25 de octubre de 2011
¿Dónde está el voto católico?
5OCT2011
Una segunda opción es entender como voto católico exclusivamente al emitido por quienes se definen como católicos practicantes y poco practicantes, considerando en cambio como voto no religioso (o poco religioso) al de quienes se consideran no creyentes o católicos no practicantes. Esta nueva forma de agrupar las identidades religiosas, que queda reflejada en las columnas sombreadas en gris en el Cuadro 1, tiene como resultado una distribución del voto “católico” entre PP y PSOE que ya no es parigual: en el caso del PP, el 63% de sus votantes serían católicos y el 35% no creyentes; en el caso del PSOE, en cambio, serían católicos el 36% de sus votantes y no creyentes el 62%. Es decir, desde esta segunda perspectiva, el PP queda configurado como la formación política de ámbito nacional con una proporción de voto católico más abundante, pero en modo alguno absoluta: un tercio largo de sus votantes tiene escasa o ninguna afinidad religiosa. Lo mismo, pero en sentido inverso, ocurre con el PSOE: es, de los dos grandes partidos nacionales, el que cuenta con mayor proporción de votantes no creyentes o poco religiosos (62%), pero al mismo tiempo un tercio largo de sus votantes son católicos. El resultado de este reparto del voto católico y no católico es que ambos partidos se encuentran en la misma tesitura: la de tener que tratar con sumo tacto y prudencia los distintos ángulos, dimensiones y aristas que conlleva la cuestión religiosa, pues cualquier tentación de deslizamiento fundamentalista (en un sentido o en el opuesto) les puede enajenar una parte sustancial de sus votos.
Si el PP actuara como un partido declarada y militantemente católico, o si el PSOE lo hiciera como un partido declarada y militantemente anticatólico, el riesgo sería similar: incomodar seriamente a un tercio de sus respectivos votantes. La conclusión que cabe extraer es que el factor religioso —y pese a quien pese— queda estructuralmente desactivado como potencial semillero de discordia cívica y de enfrentamiento social: por convicción sincera o por resignación pragmática no queda otra alternativa a los más enconados de uno y otro extremo (minoritarios ambos, por cierto) que el mutuo respeto y la pacífica convivencia.
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