El aeropuerto de Tel Aviv amaneció el domingo tomado por la policía. Unos 500 agentes –entre uniformados y vestidos de paisano- esperaban a los cientos de activistas propalestinos de medio mundo que el domingo se embarcaron en la operación Bienvenido a Palestina, también conocida como la tercera flotilla. La consigna de los agentes era deportar a todo aquel que pusiera pie en el aeropuerto de Ben Gurión con intención de mostrar su solidaridad con la causa palestina. Hasta 13 fueron deportados. Otros 44, permanecían en el centro de detención de Guivón, al sur de Tel Aviv con intención algunos de ellos de apelar la decisión israelí. La mayoría de los detenidos son y dos de ellos españoles. Una tercera española consiguió burlar el cordón de seguridad, ya que no aparece en la lista negra del Gobierno Israelí en la que figuran unos 1.200 activistas, según fuentes oficiales israelíes.
Julio Rodríguez Bueno de Izquierda Unida y Teresa Sala de la organización Paz Ahora llegaron al aeropuerto internacional de Ben Gurión procedentes de Berlín. Las autoridades israelíes deportaron a Salas, una maestra jubilada de 66 años de vuelta a Alemania a media tarde. “Los policías me han llevado en volandas, a la fuerza hasta el avión”, cuenta por teléfono desde el aeropuerto de Colonia, donde aterrizó. “Cuando dijimos que íbamos a Palestina nos metieron en un furgón policial y de ahí me llevaron al avión de vuelta”. Fuentes israelíes explicaron que Bueno también iba a ser deportado.
A Maite Santamaría, de la plataforma de apoyo a Palestina de Donostia y procedente de Touluse la interrogaron durante un par de horas y finalmente la dejaron entrar en el país y desde Israel se dirigió a la ciudad cisjordana de Belén, donde se reunieron los activistas de Bienvenido a Palestina. Santamaría no había entrado nunca antes en Israel, explicó en la aduana que su intención era visitar los territorios palestinos, como habían quedado todos los activistas. “Cuando la gente va a los territorios palestinos tiene que mentir y decir que va a Israel a hacer turismo porque si no, no te dejan entrar por Ben Gurión, la única puerta de entrada al país. Por eso, nuestro objetivo es evidenciar que no sólo Gaza está bloqueada, sino toda Palestina también”, indica por teléfono Carmen Martí, compañera de organización de Santamaría.
A cientos de activistas se les ha prohibido embarcar en sus países de origen, después de que Israel contactara con las aerolíneas internacionales y les suministrara un listado con las personas que consideran potencialmente peligrosas. Lufthansa, Easyjet o Air France son algunas de las compañías que cancelaron preventivamente los billetes de los activistas. “El ministerio del Exterior y el de inmigración han elaborado un listado con personas que han participado en el pasado en manifestaciones o que podrían provocar altercados. No estamos hablando de terroristas”, matiza Micky Rosenfeld, portavoz de la policía israelí, camino de la Terminal 1 del aeropuerto de Ben Gurion, donde los interrogan. Después, a los detenidos se les embarca en el primer avión que vuele desde Israel a sus países de origen. Antes de salir de Israel se les entrega una carta que la oficina del primer ministro ha preparado para la ocasión, repleta de sarcasmo, en la que pregunta a los activistas por qué no protestan contra Siria o Irán.
En el ministerio de Exteriores israelí explican que la lista negra la componen en primer lugar las personas que participaron en la llamada flotilla de la libertad, la que en mayo de 2010 trató de acercarse a las costas de Gaza para denunciar el bloqueo israelí a la franja y en la que murieron nueve activistas por disparos del Ejército israelí. En segundo lugar, tienen prohibida la entrada las personas que participaron en la primera flytilla –flotilla aérea como la del domingo o en actividades similares. “Cualquier país tiene derecho a prohibir la entrada de una persona sin motivo”, explica Yigal Palmor, portavoz de Exteriores.
La prensa israelí lleva días centrada en este tema y no han faltado comentaristas críticos con la flotilla, pero también con la medida gubernamental. “En lugar de esperar a los activistas lunáticos con flores y ponerlos en autobuses y que los lleven a su destino en Belén, los jefes de Defensa y las fuerzas de seguridad han perdido la cabeza una vez más. Por nuestra culpa y sólo por nuestra culpa, la flytilla se ha convertido en un evento internacional”, sostenía el domingo Eitan Haber en Yedioth Ahronoth.
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