8 de mayo de 2018
PERISCOPIO NACHO ALDAY - MAYO 68
PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
NACHO
ALDAY - MAYO 68
En
contraste con la pompa en la Corte de la emperatriz María Teresa de Austria
podemos imaginar un mundo completamente igualitario en el que hubiese
desaparecido toda imagen de Dios para los hombres, hubiese desaparecido la
sumisión de cualquier hombre a otro y, en consecuencia, hubiese desaparecido
hasta la idea de la sumisión del hombre a Dios.
El
movimiento de mayo del 68 que ahora cumple 50 años era la punta de lanza del
asalto más violento contra lo que quedaba de desigualdad. En el orden civil,
quería eliminar el derecho de propiedad, establecer la igualdad entre el patrón
y el empleado. En el terreno universitario, quería suprimir las cátedras,
establecer igualdad entre alumno y profesor. Y así establecer el igualitarismo
en todas las esferas.
Este
igualitarismo del movimiento de la Soborna no se limitaba a las funciones
humanas, sino que era una especie de revuelta e igualitarismo dentro del propio
hombre. De acuerdo con el orden normal de las cosas, en el hombre la fe ilumina
la inteligencia, la inteligencia gobierna la voluntad, la inteligencia y la
voluntad juntas dominan los instintos. El movimiento hippy deseaba implantar lo
contrario: el impulso del instinto arrastrando la voluntad, obnubilando la
inteligencia y proclamando la inutilidad de la inteligencia. Representaba una
inversión de valores dentro del propio hombre.
En la esfera religiosa, el camino para
obtener el igualitarismo no era combatir al Vaticano, sino obtener el apoyo del
Vaticano para la obra niveladora. Así, mientras ocurría esa rebelión en París,
en Roma se producía un movimiento encaminado a implantar la igualdad completa
dentro de la jerarquía eclesiástica. Esa nivelación acabaría con la monarquía papal,
transformando el Papado y la Iglesia en una vil y desteñida república. El día
en que eso ocurriese se habría producido como que el suicidio de la Iglesia.
A
partir de mayo de 1968 numerosos autores revolucionarios reconocieron la
necesidad de hacer una revolución cultural, preponderantemente psicológica y
tendencial, previa a las transformaciones políticas y socioeconómicas que
operase en la vida cotidiana, en las costumbres, en las mentalidades, en los
modos de ser, de sentir y de vivir. Una etapa indispensable para llegar al
cambio de mentalidad que haga posible la implantación del igualitarismo, pues,
sin tal preparación, las transformaciones revolucionarias y los cambios
estructurales serían efímeros. Es la guerra psicológica revolucionaria total que
asistimos en la actualidad.
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