9 de septiembre de 2013
Cuando el Estado también es papá
Acaban de empezar las vacaciones estivales y en la residencia de El Encinar (Madrid) se reservan unas horas cada mañana para que sus 39 niños y adolescentes hagan los deberes. Situada en Arturo Soria, una de las zonas más privilegiadas de la capital, El Encinar es uno de los 26 centros de acogida para menores de tres a 17 años de la Comunidad de Madrid.
El edificio, una antigua casa de 430 metros cuadrados útiles, comenzó a atender niños tras la Guerra Civil. Las habitaciones, mixtas hasta los 13 años, se organizan entre cinco y seis camas para los más pequeños y tres o cuatro para los mayores. Y pese a que 70 personas se dedican al cuidado de los chicos, en palabras de Concha Rubio, su directora: “Este no es un lugar para crecer; solo para pasar un tiempo”.
El Ministerio de Sanidad presentó en abril un plan para agilizar el acogimiento en hogares e impedir la institucionalización de los menores. “En los últimos cinco años hemos tenido un nivel de ocupación del 95% al 97%”, relata Rubio. A El Encinar llegan menores de cuya tutela o guarda se ha hecho cargo la Comunidad. En España hay 34.594 niños y adolescentes a cargo de la Administración, según datos oficiales.
“Los casos más habituales son toxicomanías y enfermedades mentales de los padres. Muchos además están en prisión, normalmente, por delitos contra la salud. Y en los últimos tiempos acogemos a hijos de inmigrantes que llegan mediante la reagrupación familiar. Una vez aquí surgen problemas porque el vínculo entre ellos se ha resentido”, dice Rubio.
Pese al revuelo suscitado después de que una pareja se presentara en el Ayuntamiento de Talavera de la Reina (Toledo) con sus hijos, tanto Rubio como María Teresa Montes, coordinadora de centros en Madrid, aseguran que la crisis no ha provocado un aumento del número de custodias retiradas. “Tener un niño aquí cuesta más dinero que ayudar a la familia”, asevera. Rubio, la directora de El Encinar, añade: “Los niños están atendidos y tienen un proyecto educativo individualizado, pero falta lo más importante: el cariño de la familia y la atención más personalizada”.
Los padres, también los que están en la cárcel, visitan a sus hijos una vez por semana. “Al principio, estos encuentros están supervisados y, si los informes son positivos, se les da más libertad. Algunos incluso pasan el fin de semana en casa”, explica Rubio. El 60% de los menores bajo custodia de la Comunidad de Madrid vive en hogares de acogida. “Cuanto más grande es un niño más difícil es encontrar una familia”, apunta la directora. Cuando al fin ocurre, la relación con sus padres biológicos se limita a una visita mensual supervisada.
Los chicos de El Encinar acuden a 20 centros de enseñanza públicos o concertados porque así, indica Rubio, “se favorece su integración”. Apenas el 50% de los chavales supera la ESO. Y al cumplir 18 años deben dejar la residencia. “Hay asociaciones que les ayudan a buscar ingresos y alojamiento”, afirma.
Rubio y Montes cuentan que es en ese momento, en el que los jóvenes deben hacer su vida, cuando más desamparados están. “No es extraño que las chicas busquen un rol maternal y se queden embarazadas al salir del centro. A veces acabamos cuidando también de sus hijos”, concluyen.
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