de Estado del Imperio dándolo todo con sus esbirras en una disco de Cartagena de Indias. Dicen que era salsa, pero yo juraría que lo que bailaba Hilaria era It’s raining men, el himno global de las solteras, separadas y viudas si no de cuerpo, sí de espíritu. Hay vida después de las crisis de pareja hasta para las primeras damas. ¿Será por tíos?

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